Juan Manuel Trak advierte que es deseable que los partidos abran camino a la renovación de sus liderazgos

La pugna por las candidaturas en la Plataforma Unitaria de la oposición ha dejado en evidencia otro de los profundos desacuerdos que existen en el seno de las fuerzas agrupadas en torno al llamado G4 , como es la de las cuotas de poder a la que aspira cada partido de la coalición y sus respectivos dirigentes nacionales.

Por: El Espectador de Caracas con información de TalCual

Mientras en el municipio Libertador, Roberto Patiño ha demostrado en actos públicos poseer arraigo popular, uno derivado de su incesante actividad en la localidad durante los últimos años, la coalición se decidió por Tomás Guanipa como candidato a la alcaldía, un dirigente que se ha desempeñado por mucho tiempo como secretario general de Primero Justicia, pero quien ha estado en el exilio en los últimos tres años. Algo similar ocurre en el estado Miranda, donde el candidato oficial es Carlos Ocariz, también dirigente nacional de PJ y exalcalde del municipio Sucre, pero el exconcejal David Uzcátegui tiene sus aspiraciones y los sondeos de opinión no son tan claros para mostrar quién tiene la mayor preferencia por parte del electorado.

El sociólogo, investigador y doctor en Procesos Políticos Juan Manuel Trak advierte que es deseable que los partidos abran camino a la renovación de sus liderazgos, lo que podría permitir generar mayor identificación de los votantes con sus líderes y entusiasmo, así como para poder articular una estrategia en la que se pongan al frente las necesidades de la gente.

Para Juan Manuel Trak la imposición es contraria a la racionalidad política

«Los partidos que imponen candidaturas de sus dirigentes nacionales, que han llevado mucho tiempo en el exilio —que se supone que aún son diputados porque, según ellos, la AN de 2015 no ha cesado en sus funciones—, parecen, entonces, tomar decisiones contraproducentes de cara a la visión que tienen los ciudadanos y votantes sobre los partidos políticos», expresa Juan Manuel Trak en entrevista con TalCual, en la que asevera que la imposición de este tipo de candidaturas «va por fuera de lo que se puede ver que ocurre en las bases o el trabajo político que hacen algunos de los dirigentes más jóvenes o más pegados a tierra».

Desde su perspectiva, esas decisiones van en sentido contrario, no solo de lo que se esperaría de un partido político que está luchando por la democracia sino de una racionalidad política que busca generar nuevos actores que entusiasmen y vuelvan a conectar con las bases.

Advierte que, incluso desde el punto de vista estratégico, quitando lo normativo, es contraproducente estar poniendo candidatos con una desconexión importante con la realidad de la gente.

Elecciones deben utilizarse para construir un movimiento, asegura Juan Manuel Trak

—¿Cree que vale la pena participar en unas elecciones regionales y locales cuyos resultados tienen poca incidencia en la política nacional y cuando el Ejecutivo avanza en la implantación de un Estado comunal, tomando en cuenta que antes decidió no acudir a unas elecciones parlamentarias? ¿Hay algún avance que justifique el cambio de estrategia?

—El tema de participar en las elecciones regionales debe verse desde el punto de vista de cómo se define el sistema político. Si la oposición está definiendo el sistema político como lo que es, un sistema autoritario —cosa que no hacía la Alianza Democrática el año pasado—, entonces las elecciones no tienen tanto que ver con una forma de ejercicio democrático del poder sino cómo se utilizan esas elecciones, que están en la Constitución y que, ciertamente, tienen unos problemas importantes de integridad para avanzar en la construcción de un movimiento social y político, cuyo objetivo sea empujar precisamente las reformas o el cambio necesario para llegar a un régimen, por lo menos, de una democracia electoral mínima.

