Frente a una crisis inédita y terminal como la que sufre Venezuela siempre será necesario recapitular y replantear eventos del pasado para establecer con mayor precisión dónde estamos parados y hacia dónde podemos avanzar. El común de los venezolanos ocupados en sus tareas diarias de supervivencia, dentro y fuera de Venezuela, no tendría el tiempo ni la disposición para enfrentarse críticamente a masivas campañas de propaganda y desinformación, tanto del chavismo como de la falsa oposición. Y esta última pues tampoco quiere que le recuerden su cadena de fracasos porque pone en evidencia a todos sus dirigentes.
¿Qué nos ha arrastrado al punto en que la camarilla chavista gobernante destruye la nación, recibe el rechazo de 90% de los venezolanos, pero no hay una fuerza política, social o militar que le derrote y le expulse del poder?
Desde 1999 los partidos políticos de la llamada oposición han ensayado numerosas tácticas para enfrentar al chavismo y veinte años después el resultado no podría ser más desastroso. La necia repetición de errores combinada con el interés de promover una inercia cohabitadora según la cual el régimen caerá algún día de alguna forma le ha permitido al chavismo atornillarse y prácticamente blindarse frente al riesgo de entregar el poder. Pero ¿cuáles han sido esos errores?
I. Fracaso en caracterizar correctamente al régimen. Quizás el error más grave porque de este derivan todos los demás. Desde 1999 el régimen chavista inició una transformación del Estado nacional venezolano en otro que es el Estado chavista con su propia Constitución y legalidad la cuales le son impuestas al resto de los venezolanos. El Estado chavista controla todos los poderes públicos (ejecutivo, legislativo, judicial, electoral y militar) y está en posición de hacer lo que le dé la gana “legalmente”, simplemente porque puede hacerlo. Cualquier intento de sacar al chavismo del poder con sus propias reglas de juego está condenado a fracasar porque ellos siempre tendrán la última palabra a la hora de establecer lo que es legal y lo que no. La oposición de la MUD asume que se enfrenta a un mal gobierno (en este caso el de Nicolás Maduro) que puede ser desplazado por vía electoral y en esa lógica está dispuesta a dejar intacta y convivir con la estructura del Estado chavista. Esa oposición podrá seguir criticando y enfrentando electoralmente al gobierno, pero mientras no se aborde con seriedad la discusión de cómo confrontar con el Estado chavista todo seguirá igual.
II. Cortoplacismo. La falsa oposición es incapaz de diseñar una estrategia de largo plazo para disputarle el poder al chavismo. No lo hizo en 1999, ni en los años siguientes, menos lo hará ahora. Todas las propuestas de esa oposición están contaminadas de cortoplacismo, por eso nunca podrán vislumbrar otra salida que la electoral aunque ellos mismos sepan que no conduce a ninguna parte. El trabajo paciente de organizar sindicatos, gremios y establecer una presencia dentro de las fuerzas armadas ha sido abandonado por costosas campañas electorales con música y slogans mediocres que intentan convencer a la gente que el cambio está al voltear la esquina y solo basta ir a votar. El cortoplacismo es la engañosa envoltura en la que vienen bien presentadas las fantasías y las ilusiones para hacernos creer una vez más en una promesa fallida. A este error inmediatista podemos atribuir con propiedad que importantes núcleos disidentes dentro de las Fuerzas Armadas hayan sido embarcados en los últimos años en aventuras irresponsables que condenaron sus posibilidades desde el principio.
III. Voluntarismo. Conectado con los dos anteriores el voluntarismo es el ejercicio iluso y fantasioso de la política. Según esta idea equivocada a fuerza de voluntad se puede cambiar la realidad. Esta desviación metafísica de la política acusará de pesimista a todo aquel que le llame la atención por su desconexión con la realidad. Los sintagmas más frecuentes han sido “El gobierno está caído, solo hay que ir a votar”, “Con un candidato unitario ganamos”, “Si no hay abstención pierde el chavismo”, “El pueblo sacara al chavismo del poder”, “Los militares serían incapaces de disparar contra el pueblo”, “Si estamos del lado de la justicia estamos destinados a ganar”, etc. etc. La lógica engañosa de un pensamiento positivo y voluntarista totalmente abstraído de la realidad ha sido la culpable de que muchos militares y civiles estén hoy presos y otros haya sido ajusticiados “legalmente” por el régimen. Esa prosa demagógica fue la que irresponsablemente empujó a cientos de miles de indefensos jóvenes venezolanos directamente a las manos de sus carniceros en el 2017.
IV. Subestimar al adversario. Es consecuencia de todo lo anterior. La falsa oposición parte de la idea equivocada de estar en una democracia golpeada que hay que rescatar para lo cual solo basta llevar gente a votar si se quiere derrotar al chavismo. En defensa de esta tesis muestran con orgullo las gobernaciones que el chavismo le ha adjudicado electoralmente y las presentan como triunfos. No pueden mostrar con el mismo entusiasmo la elección de la Asamblea Nacional del 2015 cuando el chavismo la escamoteó y dijo muy claro quién manda. Lo de subestimar al chavismo en sus intenciones y capacidades es una tara vieja. En su momento los falsos opositores dijeron “Chávez no llega a 3 años”, “Maduro es bruto”, etc. etc. Por eso no se puede desestimar cuando Diosdado Cabello dice que los chavistas no entregarán el poder ni por las buenas, ni por las malas. Esa amenaza hay que tomarla muy en serio a la hora de hacer política en Venezuela en lugar de meter la cabeza bajo tierra y decir que Cabello lo dice para que la gente se asuste y no vaya a votar.
Nada de esto ha cambiado. La oposición sigue empeñada en los mismos errores. El Estado chavista sigue siendo el poder político y militar realmente existente en Venezuela auxiliado por la coyuntura internacional (Estados Unidos más preocupado por suministro confiable y sostenible de petróleo venezolano) y por la torpeza de la falsa oposición. Entonces, ¿Cuál es el sentido de ir a votar? ¿Una demostración simbólica más a sabiendas de que el régimen proclamará legalmente un resultado diferente? ¿En que ayuda al propósito de derrocar al chavismo que se nos diga que el candidato o la candidata de la falsa oposición estuvo a punto de ganar pero que el ganador es Nicolás Maduro? ¿No hemos visto ya esa película? ¿No ha pasado lo mismo con todos los candidatos presidenciales de la falsa oposición durante estos 20 años? ¿Qué ha cambiado?
Si para algo debe servir la arbitraria inhabilitación política que el régimen chavista le aplica a María Corina Machado no es para seguir llevando a la gente a votar bajo engaño. Esa inhabilitación es un recordatorio, para quienes lo hayan olvidado, de que el Estado chavista es un ecosistema de mafias que jamás entregará el poder por las buenas, según su propia legalidad. Y bajo el imperio de esa “legalidad” a la cual tanto María Corina Machado como el resto de la falsa oposición han decidido subordinarse, al ser parte del juego electoral, aún quedan más episodios pendientes tales como reestructurar la Comisión Electoral de Primaria y -¿por qué no?- hasta postular al candidato de la falsa oposición que se enfrentará a Nicolás Maduro. Todo legalmente.
Habrá que pensar en otros caminos y construir políticas distintas a las que han fracasado, pero frente al Estado chavista no hay salida electoral.
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