Gonzalo Oliveros Navarro: Inventario de errores

A veces uno debe mirar en retrospectiva las actuaciones que ha realizado a los fines de verificar en que acertó, en cual se equivocó y que haría diferente. Eso, que pasa con cada persona, esta seguramente lo hace con el país.

En 1998 las fuerzas políticas venezolanas que habían regido mas de las tres cuartas partes del período democrático, nos ofrecieron como alternativa para dirigir los destinos nacionales, una ex miss universo que meses después sería expulsada de una gobernación que había ganado con votos porque abandonó su gestión y un anciano octogenario muy hábil en organización política pero con limitada formación educativa, en un país que creó el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho -que permitió la formación en las mejores universidades del mundo de un importantísimo grupo de venezolanos- en tanto que la otra parte del espectro político presentó un militar golpista.

Los primeros, prevenidos de la derrota que se les venía encima, aprobaron sumar sus votos a la candidatura de un exitoso gobernador de estado que no tenía afinidad política alguna con buena parte de aquella y que, en su última presentación televisiva, denostó del accionar de un importante partido que se había sumado a su campaña en el estertor de la misma -a pesar de evidentes discrepancias doctrinarias entre ambos- con las consecuencias que ello ha podido traer.

A ese escenario se suma también la sistemática campaña contra los políticos y su conducta desatada por varios medios, entre éllos algunos que hoy derraman lágrimas a raudales, denostando de la democracia de la época y de la conducta –cierta en muy pocos casos y falaz en la mayoría- del liderazgo nacional, minimizando sus aciertos y exaltando sus errores, todo ello con el objetivo, para algunos, de compartir inicialmente las mieles del poder con el chavismo para luego ser expulsado del mismo y para otros de convertirse en la referencia nacional sobre ruinas, para terminar siendo todos económicamente ahorcados.

A ello se agrega la inhibición absoluta del liderazgo democrático en defender lo que se hizo bien desde 1958, reconocer las falencias en el accionar y proponer alternativas, omisiones estas que, a posteriori, en lo personal, solo le escuché reconocer públicamente a ese muy importante dirigente de la época democrática que fue Octavio Lepage

Todo ese coctel hizo explosión en la elección presidencial venezolana de diciembre del 98 que permitió que, gracias a la abstención de una tercera parte del país y la votación favorable a Chávez de una parte un poco mayor de esta, el fuere electo presidente y, hasta el sol de hoy, se esté desarrollando en Venezuela lo que todos conocemos.

Si lo expuesto se complementa con el recordatorio de nuestra falencia institucional judicial mas las decisiones de abstenerse en distintas oportunidades, alegar fraudes nunca demostrados y haber privilegiado el interés partidista o personal de algunos antes que el colectivo, puede entonces entenderse cómo hemos llegado los venezolanos hasta aquí y lo difícil que será salir de ello si no se reconocen los errores incurridos.

A pesar de que estoy convencido que ningún proceso político es idéntico y que lo que ocurrió en uno no necesariamente debe repetirse en otro, aún cuando se considere que existe un libreto predeterminado escrito por algunos actores internacionales, lo cierto es que la observación de nuestro caso permitiría al liderazgo social o académico de cualquiera otra nación, alertar a la sociedad del país y su dirigencia alternativa, a los fines de que se adopten las decisiones respectivas que impidan la repetición de la película que, al norte del sur, ya hemos visto. Si eso no ocurre, las consecuencias difícilmente serán diferentes.

En política, como en el teatro, los actores tienen libretos y algunos lo siguen al pie de la letra. Seguramente que la improvisación ayuda pero, si el accionar solo se fundamenta en esta, muy probablemente el resultado no será el apetecido.

Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural

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