El presidente de Brasil, Lula da Silva, con la intención de resucitar Unasur, reúne a presidentes y cancilleres de Sudamérica y entre las cosas que dice, algunas que son las mismas que siempre suelen decirse en eventos de este tipo, les presenta a los dignatarios asistentes, con respecto al régimen político venezolano, una posición que niega el carácter, la naturaleza y el signo autoritario del régimen madurista e intenta blanquearlo calificando la situación política, social y económica venezolana devenida durante los más de veinte años de chavismo como una narrativa inventada, por la derecha venezolana, en la que se califica al régimen madurista de autoritario y antidemocrático. Lula, que ahora se presenta como filósofo del lenguaje, cosa que todos ignorábamos, le sugiere a Maduro que deconstruya tal narrativa y que cree la propia y afirma que: “Ustedes tienen medios como deconstruir esa narrativa”.
De verdad, ya es rutinario, en este su tercer mandato, observar que Lula da Silva se conduce como un cretino, es decir, un necio que se solidariza automáticamente con los que dicen tener su mismo código ideológico. Ya es escándalo la posición de apoyo a la invasión rusa a Ucrania y la calificación de Zelenski como responsable de la guerra.
No hay posibilidad alguna, por parte del régimen, de deconstruir la supuesta narrativa inventada, porque, no hay manera de deconstruir las evidencias de la realidad que justamente dan cuenta de manera “absoluta y redonda como la luna llena” que el régimen madurista es un régimen autoritario y antidemocrático, es decir, una dictadura.
Además, hay un aspecto que el presidente brasileño no toma en cuenta ( y cómo hacerlo) y es que, como señala Javier Marías “En tu rostro mañana”: “contar es un vínculo de confianza” y, confianza, es precisamente, una de las cosas de las que adolece el régimen lo que ha producido una pérdida por completo de su “situación autorizada” y de las “condiciones de aceptabilidad” de su narrativa.
Una “situación autorizada” y “condiciones de aceptabilidad” presupone: un emisor legítimo, es decir, que sea reconocido por sus receptores. En otras palabras, el régimen madurista, carece de legitimidad de origen, no porque no haya “ganado” unas elecciones (cuestión de la que todavía hay dudas) sino que ha perdido reconocimiento de la mayoría de los venezolanos y el discurso que el régimen esgrime no produce “su efecto principal que es el de hacer creer, el de hacer respetar, el de hacer admitir, aunque lo que se dice no se entienda”, todo esto en palabras de Pierre Bourdieu
Maduro y el régimen que él encabeza carece, entonces, de un lenguaje autorizado.”. Esta carencia hace que la narrativa que propone Lula no funciona y no funcionará, porque, lo que está roto es la relación de autoridad que debe existir entre un emisor de (y con) autoridad (que no existe) y receptores que estén dispuestos a recibir lo que se dice como cierto y que merece ser dicho.
Ahora, lo que Lula le propone a Maduro que haga, ya el régimen lo ha hecho, o ha tratado, reiterativamente, de volver hacer: Recrear las condiciones y los tiempos de la hegemonía chavista que tenía al frente a Chávez como portador de una enorme capacidad comunicativa, que hacía que su palabra fuese social y políticamente aceptable: Era la narrativa que se impuso bajo su palabra. Pero, la crisis rebasó el ámbito de validez del régimen y los venezolanos se encargaron de deconstruir la narrativa revolucionaria y, la dictadura, empezó a existir como una realidad para los venezolanos porque todos perdimos el temor de nombrarla.
En ese contexto es imposible construir una narrativa madurista que logre imponerse como representación social dominante de lo que no es.
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