Esos procedimientos fascistas atribuidos al alcalde del municipio Sucre del estado Yaracuy, adscrito al régimen, no es sino la consecuencia de los eventos inspirados en odios y rencores. Ese funcionario confunde la prevención de un mal con la más ruin represión y segregación que se pueda poner en práctica en pleno siglo XXI. Eso de marcar las fachadas de las viviendas habitadas por personas supuestamente enfermas de COVID-19, es “macabro”, tal como lo definió el Fiscal usurpador, que abrió expediente al alcalde de marras, pero la opinión pública no se olvida de que, no hace siquiera una semana, ese mismo Fiscal ordenó la detención de un par de periodistas en el estado Anzoátegui, por “atreverse” a escribir una crónica ironizando la fiesta llamada Coronabaile en la que había participado dicho funcionario.
Así han venido actuando desde las altas esferas del chavomadurismo: discriminando, estigmatizando con apodos para ridiculizar a sus adversarios a los que más bien tachan de enemigos de la revolución. Con insultos proferidos en cadena de radio y televisión se ha sembrado un huracán de vientos que se han reproducido en estos pasajes tan deplorables. Es la continuación de aquel lamentable episodio que se escribió con “la lista Tascón” que se usó como un cedazo para filtrar los datos de los venezolanos que simplemente habíamos hecho uso de nuestros derechos constitucionales participando en un “referéndum revocatorio”.
Han pasado 17 años de aquella consulta y todavía están abiertas las heridas que le infringieron a venezolanos despedidos de sus cargos por haber firmado, o a estudiantes que les negaron las becas solicitadas por haber promovido ese referéndum, o las anécdotas que dan cuentas de los maltratos de los que han sido víctimas miles de personas cuando acudían a una oficina pública a tramitar un pasaporte o su derecho a ser beneficiario de algún programa social financiado con dinero del Estado venezolano.
Es la cicatriz viva de los epítetos como el de “escuálidos”, adjetivos con los que se pretendía dividir en dos mitades a una sociedad, porque para este régimen es “traidor a la patria” todos los que no piensen como ellos o no acepten sumisamente cualquier disparate que se les ocurra poner en marcha. Es ese estilo grosero y desafiante, vociferando infamias para descalificar a su competidor de turno. Por eso el gobernador Salas Römer era “frijolito”, Henrique Capriles un “majunche” y el gobernador Rosales “el filósofo”, siempre pronunciando esos términos con el típico tono burlón y cínico.
Esa es la página que debemos terminar de pasar definitivamente. Ya basta de tanta mediocridad. Esos sentimientos de rencor no dejan sino sufrimientos y por eso el compromiso es que cosas como esas queden sepultadas en el pasado.