La Misión de Determinación de Hechos para Venezuela ha ratificado en su más reciente informe la monumental catástrofe humanitaria que acontece en nuestro país. El documento con la narración de los acontecimientos, confirman las reiteradas violaciones a los derechos humanos que ha sido consignado ante el Consejo de DDHH de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Una vez que ese trabajo se hizo público, el dictador Nicolás Maduro desató su furia verbal contra los integrantes de dicha misión, apelando a los más grotescos adjetivos con la intención fallida de descalificarlos.
Simultáneamente con esa noticia saltaron por las redes sociales y los medios que sobreviven a duras penas en Venezuela, versiones que pretenden imponer una matriz de opinión según la cual “en Venezuela todo marcha de maravillas”. Se procura con esa campañita, eclipsar la tragedia que, por su calado y dimensión, resulta imposible de esconder, por más piruetas que hagan los publicistas del régimen y por más que sumen su gritería los que se prestan a semejante ardid. Eso de que “todo se está normalizando porque hay dólares circulando por todas partes” es una fábula que nadie con sentido de responsabilidad puede asumir como una verdad que no soporta el más superficial análisis de los expertos en economía y finanzas.
¿De verdad, en serio, creen los defensores de la estrategia de “normalización” que es un hecho cierto que en Venezuela revivió el principio de la propiedad privada? ¿Se podrá ser tan pragmático para concluir que todo se resuelve con unos arreglos de orden mercantil?
No es menos que penoso ver que mientras decenas de voceros del mundo se manifiestan a favor del informe recién presentado por la jefa de la delegación de la ONU, Marta Valiñas, dentro de Venezuela salten los defensores de la teoría de la “normalización”, clamando por que se levanten las sanciones a los depredadores de los derechos humanos en Venezuela.
¿Cómo podrán recuperar sus vidas las decenas de ciudadanos que la han perdido a manos de los esbirros del régimen madurista? ¿O es que eso también es negociable? ¿Cómo se le devuelve la paz a esos miles de hogares destrozados porque parte de sus miembros están ahora desterrados de su patria? ¿Cómo se calma a las madres que no pudieron salvar las vidas de sus hijos en esos hospitales arruinados? ¿Cómo recuperan sus fincas, sus fábricas o industrias esos emprendedores que fueron víctima de expropiaciones o asaltos de sus propiedades?
¡Los derechos humanos no se transan! ¡El honor no se subasta! La dignidad no se puede doblegar ante los que se creen todopoderosos llegando a creer, incluso, que todo el mundo tiene un precio y no valores.
Venezuela está en medio de una crisis que no será posible remediar con “pañitos calientes” ni con tratativas indecorosas. ¿O es que de verdad creen que la gente se come ese cuento de que todo se está resolviendo porque reparen unas escaleras de un centro comercial, mientras Carlos Márquez, presidente de la Sociedad Venezolana de Nefrología, advirtió que “todas las máquinas de diálisis en el país están presentando fallas por falta de mantenimiento?”.
Los pueblos del país, en su mayoría, están a oscuras porque NO les funcionan los servicios eléctricos. Están en medio de una sequía porque NO están operativos los acueductos y por eso no reciben en sus hogares el agua potable elemental para vivir dignamente. Nuestras reservas naturales en el Amazonas están siendo destrozada de la forma más cruenta y se puede tener entonces la desfachatez de decir, así, tranquilos, con esa cara de póker “que todo está mejorando, en un país en donde no se respeta la Constitución Nacional.
Ante esa falsedad hay que hacer que resplandezca la verdad y persistir en la lucha para recuperar lo más sagrado y vital: la libertad definitiva de Venezuela.