Gonzalo Oliveros Navarro: El limite

Eso es la ley. Es esa barrera –que debería ser infranqueable- la que determina hasta donde podemos llegar sin afectar a otros. Si la misma se elimina, retornamos a la selva, ese lugar donde el más fuerte tiene mayor posibilidad de dominar a los demás.

Gonzalo Oliveros Navarro

@barraplural 

Los venezolanos en 1999 eligieron a un vengador. Uno que estaba dispuesto a freír la cabeza en aceite a sus adversarios y no lo hizo con éllos.  El y quienes le acompañaron en su actuar -y lo siguen haciendo- nos frieron a todos, no la cabeza, el cuerpo completo,  a las pruebas me remito: muertes, presos políticos, persecuciones, exilio y migración lo evidencian. 

Uno de los elementos que ha contribuido a la actual situación venezolana ha sido–sobre todo a partir del año 2007-  el incumplimiento de la ley pues, prevalidos del control judicial que han ejercido desde que en el 2004 aprobaron la reforma de la Ley del Tribunal Supremo de Justicia, se han  aprobado normativas y adoptado decisiones absolutamente contraria a los límites que la Constitución  establecía. 

Creo sin embargo que lo que ha ocurrido no es responsabilidad exclusiva de sus autores. Buena parte de nosotros también participó de las resultas que observamos como consecuencia de nuestra  abstracción respecto de la participación en los asuntos públicos. 

En efecto, la generalidad de los venezolanos –en algún momento de nuestro devenir en los últimos años del siglo 20- nos negamos a intervenir en los asuntos atinentes a todos, lo que originó que ese espacio lo ocuparen otros,  con la característica  que algunos eran manifiestamente incompetentes, otros carentes de preparación, algunos pillos dedicados al saqueo del erario público y otros absolutamente ideologizados, quedando el espacio de actuación muy reducido para el grupo de quienes en efecto estaban dispuestos a servir en beneficio general. 

La renuncia del ciudadano común a participar en los asuntos públicos y por consiguiente, el actuar que observamos de alguna parte de la dirigencia política de nuestros países, fue  la que originó a Chávez y por consecuencia a su sucesor. Pero hizo lo mismo con Castillo y Fujimori en Perú y porque no –así a algunos le disguste- a Bukele en El Salvador. Ellos allí se encuentran porque en algún momento, por acción u omisión- los espacios quedaron libres y estos siempre se llenan.

Lo que está ocurriendo no solo en nuestro país sino en algunos otros del continente, debe ser motivo de reflexión. Tenemos los gobernantes que elegimos con nuestras decisiones las cuáles -a las pruebas me remito- no son siempre las mejores, lo que evidencia que el pueblo sí se puede equivocar. 

El corolario de lo expuesto es que estamos obligados a ejercer de manera plena nuestra ciudadanía aspirando a ejercer posiciones públicas, participando, exigiendo, votando –o absteniéndonos cuando este mecanismo tiene valor legal-  y finalmente reclamando las decisiones que se adopten pero todo éllo dentro de los límites que otorga la ley pues si no aceptamos estos últimos, estaremos actuando de la misma manera que aquéllos que criticamos.

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