«La participación en elecciones, enfocada desde el punto de vista de una estrategia de un sistema autoritario a uno político, tiende a traer más beneficios que la no participación. Estos beneficios tienen que ver con las capacidades y recursos de los propios partidos políticos para el ejercicio de su función de búsqueda del poder y eso tiene que ver con el reclutamiento y organización de liderazgos a niveles muy pegados a la gente, como son concejales y alcaldes; y también con llegar a espacios donde, si bien no pueden tener la incidencia política que la Constitución establece que pueden tener —por amenazas externas como la creación y mantenimiento de los protectorados y las leyes comunales— sí puedan ostentar un cargo de elección popular (gobernador) y denunciar desde el mismo que las funciones de ese cargo están siendo usurpadas, maltratadas, ignoradas, atropelladas, por parte del gobierno mediante el poder nacional o la instauración de un Estado comunal no estipulado en la Constitución».

Añade el exprofesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y consultor político residenciado en México, que esa estrategia también permite dotar de legitimidad a esa oposición, si se parte del supuesto de que la elección está en un sistema autocrático y autoritario, competitivo, pero autoritario.

«Creo que el error de no participar en las parlamentarias del 2020, sin siquiera luchar por condiciones, sino que (simplemente) se decidió no hacerlo, entraña una contradicción muy fuerte frente a la posición actual, la cual pareciera que no están viendo algunos liderazgos de la oposición o están ignorando hacer frente a esa contradicción», acota el experto.

Insiste Juan Manuel Trak en que, a diferencia de lo que supone la participación de lo que se llama la Alianza Democrática (partidos representados en la Asamblea Nacional de Nicolás Maduro), la cual avaló el nombramiento de los rectores del Consejo Nacional Electoral en aquel momento (2020) y unas leyes ad hoc, prometiendo algo que no se cumplió, como era lo referente a la proporcionalidad, el escenario ha cambiado.

«Creo que la construcción de liderazgos locales desde las bases, el tener alcaldes y concejales que tendrían que ser voceros de los problemas de la gente, de esas demandas, aunque no pudieran ejercer una solución, sería un avance en cuanto a la construcción de este movimiento social y político de cara a la búsqueda de cambiar el sistema político venezolano, desde este autoritarismo casi no competitivo a una democracia mínima», insiste.

Posibilidades de cambio en 2024

—¿Cree que la participación en las regionales puede impulsar la participación y aglutinar a la oposición con miras a un proceso comicial nacional, como un referendo revocatorio, por ejemplo?

—Creo que las regionales tienen ese potencial. Si son bien llevadas, en vez de tener este canibalismo entre partidos y liderazgos de la oposición, pueden tener el potencial. No sé si de cara al revocatorio sino hacia las elecciones presidenciales de 2024. Todo esto enmarcado en el proceso de negociación también. Si se hace de una forma que puedan mejorar de una manera significativa algunas condiciones mínimas electorales, creo que de aquí al 2024 habría la posibilidad de tener un movimiento que capitalice los resultados de esa negociación y, dentro de un marco de reforma política, llevar adelante una transformación.

«Quizás todavía es muy temprano para pensar en cómo se puede hacer el referendo revocatorio, dado que sus normas siguen dependiendo del CNE —un CNE que proviene de una Asamblea Nacional muy poco legitimada, aun cuando cumplió el procedimiento de consulta pública e incorporó a personas de la sociedad civil o vinculadas a la oposición— que sigue siendo de mayoría oficialista, y esa mayoría oficialista puede generar unas normas para la recolección y validación de firmas que dificulten el ejercicio del referendo revocatorio y se convierta en un fracaso anticipado».

Estima el experto en Procesos Políticos que, dado que la incertidumbre sobre las normas para convocar el referendo revocatorio es muy alta y la oposición, si bien puede impulsar unas reformas en esa normativa, no tiene la mayoría necesaria para imponerlas o negociarla por lo menos, es temprano para decir si contribuye más ir a un refrendo.

«Lo que sí está claro es cómo se elige un presidente en 2024: el que tenga la mayoría de los votos. Lo que hay que identificar, entonces, es si se puede construir una candidatura de unidad sobre la cual establecer una real competencia frente a lo que pueda ser una reelección de Nicolás Maduro o el ascenso de alguno de los delfines que están allí,  Jorge Rodríguez, Héctor Rodríguez o frente al propio Diosdado Cabello. Allí sería (ver) cómo resuelve el PSUV sus problemas de competencia interna, más allá de darle varapalo a los pequeños liderazgos en las regiones, ver si hay sucesión de Nicolás Maduro en 2024», precisa.

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