Me imagino que el escenario es el estadio de la ciudad de mis afectos. Se jugará la final del campeonato de beisbol 2021 entre el equipo local y su eterno rival. Por supuesto el recinto estará full hasta las banderas.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
Ocurre sin embargo que, antes de iniciar el juego, la liga hace un movimiento brusco y elige árbitro principal del juego a quien hasta el dia anterior era cátcher de reserva del equipo de la casa; en primera designaron a quien una semana antes fungía como administrador del mismo team; en segunda estará la persona que todo el país conoce como su fanático número 1, en tanto que el árbitro de tercera será un añejo pelotero que solo jugó con ese conjunto. Entre tanto, en los jardines la liga designa –en ánimo de equilibrio- a dos antiguos comentaristas de equipos que fueron eliminados en la contienda.
Muy probablemente los fanáticos-fanáticos del equipo local celebraran la ocurrencia liguera y darán por conseguido el ´titulo mientras otro grupo de éllos probablemente rechazará la decisión pero no se irá de las tribunas pues cree que el juego se gana en el terreno.
Mientras eso sucede, del lado derecho del estadio –que es donde siempre se sienta la fanaticada visitante- con gritos y denuestos, rechazará a viva voz la decisión que modificó el cuadro arbitral mientras los nuevos integrantes de este se encaminan a sus posiciones para cantar playball.
Obvio es decir que cuando esto ocurra, los jugadores del equipo visitante tendrán dos opciones: O salir a jugar a pesar de las condiciones adversas o abstenerse de hacerlo y regalarle el juego y el campeonato a su eterno rival.
Al público en el ínterin le quedan tres alternativas; la primera irse del estadio. Allí hay un robo en curso que no convalidará con su presencia; la segunda quedarse en la tribuna y apoyar al equipo si decide jugar y la tercera, invadir el terreno, crear una sampablera, evitar el juego a pesar de la presencia de la guardia nacional y presionar hasta cambiar a la dirigencia de la liga, no hay de otra.
Los venezolanos hemos renunciado a jugar en democracia en tres oportunidades estos 22 años.
Aduciendo siempre decisiones ligueras, el equipo que nos gusta en ese número de oportunidades se ha retirado del terreno y la mayoría de la fanaticada les ha acompañado en éllo en las tribunas. Lo cierto es que, la ausencia no impidió que el árbitro cantare ganador al contrario, este sumare otro trofeo de campeonato y nos representare en la Serie del Caribe, a pesar de la protesta –activa y pasiva- de algunos países que integran la confederación que organiza esta competencia.
Si eso ha pasado en tres oportunidades, nada hará que se proceda distinto en una cuarta, o quinta o la oportunidad que sea, si siempre jugadores y fanáticos adoptan decisión similar a la que hasta ahora han aplicado. Queda ver entonces si modificando esta, bien jugando o invadiendo el terreno, sea posible obtener un resultado diferente.
Lo cierto es que repitiendo idénticas conductas una y otra vez, no cambiaremos el resultado. Eso está científicamente comprobado.