La derecha ha ganado las elecciones italianas y se perfila para volver al poder una década después. Las urnas, con una abstención récord, abren también la puerta a que la derecha más dura, la de Giorgia Meloni, llegue a Palazzo Chigi por primera vez en la historia, cerrando para siempre una era, la que la República inauguró sobre el pilar del antifascismo con las cenizas de la Segunda Guerra Mundial aún humeantes.
Espectador de Caracas/ El Mundo
Los sondeos a pie de urna, en línea con todas las encuestas de las últimas semanas, apuntan a una victoria clara de la llamada coalición de centro derecha (Hermanos de Italia, Liga, Forza Italia) con en torno al 43,5% de los votos. La coalición del centro izquierda, que une al Partido Democrático de Enrico Letta con los ecologistas y la escisión liderada por Luigi di Maio, lograría un 27,5% y el Movimiento Cinco Estrellas, que optó por concurrir en solitario, entre el 15 y el 18%. El Terzo Polo, la opción centrista del ex primer ministro Matteo Renzi y Carlo Calenda iría a continuación con cerca del 8% de los votos.
Según la RAI, Hermanos de Italia tendría entre un 22 y un 26% en la Cámara de Diputados. El PD, del 17 al 21%. Cinco Estrellas, del 13.5 al 17,5. La Lega, del 8,5 al 12.5. Y el Terzo Polo, del 6,5 al 8,5, como Forza Italia. La de Mediaset es muy parecida, con Fratelli entre el 22,5 y el 26,5 y el PD con 17-21%.
El porcentaje de voto, sin embargo, es engañoso. Sobre esa base la unión de la izquierda, el centro izquierda y el centro estaría por encima, pero el sistema italiano es mixto, parte mayoritario y parte proporcional, y las estimaciones de los expertos indican que con esas horquillas la derecha obtendría cómodamente la mayoría absoluta,. La horquilla de la RAI da entre 237 y 257 diputados en la Cámara sobre 400.
Pero incluso si fuera así, no hay nada firme tampoco. En las próximas semanas los partidos deben negociar para escoger la presidencia del Senado y de la Cámara de Diputados, y después el presidente Sergio Mattarella hará una consulta con todas las fuerzas y designará a la persona que tenga más posibilidades para que intente formar un Ejecutivo. Podría y debería ser Meloni, que se convertiría en la primera mujer al frente del Ejecutivo y además la primera ministra más a la derecha del país desde Mussolini, pero aunque raro y casi impensable, no es imposible que sea otra cosa. Para conocer los resultados definitivos habrá que esperar hasta el martes o el miércoles, con el recuento de los votos del exterior. Y para el desenlace palaciego al menos hasta finales de octubre o principios de noviembre.
EL «PARTIDO DE LA ABSTENCIÓN»
La participación, ocho puntos más baja que en 2018 al final de la tarde, ha caído a niveles sin precedentes, en línea también con la desidia y falta de interés palpable en los últimos meses. La derecha había multiplicado esfuerzos porque temía que los suyos se quedaran encasa, y la izquierda había hecho un esfuerzo ingente en el sur en las últimas semanas para intentar empujar a los colegios, pero el resultado ha sido nefasto. En ciudades como Nápoles la participación se ha quedado en el 40%. El ‘Partido de la Abstención’ tiene más fuerza que todas las demás y los resultados muestran que, una vez más, la incapacidad de la fragmentada izquierda de comparecer unida, incluso cuando anuncia la llegada del lobo, es demoledora
El resultado, aunque esperado, supone un giro notable. La última vez que la derecha ganó las elecciones y pudo llevar a su líder en solitario a Palazzo Chigi fue con Silvio Berlusconi, que cayó en 2011 y no ha salido de la oposición. Desde entonces habían sido todo gobernantes tecnócratas (Mario Monti, Mario Draghi) o de izquierda (Enrico Letta, Matteo Renzi o Giuseppe Conte), aunque la Lega fuera parte del equipo de este último.
