Lo que suceda definitivamente en la guerra de Ucrania nos va a afectar en gran medida. No solo económicamente, como se ha subrayado en estos días: la eventual venta del petróleo caro, la revisión de las sanciones, las relaciones con Estados Unidos y todo lo que cosas de esa monta acarrea. Y nada se ha definido al respecto y permanecemos en la ambigüedad y el suspenso, en la media lengua.
Pero yo creo que hay que señalar algo más trascendental. El mundo, de nuevo, parece en proceso de partirse en dos grandes bloques que se dibujan más claramente a partir de esa guerra criminal, en la realpolitik, así el repudio mundial a la invasión de Putin sea abrumador; y así el mundo de hoy, ayuno de idearios políticos sólidos y globalizado, entremezclado, pareciera ajeno al esquema bipolar y fuertemente ideologizado de la guerra fría y sugiriera más bien un pandemónium con muy poco orden.
A mi entender el factor principal para que esa ruptura se dé implica la presencia de dos polos de similar poderío militar, lo cual quiere decir ante todo poseer un nutrido arsenal nuclear. Estados Unidos y algunos socios lo tienen. China y Rusia igualmente. Por supuesto, si a alguien no se le ocurre precipitar la guerra más o menos mundial, la gran batalla final será económica, la que derrotó a la URSS. O lo que hace tan dubitativo el apoyo chino a Putin en esta hora terrible, sus mercados adversos al tirano ruso. Pero lo esencial de esa unidad está dada, dos autocracias de vocación expansiva (no olvidar a Taiwán) y cuya unidad es realmente temible.
A no ser sino por su inmensas dimensiones geográficas y miles de millones de habitantes o el avasallante crecimiento económico de China y el poderío nuclear ruso. A ese núcleo se sumarían aquí y allá las dictaduras de viejo y nuevo cuño, condenadas por Occidente. Este último estaría formado por Estados Unidos y la Europa democrática, más todas aquellas democracias esparcidas en el vasto mundo. Esta división entre autocracia y democracia es en muchos aspectos confusa, sobre todo por las interrelaciones económicas, pero ya se irá aclarando.
Si estos serían los dos polos que dividen el mundo por venir, ya Venezuela, con su apoyo juramentado al tirano guerrerista ruso en su criminal cruzada se ha ubicado en ellos, con otras sedicentes y siniestras “izquierdas”. De manera que a la sólida muralla del ejército vernáculo a toda democratización ahora se suma el manto protector y la dependencia generalizada de un descomunal poder, que amamanta y castiga la indisciplina. Somos en primera instancia una pieza de un mecanismo transnacional que hace más insignificante la política nacional y más paralíticos nuestros anhelos de libertad.