Superadas las festividades navideñas, vuelvo los ojos hacia el último de los hitos de este ciclo, la Epifanía del Señor, así llamada por ser el momento en que el Mesías se manifiesta o se da a conocer a la humanidad entera, representada por tres hombres pertenecientes a tres etnias diferentes: los Reyes Magos.
Se subraya así el carácter universal de la salvación: Jesús ha nacido para todos los hombres, independientemente de su origen o su raza.
Este episodio constituye apenas uno de las múltiples manifestaciones de Jesús que registran los Evangelios, entre las que se destaca la Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán (Mateo 3:13-17) y la Epifanía a los discípulos y la transformación del agua en vino durante la boda que se celebraba en Caná, lo que marcaría el comienzo de su llamada vida pública (Juan 2:1-12).
Fue en torno al siglo IV cuando la Iglesia comenzó a celebrar el 6 de enero la Epifanía a los Reyes Magos, despojando así de su carácter pagano a las celebraciones que hasta entonces habían venido realizándose para venerar al sol durante el solsticio de invierno.
En España, país en el que actualmente se encuentra radicado cerca de medio millón de venezolanos, la festividad de la Epifanía es, probablemente, la más importante del año, sobre todo a nivel familiar, se trate de creyentes o no.
Rituales que en América suelen llevarse a cabo el día de Navidad, tales como el intercambio de regalos, se desplazan en el calendario español al día 6 de enero, momento en que los niños encuentran al despertar los anhelados juguetes que en otras latitudes reciben a través de Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel, y en nuestro país, más concretamente, a través del Niño Jesús. No solo se trata de un momento de importante actividad comercial, que dispara el inicio de las rebajas en el país, sino que la propia celebración involucra una considerable erogación.
La sola disposición de la Plaza Cibeles para acoger la llegada de sus Majestades a Madrid supuso el pasado jueves la instalación de gradas con capacidad para albergar diez mil quinientas personas. La llamada “Cabalgata” (originalmente los Reyes efectuaban este recorrido a caballo) partió a las seis y media de la tarde de la plaza de San Juan de la Cruz y continuó a través del Paseo de La Castellana a lo largo de tres kilómetros.
El costo del festejo, en el que participaron las bandas de la Universidad del Norte de Iowa y de la Escuela Secundaria de Pittsburg, centenares de actores y varios elefantes mecánicos, suele rondar varios centenares de miles de euros.
En medio de la algarabía, Melchor, Gaspar y Baltasar atravesaron la ciudad en sus respectivas carrozas, flanqueados por los ciudadanos que se aproximaban para verles pasar y que tendían las manos para recibir los caramelos que arrojaban en el trayecto, tal como sucedía en nuestro país antiguamente durante el Carnaval ante el reclamo de los niños que coreaban el proverbial “¡Aquí es!
Cada sociedad tiene sus propias celebraciones y esta, que ahora compartimos los venezolanos radicados en España, no deja de tener su encanto, al constituirse en un momento de encuentro familiar en una ocasión para expresar el afecto a través de los obsequios y, al mismo tiempo, hacerlo sin desvirtuar la naturaleza religiosa de la Nochebuena y sin desplazar la atención hacia otros asuntos más mundanos durante la Navidad.
En materia de Epifanías, ojalá tengamos la luz necesaria (uno de los dones del Espíritu Santo) para poder percibir todas las formas en que Dios se manifiesta en nuestra vida, todas las bendiciones que recibimos y, en consecuencia, podamos sentirnos dichosos y agradecidos.
linda.dambrosiom@gmail.com
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