22 de noviembre de 2024 6:56 AM

La inflamación cerebral: el precio del consumo excesivo de alcohol

Las personas con adicción al alcohol, lo que se conoce como trastorno por consumo de alcohol o alcoholismo se ven inmersas en una especie de círculo vicioso basado en los cambios que esta sustancia produce en su cerebro y en su comportamiento, ya que este trastorno puede modificar las vías de señalización del cerebro y estas alteraciones pueden potenciar el consumo de alcohol.

Un nuevo estudio ha revelado ahora el papel que desempeña el sistema inmunitario en este proceso; en concreto, ha descubierto que en el cerebro de los ratones con dependencia al alcohol están más elevados los niveles de interleucina 1β (IL-1β) –una molécula de señalización inmunitaria–, y que su función también es diferente en estos animales y provoca inflamación en zonas clave del cerebro que intervienen en la toma de decisiones. Sus resultados se han publicado en Brain, Behavior and Immunity y señalan un potencial nuevo objetivo farmacológico para el tratamiento del alcoholismo.

“Estos cambios inflamatorios en el cerebro podrían explicar parte de la toma de decisiones arriesgadas y la impulsividad que vemos en las personas con trastorno por consumo de alcohol”, afirma la autora principal Marisa Roberto, Presidenta de Medicina Molecular de la Familia Schimmel y profesora de neurociencia en Scripps Research. “Además, nuestros hallazgos son increíblemente emocionantes porque sugieren una forma potencial de tratar el trastorno por consumo de alcohol con medicamentos antiinflamatorios existentes que se dirigen a la vía IL-1β”.

Un nuevo enfoque para abordar el trastorno por consumo de alcohol

El trastorno por consumo de alcohol (AUD por sus siglas en inglés) se caracteriza por una ingesta impulsiva y descontrolada, e incluye problemas como el abuso del alcohol, la dependencia y el consumo excesivo de alcohol. Previamente los científicos ya habían descubierto numerosos vínculos entre el sistema inmunológico y este trastorno, muchos de ellos centrados en IL-1β; así, por ejemplo, los individuos con determinadas mutaciones en el gen que codifica la molécula IL-1β, son más propensos a desarrollarlo. Además, al realizar autopsias a personas que tenían AUD se han encontrado niveles más altos de IL-1β en el cerebro.

“Sospechábamos que la IL-1β estaba desempeñando un papel en AUD, pero los mecanismos exactos en el cerebro no estaban claros”, señala la primera autora Florence Varodayan, profesora asistente en la Universidad de Binghamton y ex becaria postdoctoral en el laboratorio de Roberto.

Los autores del nuevo estudio compararon ratones dependientes del alcohol con congéneres que bebían alcohol de forma moderada o nunca lo tomaban y comprobaron que el grupo dependiente del alcohol tenía alrededor del doble de IL-1β en la corteza prefrontal medial (mPFC), una zona del cerebro que interviene en la regulación de las emociones y los comportamientos.

Posteriormente demostraron que la señalización de IL-1β en el grupo dependiente del alcohol no solo aumentó, sino que también presentó diferencias significativas, ya que la IL-1β activó una vía de señalización antiinflamatoria tanto en los ratones que no habían estado expuestos al alcohol, como en aquellos que habían bebido cantidades moderadas de alcohol. Esto, a su vez, disminuyó los niveles del neurotransmisor inhibidor ácido gamma-aminobutírico (GABA), una molécula de señalización que se encarga de regular la actividad neuronal en el cerebro.

Por el contrario, en los ratones con dependencia al alcohol, la IL-1β activó la señalización proinflamatoria e incrementó los niveles de GABA, lo que probablemente facilitó que se produjeran algunos de los cambios en la actividad cerebral relacionados con AUD. Estos cambios en la señalización de IL-1β en los ratones dependientes del alcohol se mantuvieron incluso durante la abstinencia de alcohol.

La buena noticia es que los medicamentos que bloquean la actividad de IL-1β ya están aprobados por la Agencia de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) para el tratamiento de la artritis reumatoide y otras afecciones inflamatorias, aunque es necesario seguir investigando para determinar si estos fármacos podrían resultar útiles en el tratamiento del trastorno por consumo de alcohol.

Con información de Webconsultas

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