22 de noviembre de 2024 5:03 AM

Fernando Rodríguez: María Corina

Hace una semana, un día antes de  su inhabilitación, entregué a este diario un artículo criticando a la señora Machado por su ideología neoliberal. Es de esas situaciones poco felices que todo columnista consuetudinario conoce; y no porque no fuese verdad lo que  allí decía, pero ciertamente no era el momento, víspera de un canallesco atropello contra los derechos cívicos primarios de una líder que allí mismo yo tildaba de valiente y honesta.

Bueno, el gobierno dictatorial tenía ante el proceso electoral del año próximo dos comportamientos posibles: o portarse bien, vale decir adecentar ese proceso, después de haber cometido en los anteriores todo caso de tropelías, inhabilitaciones como la ahora practicada a los derechos de MCM, fragmentación de los partidos para entregarle hasta sus signos distintivos a grupos minoritarios de  alacranes, la barbarie sin nombre de la Constituyente, burdos y ni siquiera razonados fraudes insolentes, como el de la Gobernación de Bolívar y el intento muy sonado y fallido de Barinas, etc.

Si se quiere tener una visión más exhaustiva de las conductas de este delincuente electoral en serie que es el gobierno de Maduro consúltese el informe de la comisión europea sobre los últimos comicios regionales a propósito de la conducta de la dictadura, suma de barbaridades, y eso que se le había permitido venir para demostrar los avances del régimen en materia electoral. Es su naturaleza.

La otra opción que tenía el madurismo, que parece prevalecer, es la de hacerse cada vez más nicaragüense –una de las dictaduras más sorprendentemente arbitrarias, aún en un continente rico en experiencias despóticas–. Golpear sin discursear y rápidamente a todo aquel que quiera levantar su voz contra la barbarie de esa pareja de vampiros políticos aposentados en el poder, que lo monopoliza de manera absoluta. Desde el más notable representante de la Iglesia Católica hasta el escritor más destacado del país y uno de los mayores de la región, han sido atropellados sin mediar el menor prurito. En cuanto a elecciones propiamente el método es muy simple, disparar contra todo aquel que quiera competirles y punto. Tal parece que nos sumamos ya sin matices a esa barbarie. Lo de María Corina es un excelente indicador.

Ahora bien, no es una característica menor de esta escogencia es que ella significa el rompimiento con Occidente, que tanto ha hecho para convencer al dictador que solo elecciones libres y diáfanas pueden hacer que Venezuela sea lo que se llama un país y pueda emprender un proceso de saneamiento de su cuerpo casi deshecho. Posición con la que el gobierno ha coqueteado y hasta diálogos privados ha tenido con lEstados Unidos. Y significa su alineamiento con sus nuevos e incondicionales amigos, muy poderosos por cierto: Rusia, China, Irán, etc. Estos no reparan en esas violaciones legales que ellos mismos, y por diversos caminos, suelen practicar en sus predios. Muy mal se haría en olvidar este novedoso escenario internacional en esta hora en que la geografía del planeta tiende hacia novedosos equilibrios, algunos siniestros.

Hipotéticamente podríamos decir que María Corina gana las primarias y es posible que gane con muchos votos como consecuencia de este vil atropello. ¿Y entonces qué podrá hacer la inhabilitada y la oposición en general? Esa es la cuestión para pensarla con tino y valor, con valor y tino. Tal podría ser la clave de la liberación, en todo caso para luchar coherentemente por ella. Lo de los amigos y enemigos internacionales hacen particularmente dramática la cuestión.

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