Por Jesús Armas
Los venezolanos vivimos en una distopía, en un país donde los servicios públicos, la actividad económica y lamentablemente la esperanza han ido menguando y dejándonos en la oscuridad. A pesar de que este proceso ha sido progresivo, hay un día en específico que describió perfectamente nuestra situación, donde convergieron muchos males y cambiaron las perspectivas de millones de venezolanos, me refiero al apagón del 7 de marzo de 2019.
Aproximadamente a las 5:00pm de ese día comenzó una falla en el Sistema Eléctrico Nacional que duraría alrededor de 20 horas, pero que casi de inmediato sería seguida de otra falla, el país entero entró en cuenta del estado en el que estaba la Central Eléctrica Simón Bolívar (Gurí) y de la incapacidad de quienes habían manejado Corpoelec desde su creación, que en lugar de asumir su responsabilidad y buscar soluciones en los venezolanos que mejor conocen de la materia, prefirieron escurrir el bulto y crear una ridícula teoría de conspiración sobre el sabotaje.
Imágenes terribles vienen a mi memoria, no solo fue la energía la que colapsó ese día, sino que buena parte del país se quedó sin agua, sin transporte y sin posibilidades de trabajar. Las cisternas llegaron a costar US$ 200, los vecinos de San Agustín tuvieron que bajar al Guaire a conseguir un poco de agua, una abuelita de un poco más de 80 años falleció porque el hospital no tenía un ascensor activo capaz de llevarla hasta la sala donde debía ser atendida. Un colapso total, que parecía salido de los guiones más retorcidos de Hollywood.
En otro contexto, se podría entender este colapso no como algo fortuito o un día de mala operación, pero en realidad es el resultado de años donde la política privó por encima del conocimiento, Chávez y Maduro escogieron a un agente del partido por encima de un técnico con experiencia en la materia, estos políticos fueron incapaces de tomar la decisiones correctas acerca de inversión, mantenimiento u operación del Sistema Eléctrico Nacional.
Sin embargo, no fue solo esta la razón del colapso. En Venezuela parte de las responsabilidades del sistema eran compartidas con las empresas privadas, siendo el mejor ejemplo de ellas la Electricidad de Caracas, durante años funcionó muy bien. No obstante, quienes están en el poder decidieron estatizar todo y centralizar en una sola empresa la generación, distribución, comercialización de la electricidad e incluso el alumbrado público.
Trayendo como uno de los resultados, unos niveles de corrupción que significaron la misteriosa desaparición de US$ 40.000 millones de dólares que debieron ser invertidos en equipamiento para la generación y transmisión entre 2010 y 2014. La estatización, la falta de transparencia y la desprofesionalización liquidaron el Sistema Eléctrico Nacional.
En 2021 el país consume menos energía eléctrica que hace unos años, pero a pesar de esto, los apagones cortos aparecen con más frecuencia en zonas donde no solían ser habituales, tan solo en los últimos 6 meses tenemos registrados más de 150 fallas de energía eléctrica entre Caracas y Miranda, en los estados occidentales la frecuencia de apagones y bajones eléctricos es una verdadera tragedia. Mientras tanto, no podemos olvidar como culparon al periodista Luis Carlos Díaz por decir la verdad, mientras Jesse Chacón, Luis Motta, entre otros culpables de la crisis eléctrica no han sido investigados.