Las ruinas prehistóricas de Jericó declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad

El Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO ha aprobado este domingo lo que una ministra israelí, Orit Struck, advirtió de que sería una “desgracia”: inscribir como patrimonio de la Humanidad en Palestina unas ruinas neolíticas cerca de Jericó, en Cisjordania. El comité ha tomado la decisión ―que el sector más derechista del Gobierno de Benjamín Netanyahu llevaba semanas tratando de evitar― en la convención anual que celebra en Riad. Es uno de los 53 espacios naturales y culturales cuyas candidaturas estudian los 21 Estados miembro del comité hasta el próximo día 25.

Tel es-Sultan es uno de esos lugares que suele fascinar más a arqueólogos que a turistas. Es un montículo (tel, en arqueología) ovalado con restos de actividad humana de hace unos 10.000 años hasta su abandono, en torno al siglo VII antes de Cristo. Es decir, un asentamiento permanente en época neolítica que da cuenta de la enorme revolución que supuso la adopción de la ganadería y la agricultura por los cazadores-recolectores, y en el que se han encontrado calaveras y figuras empleadas con un sentido simbólico-religioso. El lugar suponía una suerte de atractivo oasis con suelos fértiles y fácil acceso al agua del río Jordán. De hecho, la UNESCO ha incluido también un pequeño manantial perenne al otro de la carretera llamado Ain es-Sultan.

Jericó aparece en la Biblia hebrea (que equivale al Antiguo Testamento) como escenario de un conocido episodio. Se trata de la primera batalla de los israelitas en la conquista de Canaán, en la que unas famosas trompetas (hechas de cuerno de carnero) derrumbaron sus murallas.

Durante la sesión de este domingo, el subdirector general de Cultura de la UNESCO, el exministro chileno Ernesto Ottone, aclaró que la nominación corresponde a Tel es-Sultan, y no a “posteriores desarrollos históricos” que “constituyen un rico contexto cultural digno de interés histórico y preservación y que cubren entre otras la herencia judía y cristiana”. Se refería tanto a la antigua ciudad de Jericó construida a dos kilómetros del lugar ―con las ruinas de los palacios de invierno de los reyes hasmoneos y Herodes el Grande, y una de las sinagogas más antiguas― como a las ruinas medievales, principalmente de iglesias bizantinas, que existen dentro de la ciudad moderna, precisa a este periódico una fuente diplomática, que subraya que la decisión fue aprobada por unanimidad.

El Ministerio israelí de Exteriores ha indicado en un comunicado que la considera “otra señal del uso cínico palestino de la UNESCO y de la politicización de la organización”, pese a la aclaración sobre los distintos lugares y a los “muchos y sinceros esfuerzos” de su directora general, la exministra francesa de Cultura Audrey Azoulay, por “equilibrar” la decisión.

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