Desde hace algunos años hemos venido advirtiendo los cambios económicos que el gobierno venezolano desarrolla. Algunos tomaron nuestros análisis con escepticismo (cómo no hacerlo después de tantos temas y experiencias vividas), pero lo cierto es que cada vez se hace evidente que algún tipo de transformación se está dando, y como todo proceso de cambio, no se da de la noche a la mañana y tiene muchos dolientes, críticos y, por qué no decirlo, personas que salen beneficiadas.
En este proceso, sin embargo, hay ciertas conductas y acciones que resultan emblemáticas: tal es el caso de la “devolución” del Centro Comercial Sambil La Candelaria a sus antiguos dueños, luego de que el presidente Chávez anunciase con bombos y platillos su expropiación. Una de las tantas que caracterizaron a su gestión, y que lamentablemente terminaron por destruir y pulverizar uno de los derechos más importantes del hombre. El derecho de propiedad.
Son muchas las reflexiones que pueden derivarse de este hecho. Sin duda, es bastante paradójico que luego de 20 años de prédica antiimperialista y anticonsumista el gobierno decida regresar un centro comercial a sus propietarios. No es un tema menor: es el reconocimiento expreso de que un bastión del capitalismo es necesario para el progreso del país.
Desde esta acera nos parece un paso correcto que se devuelvan los activos expropiados a sus originales dueños. Importante alertar que esto en modo alguno puede verse como un sinónimo de justicia ni de apego al Estado de Derecho. Al final, muchos de estos procesos se realizaron de forma arbitraria, y también, valga decirlo, se están “devolviendo” de forma arbitraria, por lo que difícilmente pueda hablarse de una reinstitucionalización, de un rescate institucional, al destruido clima de negocios que ha caracterizado a Venezuela en los últimos años.
Muchos son los pasos y las condiciones necesarias para que Venezuela vuelva al redil de la credibilidad en el mundo financiero y comercial. El país, sin duda, cuenta con enormes capacidades y potencial de recuperación, y la gran pregunta que hoy nos embarga es cuántos pasos, cuántas señales de este tipo (devolución del Centro Comercial Sambil La Candelaria) son necesarias para comenzar a ver el entorno país de otro modo.
No nos engañemos. Quienes tenemos empresas formales sabemos los innumerables escollos que representa hacer negocios en el país, a la par de quienes hacen negocios aupados por el gobierno y sus ventajas desleales y destructivas para el mercado. Estamos lejos de llegar a un entorno en el que impere la transparencia y la igualdad formal ante la ley. Mucho menos un sentido de justicia.
Las “devoluciones” deben estar acompañadas de una serie de resarcimientos que lamentablemente hoy no se avizoran en el camino. Han sido muchos los daños causados y no se puede hacer “borrón y cuenta nueva” en aras de mantener una calma tensa en la que exista un dominio político autoritario y un avance económico que, si bien ha tenido signos positivos, no termina de ser estructuralmente sólido y prolongado en el tiempo.
Por el bien del país, apostamos a que los avances sean sinceros y basados en la buena fe. Eso sí, sin olvidar que la democracia es prioridad, al igual que el respeto a los derechos humanos más básicos. El progreso económico que pueda darse no puede obviar estas premisas, porque de lo contrario correo el riesgo de constituir un espejismo en el respeto a la dignidad humana y nuestras aspiraciones más básicas como ciudadanos.