Ser una nación
Pienso que avanzado el siglo XXI, el tema de las nacionalidades tendrá más relación con valores, aspiraciones y visiones que con terruños. Uno será más del lugar donde nuestros valores de libertad y democracia sean comunes a los de la mayoría, donde nuestras aspiraciones de ser, hacer y tener sean permitidas (uno pueda alcanzar sus sueños sujetos al Estado de Derecho) y nuestras visiones de prosperidad y bienestar compartidas.
Uno “será” de la nación que desee crear, respetar, desarrollar y fortalecer, de la nación que se parezca espiritual, racional y culturalmente a uno.
Falta mucho para ello.
Ciudadano de la libertad
Soy ciudadano americano, recientemente me juramenté como otro de los que cree en la libertad, como otro que usa su imaginación y esfuerzo para desarrollarse y prosperar. Lo hice por convicción, no es muy difícil sentirse parte de esta nación ejemplar, sin duda la más avanzada de la historia de la humanidad. Llegué aquí obligado por el exilio, soy otro inmigrante más como los millones que antes de mí lo han sido.
Cuando uno es inmigrante, por lo general lo es por razones de persecución política, religiosa, étnica o ideológica. Es decir, llegamos rasgados de heridas.
Heridas que no deseamos que se repitan.
El sueño americano
En Estados Unidos hay otro elemento más que motiva la inmigración: el sueño americano, la posibilidad de ser, hacer o tener lo que anhelamos, sin otro impedimento que nuestro propio esfuerzo y la ley. Por eso, esta democracia, esta experiencia de libertad, pese a todos sus yerros y dificultades, son protegidas frenéticamente por sus ciudadanos. No solo no desean volver al pasado de persecución y tortura, además quieren poder vivir según sean sus esfuerzos y talento.
El tema de seguridad en Estados Unidos va más allá de una hegemonía mundial, el tema de la seguridad aspira por sobre todas las cosas cuidar a este inigualable país.
Por eso se honra y enaltece a sus militares, porque cuidan.
Afganistán: un cruel y dramático desastre
Lo que estamos viendo en Afganistán es un error combinado de dos presidentes: Trump y Biden. El primero, por negociar con el Talibán una desconcertante retirada de su territorio, permitiendo a aquellos criminales prepararse para la toma final; el segundo, por retirar las tropas de la manera más decadente y torpe posibles, sin el más mínimo enfoque táctico, sin estrategia, alardeando cuidados que jamás tuvo. Un cruel y dramático desastre.
Este desatino probablemente sea recordado como el más dañino e inepto de la victoriosa historia militar norteamericana. Biden se siente y ve débil.
Y con él la nación más poderosa del mundo.
Las lejanas fronteras de la seguridad
Las tropas militares norteamericanas cuidan el territorio nacional pero también –esto es vital recalcarlo– las lejanas fronteras desde que los Estados Unidos se constituyeron como el país más relevante y poderoso del mundo. Lo hacen creando alianzas estratégicas con otros países, cuidando posiciones no solo emblemáticas, sino además geopolíticamente riesgosas para su seguridad. Salir de Afganistán sin una estrategia militar de seguridad y resguardo es un problema muy severo para la nación. Creo que no midieron el peligro táctico, pero sobre todo anímico.
Las peleas no solo se dan en territorio nacional, también se dan en regiones remotas. Descuidar al Talibán y Al-Qaeda produjo el trauma del 11 de septiembre.
¿Se olvidó tan fácil?
Fallar en Venezuela
Sé que la administración Biden entiende el problema de seguridad que representa el chavismo para la región y para Estados Unidos. En ese sentido ha dado continuidad a las políticas de Trump, primero para disuadir a los criminales chavistas y posteriormente para combatirlos si es necesario. Todas las alternativas están sobre la mesa, lo siguen estando. Sin embargo, Venezuela no está en el otro lado de mundo, un fracaso como el de Afganistán en Venezuela no solo será demoledor para el presidente Biden y su administración, sino para la seguridad de Estados Unidos.
Comunismo, fundamentalismo, terroristas, narcotraficantes, iraníes, rusos y chinos, todos hacen vida en Venezuela. Tienen un solo enemigo: Estados Unidos, sus valores, aspiraciones y visiones. Lo quieren destruir, nos quieren destruir.
¿Qué hará Biden y su gobierno? ¿Agachar la mirada y retirarse?
¿Qué haría George Washington?