El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, ha encendido las bolas de cristal de las redes sociales y demás medios de comunicación, a la búsqueda de quién es el político que queda en pie una vez retiradas las diversas capas que cubren su identidad ideológica. Hay un Boric para cada gusto y sensibilidad política y cada uno va armando como un Lego su versión particular del joven presidente electo al defenderlo o atacarlo.
@jeanmaninat / El Universal
Del arrebatado líder estudiantil que quería encender el cielo, del fiero diputado combatiente de la antiglobalización y el antineoliberalismo, poco queda, al menos en la superficie. Casi todos los analistas coinciden en que la moderación del discurso, en la segunda vuelta, fue la clave que le permitió acceder al cajero automático de los votos de los sectores moderados temerosos de los extremos que representaban Apruebo Dignidad (Frente Amplio y el Partido Comunista) y la derecha montaraz de Katz y sus republicanos, quien, sin embargo, se había adelantado en la primera vuelta. Si algo quedaba claro es que con 25,8% Boric no iba para el baile.
Lo que siguió es harto conocido y decorticado. El giro moderado le propició la anuencia de las grandes figuras de la antigua Concertación (a la que tanto había denostado). Las palmadas amistosas de Lagos y Bachelet le sacudieron bastante de la caspa radicaloide que llevaba en los hombros, otro Boric ganaba las elecciones presidenciales en segunda vuelta con una votación histórica de 55,87%. El milagro progresista estaba consumado. Ni sus referentes españoles, Iglesias y Errejón, lograron tamaña hazaña en los momentos de mayor auge y notoriedad de Podemos.
No es que se haya caído del caballo, iluminado camino a La Moneda, ya antes había firmado el acuerdo entre el Gobierno y la oposición para redactar una nueva Constitución en contradicción con la postura de su partido y sus socios del Frente Amplio. Allí, se asegura, hay una prueba de su pragmatismo e independencia. Es probable que en el camino haya descubierto el agua tibia: que en la política de izquierda, hay que abrirse más allá de los convencidos de siempre, si se quiere avanzar.
Ya lo había prevenido Enrico Berlinguer, el mítico Secretario General del también mítico Partido Comunista Italiano (PCI) para fundamentar el compromesso storico en Italia y fundar el Eurocomunismo junto a Santiago Carrillo del Partido Comunista Español (PCE) y George Marchais del Partido Comunista Francés (PCF). En Venezuela lo había adelantado Teodoro Petkoff con la fundación del Movimiento al Socialismo (MAS) y la elaboración del nuevo modo de ser socialista. Al final, se trataba de hacer política socialdemócrata sin reconocerlo y con nuevo nombre. Los viejos reflejos comunistas pervivían en el subconsciente jurásico ideológico.
Pero, seamos justos, descubrir el agua tibia en medio de tanta loquetera envasada en bidones de gasolina, tiene su mérito. Mantener esa moderación para poder cumplir con el programa con el que ganó será su difícil tarea, si es que la quiere asumir. Nada fácil con un Parlamento empatado en ambas cámaras, una Constituyente disparando disparates, y socios incómodos en el Gobierno, como el Partido Comunista de Chile (PC), que se pretende el receptáculo histórico privilegiado de los “intereses del pueblo”.
Ah, y el importante sector conservador que apoyó a Katz que sigue allí vivito y coleando. Cualquier parecido, por remoto que sea, con el período de Allende no es mera casualidad.
The new kid in the block no la tiene fácil, con amigos y enemigos de ese calibre tendrá que asumir con presteza el sello de su mandato. No habrá cheques en blanco y la duda cada día rinde menos beneficios. A partir del 11 de marzo veremos al Presidente en construcción, entonces sabremos…
Tantas veces Boric.