Guerra de sucesores

ALBERTO ARANGUIBEL

Tratar de explicar como lo hace el sujeto Guaidó (perfecta denominación acuñada por el pueblo para referirse al inefable autojuramentado) la supuesta legalidad de un vulgar intento de perpetuación en un cargo inexistente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para el que, además de eso, no ha sido nunca electo por nadie, es todo un disparate si se considera que se propone desde el mismo podio sobre el cual se ha predicado durante años la más rotunda e inflexible doctrina anti dictatorial que la política venezolana recuerde.

Un año más de interinato sin considerar de ninguna manera la expresión popular ejercida mediante el sagrado ritual del voto, no puede ser sino una aspiración inmoral e irresponsable para quienes se dicen redentores y guardianes de la democracia que solo ellos y su grupito de conspiradores consideran maltrecha en el país.

La insensata propuesta de la perpetuación en el poder resulta tan incongruente con lo que se ha argumentado insistentemente desde esos sectores atrabiliarios de la oposición, que la inmensa mayoría de los participantes de la asamblea virtual que llevan a cabo para evaluar estrategias de cara a la elección presidencial que se avecina, terminan censurándola y votando en su contra, quedando de la noche a la mañana ante el mundo como auténticos demócratas que no ceden a sus principios ni siquiera en función de sus propios intereses, cuando han sido ellos, en su gran mayoría, quienes promovieron permanentemente el disparate inconstitucional del delincuencial gobierno paralelo que hoy desaprueban.
Abandonan ahora al mismo individuo al que volvieron loco insuflándole el delirio pueril de creerse estadista, y lo ponen a pasar la pena de quedar en evidencia ante el mundo como el pata en el suelo que en realidad ha sido siempre como político.
Sin embargo, lo que hay en esos cónclaves opositores no es ni una sana rectificación ni un serio reajuste político, como quieren presentarlos, sino un maquiavélico festín de traiciones y zancadillas entre unos y otros buscando cada quien ser el sucesor del dislate intrauterino, porque saben que si algo lograron con ese cuento en todo este funesto periodo fue convertir a la Patria en el mejor negocio para sus insaciables bolsillos.


@SoyAranguibel

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