En 2018 las elecciones las ganó, con mucha diferencia, Cinque Stelle, que llegó al 32,7% de los votos. Cuatro años y un Mario Draghi después se hunden según las estimaciones finales al 18%. El Partito Democratico, segundo en 2018, se mantiene en los mismos niveles, sobre el 18%. La Lega, que con un Salvini más pujante llegó entonces al 17,4% bajaría ahora casi a la mitad, trasvasando sus bases a Meloni. Y lo mismo le pasa a Berlusconi, que bajaría del entorno del 14% de las últimas generales al 7%, aproximadamente
Hermanos de Italia, creado en 2012 por Meloni, que fue diputada de la Alianza Nacional de Gianfranco Fini y ministra de Juventud con Berlusconi, ha revolucionado el panorama. El 2018 consiguió poco más del 4% de los votos, apenas por encima del umbral mínimo para lograr representación, pero ahora se ha impuesto multiplicando por cinco aquellos resultados. Un partido de origen, inspiración y todavía reminiscencias postfascistas que ha sabido vender una idea de moderación en los últimos tiempos y ha sabido canalizar la ira, la frustración y el agotamiento de los ciudadanos.
Con todo, la victoria en las urnas es sólo la primera parte, y no forzosamente la más difícil. Ahora se abren las negociaciones y en ese rol Fratelli no tiene la experiencia de sus aliados y de sus rivales. La coalición quiere la presidencia de las dos cámaras pero eso requiere habilidad diplomática y saber coordinar sensibilidades y repartir cargos.
Berlusconi, de vuelta ya de todo, fue grabado este domingo con unos simpatizantes diciendo que Salvini era «bueno, pero no ha trabajado nunca», y perfilándose como muñidor en la sombra de los movimientos. «Intentaré ser el director del Gobierno», aseguró. El leguista, encajando bien, respondió poco después en las redes sociales: «diga lo que diga Silvio, yo le quiero igual».
Pero esas buenas relaciones, espoleadas por la victoria, pocos creen que puedan durar mucho. Hoy se abre una nueva fase, pero también empieza la cuenta atrás para la caída del Ejecutivo que aún no ha nacido. La historia contemporánea dice que los gobiernos duran de media poco más de un año, da igual su composición, y los intereses y ambiciones de sus integrantes se demuestran siempre irreconciliables.
SACUDIDA EN EUROPA
La victoria de la derecha dura, de la ultraderecha, es una sacudida en Italia pero puede ser un terremoto para la Unión Europea. Meloni no sólo presume de sus simpatías por Viktor Orban y una deliberada ambigüedad hacia la Rusia de Vladimir Putin, sino que aboga por una Unión más pequeña, que devuelva competencias a los estados. Una «Europa de las naciones». Se le suma en la coalición la Lega de Salvini, que forma parte del grupo más radical de la Eurocámara, Identidad y Democracia, y que esta misma semana se ha manifestado en el centro de Roma en la sede de la Comisión Europea pidiendo la dimisión de su presidenta, Ursula von der Leyen. Y luego está Forza Italia, el partido que se ha autoerigido como «garantía de Europeísmo», pero cuyo líder supremo, Silvio Berlusconi, ha conmocionado estos días justificando la invasión de Ucrania y diciendo que Putin «sólo quería sustituir a Zelenky por gente de bien».
En Bruselas temen y prevén choques fuertes en temas económicos, en temas migratorios y una posible pinza con Hungría y quizás incluso Polonia en la cuestión de Estado de Derecho, una alianza ideológica que pueda bloquear temas, vetar sanciones y forzar la retirada de ciertas posiciones comunes. En último año y medio, con Draghi, ha sido todo muy plácido y la Unión se prepara para que vuelvan las turbulencias, pero esta vez no en un momento de calma, sino en medio de una guerra y con una crisis energética mayúscula