En cuestiones de salud y alimentación cuanto antes se inicien los hábitos saludables, mejor. “Cuidar la microbiota desde la infancia es fundamental porque a partir de la adolescencia adquiere características que se mantendrán a lo largo de la vida adulta”, afirma la especialista en Endocrinología del Hospital Universitario Reina Sofía e investigadora del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (IMIBIC), Aura Dulcinea Herrera.
La doctora se hace eco de un trabajo de investigación publicado recientemente en la revista científica Nutrients en el que se analizan distintas dietas con elevadas cantidades de azúcar. Según el mismo, un consumo de azúcares libres superior al 10% de la ingesta calórica diaria (2.000 Kcal/día aproximadamente) puede alterar la microbiota y generar problemas metabólicos y cardiovasculares, como la obesidad, la diabetes o la enfermedad inflamatoria intestinal.
Herrera insiste en que las dietas con altos niveles de grasas saturadas, azúcares añadidos y un bajo consumo de frutas, verduras y fibra son perjudiciales para la microbiota, ya que “afectan directamente a la composición y funcionalidad de la microbiota intestinal y, como consecuencia, pueden provocar diferentes enfermedades”. De hecho, el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en reducir este tipo de azúcares por debajo del 5% de la ingesta calórica, algo que repercutiría directamente en la salud con grandes beneficios.
¿Cuánto azúcar pueden tomar los niños?
Los azúcares libres son aquellos que se añaden intencionadamente a los alimentos durante su elaboración (azúcares añadidos) y también el azúcar natural de ciertos alimentos como la miel, los siropes o el zumo de fruta, entre otros. En cantidades elevadas, estos azúcares “alteran la microbiota, que es el conjunto de microorganismos que viven de forma simbiótica en nuestro cuerpo y que tienen un papel clave en el proceso de extracción de nutrientes y energía de los alimentos, así como en el metabolismo”, explica la especialista.
La función de la microbiota está relacionada con la digestión y la defensa frente a otros microorganismos patógenos, pero también tiene efectos metabólicos y participa en la producción de sustancias esenciales para nuestro organismo, como vitaminas del complejo B y K, ácidos grasos de cadena corta y neurotransmisores. Además, tiene función detoxificadora, es decir, elimina sustancias que el organismo ha ido acumulando y no necesita. Por todo ello, el cuidado de la microbiota a partir de la infancia es fundamental.
En esta etapa la ingesta máxima recomendada de azúcar libre varía según la edad y el sexo, siendo cero gramos la recomendación en menores de dos años. “A partir de esa edad no debe superar el 5% de la ingesta calórica diaria que, hasta los tres años, equivale a unos 15 gramos de azúcar al día (alrededor de 3 cucharaditas). En cambio, para los niños de 4 a 6 años el consumo no debe superar los 18 gramos de azúcar libre al día; mientras que, para edades comprendidas entre los 7 y 10 años, máximo unos 21 gramos”, aclara Herrera.
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