Empoderadas, guerreras, valientes,emprendedoras, luchadoras y amorosas. Así son las madres venezolanas, quienes no le temen a enfrentarse a las dificultades que se les pueden presentar al momento de ejercer su rol de mamá.
En muchos casos la maternidad puede ser planificada y con un compañero, pero no es la regla para todas las mujeres.
A un gran número les sucede de manera repentina, inesperada y sin una pareja, como le tocó a la redactora y productora de Telesur, Carla Aular. A los 23 años de edad se enteró de que estaba embarazada de dos bebés.
Como muchas, en algún momento se imaginó tener morochos, pero jamás pensó que se hiciera realidad. “Nadie se espera dos de un sólo jalón”, comenta Carla al recordar que la noticia la tuvo en shock leve. La tarea de ser mamá de dos la tuvo que asumir sola, pues su familia está fuera de Caracas. Considera que es un proceso que atraviesan muchas mujeres luego del nacimiento de sus hijos y la mayoría no está preparada para ejercer esa etapa.
A Carla también se le sumaron los problemas económicos, lo que la llevó a dejar su relación y enfrentar al mundo con sus muchachos. “Soy madre soltera, no tengo ninguna relación afectiva con el padre de mis hijos, sin embargo, con el tiempo ha estado presente”, acota. Uno de los mayores retos de la maternidad fue amamantar a Inawa y Río. “Es una experiencia maravillosa, pero también desgastante”, afirma.
Para ella la lactancia y la maternidad en general son las ambivalencias más grandes de la vida, pues “son hermosas y al mismo tiempo tan exigentes, hay momentos donde solo quieres escapar y huir”, sostiene.
Su clave es tomarse un respiro y volver con todo el amor para sobrevivir a la montaña rusa de ser madre. La movilidad con dos bebés, de un año y seis meses de edad, en la ciudad es todo un desafío al que se enfrenta diariamente.
En transporte público con coche en mano y morrales acuesta, lleva los niños a la guardería en Parque Central para luego ir a su trabajo en Boleíta. Por las tardes recoge a sus hijos y toman el camino a casa.
Con el tiempo ha aprendido a perfeccionar su labor como madre de morochos. No obstante, afirma que el punto clave es pedir ayuda esté donde esté. “Siempre se necesita a la tribu, a las amigas, a un compañero”, resalta.
El tema económico con dos chamos es bastante exigente para la joven. Sostiene que cuando se ve ahogada siempre se llena de fe porque como dicen las abuelas: un niño siempre viene con un pan debajo el brazo.
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