23 de noviembre de 2024 7:12 AM

Eddy Reyes Torres: La tronera de Lácteos Los Andes

Cuando escribo tengo a mano diecinueve diccionarios diferentes. De todos ellos consulto con alguna regularidad tres: el Diccionario de la Real Academia Española, el Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos, y el Diccionario del Habla Actual de Venezuela. Así, antes de hacer mención a la “tronera”, recurrí al DRAE para su verificación. Allí me topé con seis entradas referentes a sus diversos significados. En la quinta de ellas encontré el siguiente señalamiento relativo al uso del término en dos países (El Salvador y Venezuela): “Hueco o agujero grande”. Ese, precisamente, es el meollo del asunto que deseo resaltar en mi columna de hoy.

Pero antes de adentrarme en el tema en cuestión quiero pedir a mis lectores que no saquen falsas conclusiones acerca de mi metodología de trabajo y cualidades al escribir. Por ejemplo, no me precio de tener una ortografía perfecta. Aunque leo y reviso múltiples veces lo que redacto, en ocasiones salto por encima de algún gazapo sin detectar el error. Eso ocurre porque en ocasiones leo lo que por lógica me dicta la mente pero no lo que está escrito en la página. Entonces, es gracias a mi bondadoso corrector y amigo, el escritor y poeta José Pulido, que sorteo mis puntuales yerros. Sólo me reconforta saber que el venerado Gabriel García Márquez y otros memorables escritores padecieron del mismo mal. Dicho lo anterior, pasamos al tema que nos ocupa hoy.

Nos embebece lo sucedido en Lácteos los Andes. Pero debo resaltar que ello es una derivación de la fiebre expropiadora de Hugo Chávez durante el lapso que va de 2005 a 2009, así como de las falencias de los órganos de control del Estado en tiempos de revolución. En ese corto período de tiempo el líder de Sabaneta ejecutó un total de 762 expropiaciones, las cuales incluían significativas empresas y terrenos. En marzo de 2008, el entonces gigante productor de leche y sus derivados fue expoliado por la revolución.

Al igual de lo que sucedió con Petróleos de Venezuela en virtud de los malos manejos de sus administradores revolucionarios, las expropiaciones que se realizaron entonces también devinieron en rotundo fracaso. Ejecutado el atropello y visto sus destructivos efectos, la alta dirigencia revolucionaria se asombra con lo ocurrido pero sigue actuando con yerro. Esto último es algo que ya no sorprende a nadie.

Las preguntas que hay que hacerse en el caso de Lácteos Los Andes son sencillas: ¿Cuál fue la labor cumplida por el órgano de control interno de la empresa? ¿Se contrataron servicios de contralorías externas? ¿Cuántas inspecciones realizó la Contraloría General de la República en dicha organización desde que la misma pasó a manos del Estado venezolano?

En los 27 años que trabajé en el Banco Central de Venezuela, incluyendo unos pocos del gobierno de Chávez, el ente siempre contó con una calificada estructura de control interno y el riguroso examen de especialistas externos designados por los miembros del Directorio. Puntualmente la Contraloría General de la República llevó a cabo inspecciones cuando se construyó el complejo de la Casa de la Moneda, en la ciudad de Maracay. Todas las investigaciones y revisiones que entonces se hicieron pusieron en evidencia la pulcritud con que se realizó dicho proyecto. La interrogante que surge ahora es la siguiente: ¿por qué una revolución tan linda como esta no ha hecho nada cercano a lo anterior? Mi respuesta es múltiple: desidia, incompetencia, mala gestión, alcahuetería y complicidad a diferentes niveles.

La gestión del coronel Luis Augusto Piligra al frente de Lácteos Los Andes ha puesto en el tapete su condición de persona poco hábil y en el fondo tonta. Su estafa pone de manifiesto su defectuosa realización. Ese burdo proceder lo coloca a muchísima distancia del maestro del delito Alphonse Gabriel Capone, más conocido como Al Capone. A leguas se nota que hizo lo indecible para ser descubierto rápidamente en sus fechorías. Para los malandros más conspicuos del país, por ejemplo esos que operan en la Cota 905 de Caracas, él es una raya, una persona que lleva a cabo acciones que lo hacen quedar en ridículo y que conducen a que lo apresen rápidamente.

En la declaración que hizo el fiscal del Ministerio Público Tarek William Saab sobre la tronera en Lácteos Los Andes se dijo que resultaba aborrecible que funcionarios nombrados para ejercer cargos estratégicos, con el fin de generar beneficios al pueblo y minimizar las consecuencias de las sanciones, se dedicaran a delinquir. Lamentablemente el ciudadano fiscal omitió explicar la razón por la cual el propio gobierno designó al susodicho para ese cargo, siendo realmente un hombre de armas y que, para colmo, no fue capaz de crear una estructura externa especializada para su supervisión. ¿Acaso realizó estudios en el área de administración de empresas? O, sencillamente, ¿tuvo un padrino dentro del componente militar que también se benefició con su posición?

Según Saab, Piligra fanfarroneaba regularmente con tener altísimas sumas de dinero, así como yates, apartamentos, fincas y avionetas de altos costos. Pero lo que no quisieron ver muchos de su entorno fue que, en un corto período, el “deslumbrante” militar estructuró una red de empresas donde figuran familiares y amigos en condición de accionistas y representantes legales suyos. Toda esa manada hacía negocios directos y con sobreprecios con Lácteos Los Andes.

Lo cierto es que la película se repite constantemente en todos los predios revolucionarios sin que el alto gobierno pueda hacer algo, ya que siempre está muy ocupado en sus quehaceres contra la oposición y el mundo democrático.

Lo más triste de toda esa trama rocambolesca es que una modesta trabajadora de la antes citada empresa fue la que informó a Maduro de las malas mañas del coronel. Gracias a su denuncia todo volverá a la normalidad. De entrada, el conductor de Miraflores tomó la decisión de que los obreros de la empresa, personas con una formación revolucionaria intachable y propia del mundo comunista retrógrado, sean incorporados a la Junta Directiva de la compañía.

¿Acaso el gobierno aspira a que en virtud de esa última medida se hable y escriba en los predios de Wall Street sobre su extravagante e insólita decisión?

El Nacional

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