Otra vez vuelve a la palestra el tema de las sanciones internacionales impuestas a nuestro país como tal y a algunos funcionarios o enchufados por parte de gobiernos extranjeros. Veámoslo en el contexto global y no solamente en el parroquial. Las sanciones que el gobierno de Biden y sus socios o aliados del área europea imponen a Rusia y que se incrementan día a día, están produciendo resultados adversos para Moscú y para personajes individuales con mayor o menor cercanía al poder en aquel país.
El Nacional / apsalgueiro1@gmail.com
Es evidente que una potencia importante como la Federación Rusa, que además dispone de recursos energéticos, militares, alimenticios, etc. se encuentra inmersa en lo que es el fenómeno de la globalización que le ha llevado a dominar algunas variables y al mismo tiempo ser dominada por otras variables que no controla. Veamos.
En materia energética por ejemplo, Rusia dispone de recursos e infraestructura que le permiten extraer y exportar lo suficiente como para apalancar su propio desarrollo al tiempo en que puede caer -y ha caído ya- en la tentación de extorsionar a Europa. Siendo ello cierto, no lo es menos el hecho de que una suspensión de sus exportaciones o la decisión de los clientes de buscar otros suplidores produce o producirá acumulación de inventarios, disminución de las reservas en dólares etc.
Lo anterior ha sido contrarrestado parcialmente por la decisión de Moscú de exigir los pagos de las facturas en rublos para no depender del dólar. Tal decisión aparentemente buena, tropieza con la realidad innegable de que las importaciones requeridas por Rusia para mantener su parque industrial funcionando, se ve obstaculizada por el hecho de que las mismas requieren ser canceladas mayoritariamente en dólares y a través de sistemas de transferencias bancarias controladas por plataformas extranjeras (SWIFT) y sin acceso al circuito bancario norteamericano.
Como ejemplo pertinente observamos la confrontación política entre Moscú y Berlín con motivo del gasoducto Gulfstream que provee de gas ruso a Alemania y otros países. Si se corta el envío de gas es muy malo para los alemanes pero también se suspende el flujo de dólares en sentido inverso que ya comienza a afectar los saldos del comercio exterior ruso. ¿Sufre uno o sufren los dos?
Rusia tiene colocados bonos soberanos y privados en los mercados bursátiles mundiales, especialmente entre inversionistas norteamericanos y europeos. Como consecuencia de las sanciones queda restringida la capacidad de Moscú para poder pagar en tiempo los cupones de capital e intereses a esos acreedores que justamente son ciudadanos occidentales quienes en su momento hicieron un negocio lícito y ahora las medidas restrictivas de sus propios gobiernos les impiden recuperar sus inversiones. Tan mala resulta la sanción que se está estudiando darle alguna excepción.
Estados Unidos ha tomado la decisión de prohibir la importación de petróleo ruso y por ello ha volteado la vista, entre otros, hacia una Venezuela díscola y poco confiable además de haber tenido que renovar la licencia de la OFAC (Tesoro de Estados Unidos) para permitir que Chevron -empresa 100% estadounidense- pueda seguir operando en “territorio hostil” mientras al mismo tiempo prohíbe a sus ciudadanos -así sean de a pie- siquiera reunirse con sus homólogos venezolanos para abordar temas de negocios. Todo esto que se desarrolla dentro del marco del conflicto Rusia-Ucrania ha llevado el precio de la gasolina en las bombas del norte de 2,50 dólares el galón a 5,00 dólares con el natural desagrado de la ciudadanía que en su mayoría considera que aquella guerra no les afecta y no tienen por que pagarla. Tan es ello así que en reciente votación del Congreso para autorizar ayuda económica a Kiev, 57 representantes republicanos y 10 senadores de la misma tolda se pronunciaron en contra del proyecto (que al final sí salió) alegando que no era del interés de sus electores además del deseo de cara a las venideras elecciones parciales de noviembre, de no contradecir a Mr. Trump cuya posición frente a Putin es “tibia” por decir lo menos.
Todo lo anterior nos lleva a plantearnos el tema de las sanciones a Cuba y Venezuela, las cuales se anticipa puedan ser flexibilizadas. Nicaragua por el momento es capítulo aparte.
Al día de hoy, este escribidor no se pronuncia sobre la conveniencia o no de tal flexibilización sino que pone de manifiesto lo que ya dijimos varias veces en otros artículos: esto se resuelve según el interés de Estados Unidos -dueño absoluto de la efectividad de las sanciones- que puede o no coincidir con alguna de las parcialidades que se enfrentan en Venezuela sin perjuicio que como subproducto pueda utilizarse para incentivar la reanudación de las conversaciones de México o algún otro beneficio.
Justamente a propósito de ese tema quien esto escribe expresa ser pesimista anticipando que -de haber alguna conversación- ella no llegará a ninguna parte y servirá una vez más para que los ocupantes de Miraflores ganen tiempo mientras enredan y dividen a la ya desfalleciente oposición. La prueba está clara: aún no se han sentado y ya el oficialismo supedita la reanudación del encuentro a la incorporación de Alex Saab a su delegación lo cual, como mensaje, no puede ser más elocuente en el sentido negativo, por más diestras que estrechen Jorge Rodriguez y Gerardo Blyde ante los medios de comunicación social.
Lo mismo ocurre frente al asunto de la Cumbre de las Américas a celebrarse en San Diego, California, a principios de junio. El anfitrión ya ha dicho que no invitará a Maduro pero aun no se pronuncia acerca de si invitará a Guaidó por más que es la autoridad que reconoce como legítima para Venezuela. No será extraño que a la vuelta de algún tiempo el pobre Juan quede colgado de la brocha cuando intereses que ni él ni ningún venezolano controla, así lo determinen según la conveniencia de Washington. Ellos no son ni buenos ni malos, son estadounidenses y no venezolanos . Los gringos votarán en noviembre, los venezolanos no. ¡Dramáticamente evidente!
¿Pesimismo? Sí. ¿Realismo? Total.