El hombre parece sembrado en la trayectoria de lo pasado, una que conduce a ninguna parte. El hombre se queda sin los amarres del pasado y sin una definición del porvenir. Es una auténtica contracción del futuro definido en la especulación ficcional desde el ángulo tecnológico, pero absolutamente vacío sobre la perspectiva del futuro humano.
Ante la intemperie el hombre está tendiendo a sumirse en la simplicidad. Existe un mundo pasado y otro que no termina por definirse. Quizás la única distancia que sobrevive es esta. Ella se manifiesta en el lenguaje, uno sembrado de denominadores de sujetos tecnológicos novedosos, pero, al mismo tiempo, lleno de esquemas mentales viejos. El lenguaje que se habla por parte de quienes ejercen la dirección en diversos ángulos del quehacer social suena como si proviniese de una dimensión equivocada.
Los llamados dirigentes consideran que mantener su condición los ancla en los viejos modos y en las viejas maneras. Son incapaces de ejercer liderazgo planteándose la asunción de nuevas formas. Perviven en la limitación para idear. Así, la información que generan es estereotipada y sin significado para una población cansada y harta de escuchar la repetición. Es más, manipulan, convirtiéndose en apariencia maquillada.
Las anteriores convicciones lucen desgastadas, perdida toda su capacidad explicativa y de protección. La expresión sobre el deterioro de las instituciones se ha hecho lugar común, pero las que muestran debilidad extrema son las políticas, de manera que las viejas formas jurídicas se han deshilachado y los intermediarios han perdido toda capacidad de dar excitabilidad y coherencia.
Al futuro no se le pueden dar formas inmóviles. Al futuro se le da forma ejerciendo el pensamiento bajo la convicción de una voluntad instituyente en permanente movimiento que afronte el laberinto propio del siglo XXI, pues la mezcla de elementos previsibles e imprevisibles, fortuitos, causales o indeterminados, replantea con toda su fuerza el cabalgar fuera de dogmatismos.
No puede pretenderse la aparición de un nuevo cuerpo de doctrina infalible y totalizante. La tarea de los pensadores de hoy no es entregar un diseño de sociedad del futuro, sino crear ideas para que el hombre protagonice.
@tlopezmeléndez
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