No me refiero a la novela de Mario Vargas Llosa, con la cual ganó el premio Cervantes en 1994 y su particular relato en la historia del Brasil a finales del siglo XIX. Tomo solo el título, porque dentro de la dinámica de la actual confrontación en el Medio Oriente, entre Israel y Palestina en la zona de Gaza y el interminable conflicto entre Rusia y Ucrania, podría conducirnos a una situación límite donde de lo regional se extienda a lo mundial y de las armas convencionales que se utilizan pasemos a lo apocalíptico del empleo de las armas de destrucción masiva, especialmente con las veladas amenazas de los actores de estos conflictos donde han dejado entrever la posibilidad del recurso de las armas nucleares.
En relación a la confrontación entre el grupo HAMAS y el ejército israelí, posterior al acto terrorista de este sector minoritario al pueblo israelí el pasado 7 de octubre y la consecuente respuesta del ejército de Israel con una guerra total, la comunidad internacional ha insistido en la necesidad de la negociación y el diálogo, para una solución satisfactoria tanto en esta confrontación histórica del Medio Oriente, como en la reciente guerra en Europa Oriental por la invasión rusa a la República soberana de Ucrania.
Se está proyectando en los cines del mundo una película del director Christopher Nolan, sobre la vida y obra de Robert Oppenheimer, la cual ganó el Globo de Oro, donde el observador puede concluir que el arma atómica con el inmenso potencial destructivo y su efecto mecánico, calórico y radiactivo haría imposible la vida en el planeta. Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945 son un testimonio nefasto para la humanidad. Como lo señalaban los científicos en esa oportunidad, cuando desarrollaron el Proyecto Manhattan en la búsqueda del arma nuclear para adelantarse al posible dominio de esta tecnología bélica por los nazis en Alemania; solo pretendían que la bomba nuclear estadounidense fuese un arma disuasiva, pero nunca emplearse contra la población civil como ocurrió en Japón al final de la Segunda Guerra Mundial.
La actual situación explosiva de Medio Oriente por los vínculos de una potencia subregional como es Irán con su respaldo al islamismo radical de Hamas y de Hezbollah puede conducir a la respuesta de las potencias nucleares occidentales. Por ahora este conflicto se circunscribe a la Franja de Gaza, la cual siempre fue referencia de las vías marítimas entre Europa, África, y Oriente. Hoy con 360 kilómetros cuadrados y 2 millones de habitantes está totalmente bloqueada por Israel al Norte y por Egipto al Sur, con la más alta densidad del planeta 4.750 habitantes por Km2, presenta una gran pobreza social, un 40% de la población está en desempleo, lo cual facilita la tesis de la resistencia islámica y la praxis de guerras e intifadas dirigidas contra Israel.
Esperamos que la presente situación en la Franja de Gaza, encuentre solución inmediata, en lo bilateral, regional y mundial; antes de que sea demasiado tarde, y de una guerra convencional, local pasar a una guerra internacional donde puedan estar presentes las armas nucleares. Israel ocupó por treinta y ocho años a Gaza y le otorgó en el 2005 autonomía como también a Cisjordania. En Cisjordania el control político lo tiene el grupo Al Fatah en la misma línea de Yasser Arafat, hoy el líder reconocido por la ONU es Mahmoud Abbas. Mientras que desde el 2006 el sector radical HAMAS impuso el control político en la Franja de Gaza, con una actitud de confrontación permanente con Israel e incluso desconociendo a la Autoridad Palestina.
En este conflicto como en todos los del Medio Oriente la variable religiosa y la variable económica del petróleo está presente, e igualmente la injerencia extranjera por el pasado colonial de la región y la importancia geoestratégica de la misma. Pero a diferencia de otras guerras del mundo árabe con Israel y conflictos entre las dos vertientes del Islam, como fue el de ocho años entre Irak e Irán; en estos momentos el ingrediente nuclear por el potencial atómico de Israel, y el acercamiento de Irán al arma atómica, le da una dimensión apocalíptica y universal a la controversia. No está descartado un enfrentamiento directo entre Jerusalén y Teherán. Podríamos acercarnos a lo que el francés Laurent Artur du Plessis denomina la Tercera Guerra Mundial, la última dentro de la dinámica del apocalipsis atómico. Estamos muy cerca de lo que ocurrió con la Crisis de los Misiles en 1962, y el bloqueo de Estados Unidos sobre la isla de Cuba, afortunadamente para América Latina y El Caribe fue una gran oportunidad para firmar el Tratado de Tlatelolco de desnuclearización del continente. Afortunadamente se impuso la diplomacia y la negociación sobre la confrontación. John F. Kennedy y Nikita Krushchov le dieron una nueva oportunidad al planeta. Pero sigue la espada de Damocles del átomo militarizado en el sistema internacional del siglo XXI. Hoy, el punto geográfico de referencia es el territorio de Gaza y la confrontación que por ahora se limita a palestinos e israelíes pero que podría extenderse a todo el Medio Oriente.
Israel debería desechar cualquier ataque a Irán y llegar a un acuerdo definitivo con todos los palestinos para la creación independiente y soberana de un nuevo estado árabe, pero que este garantice el reconocimiento y la existencia del pueblo y del estado israelí. Irán debe aceptar el diálogo e Israel como lo ha hecho hasta ahora con diferentes estados árabes avanzar en las necesarias conversaciones para una situación de paz y seguridad en todo el Medio Oriente, donde son factores fundamentales además de Israel e Irán, Turquía y Arabia Saudita.
En la próxima entrega analizaremos la guerra de Rusia contra Ucrania, la participación de la OTAN y la manifiesta declaración de quienes sí tienen el poder atómico y controlan la tecnología de los misiles y la bomba atómica como son en Occidente Estados Unidos, Francia e Inglaterra y sus oponentes en esta nueva bipolaridad ideológica, política y militar Rusia y China. Estos cinco países en sus arsenales nucleares tienen la capacidad para destruir nuestro planeta entre 6 y 10 veces de acuerdo al Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
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