Luis Felipe Pellicer
La verdad es que para mí siempre fue un misterio la razón por la que los profesores de bachillerato insistían en que no podíamos usar en la redacción de los trabajos los calificativos bueno o malo para referirnos a alguna situación o resultado de una investigación. Por ejemplo, si uno escribía “los derrames petroleros son muy malos para el ambiente”. De inmediato te lo tachaban y escribían debajo: “negativos” o “afectan” (para eso es que sirve el bendito interlineado que exigen). Al parecer la razón era que nos acostumbráramos a usar un lenguaje neutral, objetivo, propio de la ciencia.
Uno criado toda su vida con una gente mayor que le decía que tal cosa era mala y tal otra buena, sentía el choque de la objetividad científica en lo más profundo de su alma, porque el “paradigma” cambiaba extremadamente, ahora no había cosas buenas, ni malas sino la amoral realidad dada.
Si a un profesional de la historia a usted se le ocurre decir que en 1492 se inició un proceso de saqueo, robo, rapiña, expoliación, exterminio, esclavización y etnocidio contra los pueblos indígenas del Abya Ayala. El profesor o profesora le dirá que esa es una mirada sesgada del acontecimiento. Que lo que sucedió fue “el relacionamiento inicial indo-hispano” o “la incorporación de América al sistema capitalista mercantil” o el “establecimiento de los núcleos primeros y primarios de implantación”.
Baste que les toque a esos historiadores hablar de las rebeliones de indios y negros contra la opresión del conquistador. Ahí se les acaba el algodón hidrófilo y el alcohol isopropílico, comienzan a botar sapos y culebras: La primera rebelión republicana de gente afro liderada por José Leonardo Chirino se convierte en una “revuelta de negros acicateados por el aguardiente. La rebelión de Andresote se transforma en una cuerda e’ negros irrespetuosos, ladrones y asesinos. Nada más porque se defendieron contra unos tipos que le querían someter a la esclavitud y acabar con la vida armónica que vivía su pueblo cimarrón. Los indígenas que se defendían de los ultrajes y malos tratos son naturales, salvajes, “desprovistos de fe y policía”.
Y así pare de contar. Por fin entendí por qué el lenguaje científico no quiere usar bueno o malo. Porque la ciencia es la nueva religión que debe ocultar la maldad de los nuevos dioses del capital o el mercado y sus sanguinarios mecanismos de poder. Los derrames petroleros sí son malos porque matan y el capitalismo también.
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