Gonzalo Oliveros Navarro: Mecanismo igualador

Admito que el resultado –todavía  desconocido para el momento que estas líneas escribo- de la elección peruana, me tiene en modo reflexión aun cuando cualquiera sea el mismo, lo que aquí expreso no variará.

Gonzalo Oliveros Navarro

@barraplural 

Que un candidato como el señor Castillo pasare a segunda vuelta era una cosa a considerar pero que hubiere obtenido en esta el nivel de votación que obtuvo y que lo tenga a un paso de la Casa de Pizarro, algo nos debe decir. 

Dias atrás, en uno de los tantos chats en los cuales interactúo, uno de sus participantes hizo un comentario no muy favorable respecto del candidato, sus propuestas y su manera de desenvolverse lo que ocupó mi atención y en respuesta al mismo afirmé que el problema no era él, sino que la explicación debía buscarse en las causas que facilitaron su ascenso. Allí creo es donde está el quid de la situación.

Entiendo que Perú es un país muy inequitativo en el cual además, buena parte de sus presidentes de los últimos años han estado sometido a problemas judiciales, inclusive por delitos de lesa humanidad como lo es el caso del padre de la candidata contraria al señor Castillo, lo que seguro estoy también le afectó.

Esa dirigencia política pareciere no haber prestado la suficiente atención a la problemática social del país y por éllo los electores, que solo tienen una oportunidad cada cierto también de pasar la cuenta, lo hicieron, no para buscar mejoras –pues creo que el pesimismo cunde en los mismos- sino en búsqueda de igualar las cargas -hacia abajo-  y además, conscientemente. 

Pudiere decirse que los venezolanos fuimos quienes iniciamos la práctica que recorre Latinoamérica y al  respecto me acojo a palabras del ex presidente Uribe quien, en reciente foro afirmó que, a diferencia de los peruanos, los venezolanos llegamos al chavismo bajo engaño pues Chávez ofreció democracia, lo que no cumplió. 

Así entonces, ha resultado el voto el gran igualador en nuestras democracias porque permite a todos, ricos y pobres, doctores y analfabetas, ejercer el derecho de que alguien represente sus intereses y ese alguien es uno cualquiera que cumpla los requisitos que la Constitución establece para el cargo en disputa. 

Dado los resultados que uno observa en la actual situación de muchos de nuestros países latinoamericanos, el elector entonces no está pendiente del programa que se le plantee sino de la persona que  representa lo que estima son sus intereses o en todo caso, aquél que le permita pasar una cuenta de cobro pendiente.

La conclusión de lo expuesto es obvia: conspira contra los valores de la democracia el dirigente que teniendo la posibilidad de dirigir su país, en lugar de contribuir al desarrollo equitativo de toda la sociedad, privilegiando en su accionar el apoyo a los  menos favorecidos a través del diseño de políticas públicas que promuevan  seguridad, empleo y crecimiento económico dedica su accionar a proteger intereses de grupo o social. Esa conducta  facilitará que los perjudicados pasen su factura cuando les toque la oportunidad, buscando con éllo igualar a los otros con sus  carencias. 

Quien nada tiene que perder, nada pierde por lo que –ante candidatos que representan lo que les afecta- con su voto reaccionan contra  él. 

La lección entonces es que quienes respaldan propuestas de cambio para bien, deben incidir en su liderazgo para que aquél se extienda a la gran mayoría pues, mientras no lo comprendamos, los Castillo no serán fenómenos. 

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