Isabel Pereira Pizani
A menudo me siento en un parque de Florida a conversar con mis amigos cubanos, más de medio siglo ha pasado y el dolor permanece intacto. Nunca creyeron que se podría perder todo, la casa de los padres, el negocio de larga tradición que les sustentaba, los compañeros de estudios, los parientes cercanos. Hoy amargamente comprenden que todo esto pasó y el mundo mostró una indiferencia casi total ante las pérdidas, muchos aplaudieron. Recordamos los aviones que partían de París llevando a bordo lo más granado de la intelectualidad francesa a un fervoroso encuentro con Fidel Castro.
Basta releer el artículo 890 del 15/10/1960 firmado por Oswaldo Dórticos y por supuesto con la imagen atrás de Fidel Castro para dimensionar la tragedia que acabaría con la vida de los cubanos. Una fatídica ley cual queja fúnebre que empezaba de la siguiente forma:
Artículo 1.- Se dispone la nacionalización mediante la expropiación forzosa de todas las empresas industriales y comerciales, así como las fábricas, almacenes, depósitos y demás bienes y derechos integrantes de las mismas, propiedad de las siguientes personas naturales o jurídicas:
GRUPO “A”
Ingenios Azucareros
- Central Bahía Honda, S.A., operadora del Central “Bahía Honda”. Nombrando a continuación 105 empresas azucareras propiedad de ciudadanos cubanos, de distintos tamaños y capacidades, entre ellas una denominada Central Caracas.
Una lista que termina fatídicamente con la última letra del alfabeto:
-GRUPO “Z”
Marítimo
- Operadora Marítima Unión, S.A.
- Muelle de Beguiristain.
- Terminal Auxiliar Marítima, S.A.
- Regla Coal.
- Muelle No. 9 Almacenes Afianzados del Puerto de Sagua
- Pita y Cía. S. en C.
- Almacenes Casilda S.A.
- Muelle Sarriá de Almacenes Jagua, S.A.
- Muelle Avilés de Almacenes Jagua, S.A.
- Muelle Cacicedo de Cacicedo y Cía.
- Muelle Donesteves de José Donesteves
- La Marítima S.A.
- Terminal Oriental de Puertos.
A la par que esta tragedia histórica ocurría en suelo cubano, las noticias informaban la fascinación ejercida por Fidel en la intelectualidad francesa, nuestra eterna alfa y omega. Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y otros muchos, el cofundador de Médicos sin Fronteras, Bernard Kouchner; el periodista Claude Julien, los escritores Michel Leiris, Marguerite Duras y Jorge Semprún, el editor François Maspero. Gerard Philipe, nuestro amado actor. Los intelectuales se inclinaban mientras el déspota, aún en su crisálida, le robaba todo a los abandonados por el mundo, los ciudadanos cubanos.
Esto pasó en 1958, ha transcurrido más de medio siglo. Exactamente 63 años de reencuentro con el dolor cubano. Hoy, Venezuela parece devolver el tiempo, la dictadura madurista intenta imponer una medida tan cruel como la que se impuso en Cuba en 1960, anuncia la promulgación de leyes que instalarán definitivamente el malhadado socialismo en Venezuela, el mismo que alimenta el dolor cubano. Con su fuerza dictatorial Maduro anuncia que promulgará 33 leyes que exterminan de una vez por todas la responsabilidad individual, trastorna el espíritu de cada pueblo o comunidad por la sumisión total a un modelo totalitario concentrado, donde el hijo del jefe, cual vástago norcoreano, le saca a cada ciudadano que pretende ingresar a su país unos miserables 60 dólares que calmarían su insaciable apetito corrupto por un cierto tiempo.
En la plática con los cubanos se alza una voz que amargamente señala: En Cuba lo vivimos, mi casa, la de mis padres, hoy es del Estado, se la ceden a quien mejor les sirva, mi hogar desapareció, se esfumó con mis recuerdos. Sucedió en Cuba, está ahí. Cómo puede repetirse hoy en Venezuela. Acaso a los seres humanos vivos no les duelen estos despojos masivos, este arrojar gente sin fin a todos los rincones del mundo, huyéndole al diablo, al terror. ¿Cómo puede repetirse en 2021 esta historia cubana?
Con todo el pesar del mundo hay que reconocer que ese dolor cubano, esa daga en el medio del corazón y del alma la tenemos clavada los venezolanos. En cada lugar del mundo que nos encontremos, en los venezolano que vemos intentando sobrevivir. Comprender cómo una historia tan dura y penosa como la cubana puede revivir en mano de pequeños grupos, los forajidos han existido siempre, cómo se enquistan en el poder a espaldas del consentimiento de la gente, de las familias, de cada hogar que cuenta hoy los familiares que se han visto obligados a huir. La urgencia de este tiempo es encontrar la forma de convertirnos en una potente muralla de rechazo al saqueo, la tortura, la negación de futuro de nuestras nuevas generaciones y de los que permanecemos vivos hoy. Una tarea inmensa pero indelegable para nuestro liderazgo, los intelectuales y para todos, de ese afán depende que no seamos la nueva expresión de este infinito dolor de los hermanos cubanos.