Luis Beltrán Guerra: Joe Biden, ¿entre ninguno, algunos, pocos o muchos?

Las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos dejaron rastros preocupantes, hasta el extremo de que para algunos sacudieron los cimientos de una de las democracias más estables del mundo.

Se trató, sin dudas, de una contienda electoral problemática, particularmente, por la personalidad atropellante de Donald Trump y la reposada de Joe Biden, hasta el extremo de que el primero todavía predica que ganó y el actual presidente, con más experiencia política que aquel, se ha refugiado en la quietud propia del oficio para no hablar del tema. En criterio de algunos cuantos “a fateful issue”.

Los conflictos en política, como se escucha, suelen ser temáticos, pero que a lo largo terminan resolviéndose. Sin embargo, si se les escrutan en la actualidad no dejaría de preocupar dada la crisis que confrontamos. La escritora Anne Applebaum ha escrito el Ocaso de la democracia, en el que denuncia al partido Ley y Justicia en Polonia de haber desconocido la Constitución al nombrar a los nuevos jueces del Tribunal Constitucional, y al redactar una ley para castigar a los magistrados cuyos veredictos contradijeran la política del gobierno. También, agrega, sustituyeron a funcionarios por incondicionales a la organización, despidieron a generales del Ejército, así como a diplomáticos, y destruyeron las instituciones culturales. En igual sentido, Lluís Bassets titula “La democracia agonizante” con referencia a la de Estados Unidos y señala que republicanos e intelectuales, también, conocidos como “neocon”, temen brotes de violencia e incluso un “golpe” antes de las elecciones presidenciales de 2024”. Evidencias de que “an institutional block to the Biden Agenda” pareciera inocultable, dañinas ante las elecciones de 2022, que suelen penalizar a los gobiernos de turno. Y a lo cual se suma la titánica lucha que adelanta “Mr. Trump” por volver a The White House.

En qué medida el cuestionamiento a Biden se alimenta del “neoconservadurismo”, cuyas características, para “the media”, pasan por fuerzas militares destinadas exclusivamente a la defensa de Estados Unidos, el individualismo, el cristianismo, dura lucha contra el comunismo y el colectivismo, control migratorio y cuestionamiento a las políticas tributarias. Preocupa que pareciera no tomarse en cuenta, como desde la propia instancia presidencial se ha acotado en fecha no muy lejana, que “la vida política en América ha pasado a ser un crudo llamamiento al odio, al miedo y al resentimiento”. Y que el discurso concluye “hasta el punto de que estamos preocupados por nuestra nación y el futuro” (George W. Bush, aniversario del 11-S).

A Biden se censura adelantar un régimen humano para controlar a las fronteras, explosivas, pues quiénes terminan poblándolas provienen de países en los cuales lo que abunda es, precisamente, “la miseria”, Asimismo, una no cuidadosa evacuación de las tropas de Afganistán, con respecto a lo cual, tal vez, se preguntó ¿por qué y para qué estamos allá? También, “the package of $ several trillions”, conceptualmente, quizás, un símil del Plan Marshall, a la espera de 60 votos en el Senado cuando se cuenta, únicamente, con 48, situación que ha llevado al presidente a un “hearing” en su vieja casa parlamentaria, donde ha debido reiterar lo complicado que es “el arte y ciencia de gobernar”, inclusive, al propio “Congreso”. Ni siquiera ha logrado la totalidad de los sufragios de su partido, prueba de que hay “demócratas no tan liberales”, conscientes de que el “check and balance”, como que tiene su “ratio”, aunque algunas veces “pasiones interesadas”. Irracionalidad que desvela al “jefe del Estado”. Se lee, incluso, que “la división entre (demócratas) progresistas y moderados se ha transformado en guerra abierta a causa de la tramitación de los dos planes de infraestructura, el ADN de su presidencia”. Ello aunado con índices de popularidad mínimos, en criterio de Robert Kagan, induce a afirmar que Biden tiene el enemigo en casa (The Washington Post, octubre, 2021).

El premio Nobel de Economía Paul Krugman censura las posiciones neoconservadoras, recordándoles los esfuerzos que han de hacerse frente a la crisis. Entre sus mensajes: “El gasto de Biden no es irresponsable y no lastrará el crecimiento, la nación necesita desesperadamente invertir en su gente, las crisis fiscales que los alarmistas de la deuda han predicho nunca se han producido, los republicanos no aceptarán programas públicos a no ser que ofrezcan opciones especulativas. La experiencia refuta que la prosperidad depende de no subir impuestos a los poderosos, los tributos no destruyen fuentes de trabajo, pero la carestía de servicios sí y “el Estados Unidos  empresarial presiona a favor del desastre climático”. Es uno de los pocos, según pareciera, defendiendo lo que el gobierno ha propuesto.

Palabras alentadoras encontramos en las páginas finales de Applebaum, para quien “las democracias liberales siempre han exigido participación, tolerancia, esfuerzo y lucha ciudadana ante la posibilidad del fracaso. Pero, igualmente, que la historia irrumpirá para reorganizarnos. Alternativas arrastrarnos consigo, pero al abrirnos camino a través de la oscuridad, descubriremos que juntos podemos oponerle resistencia.

El optimismo de Anne, hoy sometido a la crisis energética y financiera que golpea, como lo asoma su colega, el destacado venezolano Miguel Rodríguez, sugiriéndonos el artículo “Stock, Bond and Real State Prices Are All Uncomfortably High”, por Robert J. Chiller. Nosotros humildemente agregaríamos: “Vuelve el miedo a una nueva burbuja inmobiliaria mundial”, de Sandra López Letón.

¿Rezaremos?

Sí. Y a Dios y todos los santos.

Para que nos ayuden a “no perder la fe”.

@LuisBGuerra

El Nacional

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