21 de noviembre de 2024 1:30 PM

Teódulo López Meléndez: La era del vacío con camisa de fuerza

La democracia implica el interés por lo colectivo y es, en el fondo, incompatible con el egoísmo. Si el interés colectivo, en esta forma de gobierno, está por encima del interés particular, podemos comenzar a entender por qué la democracia presenta resquebrajaduras. La “realidad real” de lo social ha sido sustituida por la “realidad fantasmagórica” de la cobardía.

No hay duda del resquebrajamiento del lazo social, como no hay duda de la mediocridad de nuestro tiempo. El mundo se ha hecho estéril y con él la forma ideal de organización política, la democracia, sólo que tal declive parece no angustiar al común, sólo a una minoría alerta. Es que en este mundo mediatizado sólo se está disponible para la trama manipuladora y la democracia ha pasado a ser víctima de ella.

Así, la política está obligada a desdibujarse, no puede haber instituciones de ella derivadas que se mantengan pues automáticamente se convertirían en escollos. Estos políticos hechos de rutina, administradores del aburrimiento, se han hecho innecesarios. Las nuevas formas de organización de la manipulación no los necesitan.

Para Gauchet estaríamos entrando en lo colectivo sin colectivo, esto es vamos hacia una democracia contra sí misma y lo explica arguyendo que antes se conjugaban en la ciudadanía lo general y lo particular, o lo que es lo mismo, cada uno asumía el punto de vista del común desde su propio punto de vista. En lo que ahora tenemos prevalece la disyunción: cada uno hace valer su particularidad. La despolitización se alimenta con un falso ejercicio profesional de la política basado en la “demagogia de la diversidad”.

Rancière nos propone rescatar la política como “fenómeno pensable”, en su “operatividad como acontecimiento”. Es decir, liberarla del sentido centrado en una filosofía de la historia y de su carácter superestructural. Acontecimiento es lo que detiene la mera sucesión de los hechos y exige una interpretación, es lo que intuye el conflicto y da lugar al desacuerdo necesario; es evidente que sin desacuerdo no hay política pues integra la racionalidad misma de la interacción. Estigmatizar al desacuerdo es el acoso que vivimos las víctimas de la nueva politiquería. Parafraseando a Rancière podríamos decir que cuando la llamada Plataforma Unitaria se declara en camisa de fuerza viene la Ley contra el Fascismo.

@tlopezmelendez

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