Julio César Pineda: La pandemia y lo político

El covid-19 ha sido uno de los fenómenos más importantes de los últimos tiempos que vino a cambiar no solo la dinámica del mundo sino también el comportamiento de los mercados, las decisiones geopolíticas y las alianzas internacionales. Es esta pandemia cuyo origen aún es desconocido, promovió no solo a nuevos protagonistas dentro de la necesidad de cambiar, innovar y transformar a las sociedades. Mientras se daba un confinamiento radical en la mayoría de los países, los conflictos armados, las emergencias migratorias, las crisis financieras y la inestabilidad política seguían desarrollándose, llevando a muchos gobiernos a radicalizar sus vigilancias fronterizas y desviar sus presupuestos para atender emergencias que iban a traducirse en crisis económicas y a un replanteamiento de la economía de mercado. Algunos países se vieron sobrepasados y no lograron superar los retos que esto significaba, mientras que otros aprovecharon la coyuntura para redimensionar la forma de producir y generaron nuevos bienes y servicios. La era digital se fortaleció, el sistema de delivery, el teletrabajo llegó para quedarse y algunas empresas se transformaron en un sistema híbrido a fin de ahorrar costos operativos.

La única gran certeza que se tiene es que el covid-19 llegó para quedarse, el mundo quedó marcado ante el riesgo de una nueva pandemia incluso mayor, las sociedades se radicalizaron e incluso esto incidió en las elecciones de algunos países. Lo vimos en Estados Unidos donde una de las banderas del partido demócrata y de las grandes debilidades dentro de la campaña de Donald Trump fue precisamente la forma en la cual se gestionó el Covid-19 o las elecciones en Brasil donde a solo semanas de una segunda vuelta también la pandemia, el confinamiento y las vacunas ha sido punto obligado dentro de la agenda electoral.

La Organización Mundial de la Salud, así como la misma Organización de las Naciones Unidas adquirieron nuevos protagonismos, pero también el cuestionamiento y la necesidad de transformarse. Los modelos regionales de integración adquirieron nuevas fuerzas para un trabajo efectivo frente a demandas globales

El covid-19 ha representado un duro golpe a la economía mundial cuya última crisis fue en el 2012 y que no ha permitido una recuperación óptima, obligando a un nuevo sistema de alianzas y a una nueva geopolítica mundial.

Uno de los países que ha logrado transformar el covid-19 en una gran oportunidad es precisamente China, durante las últimas cuatro décadas, China ha desarrollado profundos cambios tanto en su economía como en su política. Así pudimos comprobarlo en la reciente reunión del XX congreso del Partido Comunista. Se fortaleció el poder concentrado en su presidente y Secretario General del Parido XI Yinpin, se ratificó la economía de mercado dentro de una visión capitalista y la necesidad de China de estar presente en todos los escenarios internacionales, expresión de esto es el proyecto OBOR (One Belt One Road) o la Ruta de la Seda, esta se proyecta por la cooperación con varios socios internacionales a lo largo del Cinturón, en particular con los países de Asia Central, y también ha incluido socios de África, Latinoamérica y Europa inclusive. China ha estado construyendo redes interregionales de cooperación que implican la construcción masiva de infraestructura, el libre flujo de comercio, trabajo, capital, personas e información y que fueron útiles para que el país asiático promoviera su estrategia geopolítica en el sistema mundial durante la pandemia del covid-19. La pandemia del covid-19 se planteó como un evento de importancia geopolítica que llevó a evidenciar un desequilibrio entre Estados Unidos y China traducida en rivalidad militar, política, económica y la gobernanza sanitaria.

Otro de los grandes protagonistas en esta nueva era Poscovid-19 ha sido Rusia tanto durante el manejo de la pandemia como después con la invasión a Ucrania y la crisis energética y alimentaria que se ha producido en el mundo. Rusia se presenta como potencia nuclear con capacidad militar y en una estrecha alianza con China.

El presidente Putin supo implementar estrategias que le posicionaron dentro de la dinámica mundial y una fuerte influencia en África, Europa y Latinoamérica. Mientras Estados Unidos durante la administración Trump se separaba de la Organización Mundial de la Salud, China y Rusia continúan apoyando a la organización desde una perspectiva humanitaria y de cooperación dentro del sistema internacional.

Rusia aprovechó la crisis sanitaria para recuperar un espacio geopolítico del que fue relegado mediante las sanciones que se le impusieron por el conflicto de Crimea en el 2014, pero que ahora se le complica por la invasión a Ucrania y las terribles consecuencias no solo para la economía mundial sino para el propio desarrollo y crecimiento de ese país. Rusia está totalmente aislada del sistema internacional, por eso su necesario acercamiento a China.

Mas allá de la pandemia, la guerra en Ucrania es el incidente más grave después de la Segunda Guerra Mundial, solo comparable a la Guerra de los Misiles en Cuba en 1962. Este conflicto ha profundizado aún más las consecuencias de la pandemia e impulsará más el nuevo orden en lo político y en lo económico pasando de la unipolaridad a la multipolaridad y el desplazamiento de la economía del Atlántico al Pacifico, con nuevos marcos jurídicos, más allá de los Acuerdos de Bretton Woods y nuevos marcos ideológicos frente al liberalismo. La nueva geografía mundial permitirá fortalecer cuatro polos de poder, el poder económico, China, Rusia, Estados Unidos y Europa. La nueva guerra fría continuará siendo entre Estados Unidos y China en un equilibrio de rivalidades en el mar, en la tierra, en el espacio y en la big data.

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