Dicho sin pizca de exageración, el sistema de educación superior venezolano hace agua por todos lados, incluyendo de manera significativa a las universidades públicas autónomas. Las consecuencias serán graves y las pagarán sobre todo los niños y los jóvenes, a quienes desde ya les está tocando experimentar el enorme déficit que rodea su vida escolar.
El jueves por la noche
La semana pasada una pequeña comitiva encabezada por Nicolás Maduro, acompañada por escoltas, se introdujo subrepticiamente en la Universidad Central de Venezuela. El objetivo de su presencia era fiscalizar el curso que llevan los trabajos de remiendo en su estructura física, dañada progresivamente a lo largo de dos décadas y cuya responsabilidad recae principalmente en las acciones y omisiones del gobierno, el actual y el anterior, contempladas en lo que muy acertadamente se ha considerado como un manual que contiene las instrucciones que deben cumplirse en función de la destrucción universitaria. No creo necesario extenderme en los detalles, apenas diré, como ejemplo, que el presupuesto acordado para la UCV ha sido deficitario durante mucho tiempo y que en el año 2021 equivale a un poquito más de 2% de lo requerido.
La mencionada visita fue recogida para la posteridad en un video que muestra el paseo de Maduro por distintos sitios, pontificando en materia de diagnósticos y pronósticos sobre la educación superior y reivindicándose como el titán del rescate de una institución asfixiada por motivos que evalúa como si le fueran ajenos, transfiriéndole la responsabilidad a terceros, esta vez sin mencionar al imperialismo, según me pareció.
Al término de la película y sin que hubiera el más mínimo gesto con el fin de disimular el abuso que estaba cometiendo, Maduro designa protectora de la UCV a Jacqueline Faría, exalcalde de Caracas y actual jefa de la Misión Venezuela Bella, remarcando de esta manera su convicción de que cualquier problema se resuelve tapando unos huecos, colocando unas baldosas y echando una manito de pintura, todo envuelto dentro una llamativa consigna, lubricada por una buena dosis de épica.
¿Hacia la Universidad Oficial?
Por más obvio que luzca, cabe advertir que lo más trascendente no es rescatar las aulas, los jardines y ni siquiera el icónico reloj de la Plaza del Rectorado, sino respetar el ethos académico, vertebrado en torno a la libertad de pensamiento, absolutamente clave en medio de la llamada Sociedad del Conocimiento, caracterizada por grandes transformaciones tecnocientíficas que se desbordan, impactando todos los espacios de la vida humana, dejándonos la sensación de que todo está a punto de ser otra cosa.
En fin, no olvidemos que, a raíz del fallecimiento de su rector, Enrique Planchart, a la Universidad Simón Bolívar le fue embargada su autonomía, si es que cabe decirlo de esta manera, y el gobierno se sacó de la manga unas nuevas autoridades. No hay que ser muy perspicaz para pensar que el episodio recogido en el referido video pudiera insinuar algo parecido, es decir, la conversión de la UCV en una institución oficial, que no pública, y sin autonomía, bajo el formato de un centro de adoctrinamiento.
Visto lo anterior, yo, profesor de a pie de la UCV, respaldo todos los esfuerzos que se hagan para impedir que tal cosa ocurra.