23 de noviembre de 2024 4:45 AM

Fernando Rodríguez: Paradojas de la sinceridad

Para los opositores que escribimos sin tregua de política en Venezuela –el masoquismo es libre- se nos hace menos penoso el ingrato oficio gracias al hecho de que la oposición haya decidido ventilar públicamente sus contradicciones internas con todo y agravios bastante gruesos. Esto hace que uno no tenga que andar buscando información privilegiada con los amigos enterados, en mi caso sobre todo con Luis Manuel Esculpi que se las sabe todas pero que siempre gruñe cordialmente un poco antes de datearme.

Claro, es un alivio insano y efímero porque todo ser medianamente politizado sabe del daño y la desmoralización de esa nueva modalidad sobre el pueblo opositor aplastado ya, que ha contraído como se sabe una especie de paraplejia política. Pero si hay que ser benevolentes con el ahogante y adictivo oficio, que no recomiendo al menos sic et nuncles juro que pasado el alivio profesional caigo en una mayor desolación. Veinte años es un buen pedazo de vida y más en el invierno de esta y de eso en definitiva se trata.

Es posible que a cada rato, sin mayor esfuerzo, uno se topa con afirmaciones muy explícitas, grandes y pequeñas, rectas o torcidas, de las cuales solo citaremos ejemplos un poco al azar, siempre diáfanos.

El canciller, o algo parecido, del gobierno del presidente Guaidó – todo lo fantasioso o valioso que usted lo concibe- sacó un comunicado y luego unas declaraciones donde lo tilda de no cumplir sus deberes administrativos, cederlos a un círculo politizado y poco capaz y haber dado lugar a situaciones irregulares en el manejo de los activos nacionales que maneja. Con nombre y apellido. En cualquier estructura de poder, por imaginaria que sea, esto ameritaría el inmediato despido del funcionario. Pero no, no pasa nada, alguna respuesta indirecta de baja tonalidad. No hay que ser muy perspicaz para concluir de este acontecimiento que la unidad que se pregona es muy frágil, que Primero Justicia y Voluntad Popular se quieren poco y que estamos muy cerca de algún grave peligro fraccionalista. Vea usted que las cosas se simplifican cuando cesan el silencio y los susurros.

Yo considero particularmente alarmante la declaración de Leopoldo López, hechas desde el congreso del PP en Sevilla, donde pone en duda la idoneidad de la delegación que enviará la Unión Europea, ¿o es Borrell?, para observar la transparencia de las elecciones de noviembre. Eso parece sugerir una suerte de fractura en nuestros aliados internacionales, entre los partidarios de sacar al usurpador lo más pronto posible y los que no excluyen una cohabitación más prolongada y modesta. ¿Guaidó-López y Capriles-Borges? Pero más siembra sospechas con lo que hace unos meses parecía un logro: la unificación de la estrategia ya sin matices de Europa y Estados Unidos ante Venezuela acontecimiento de no poca importancia. A esto no es indiferente que ya no sea la misma pasión del reencuentro amoroso Biden-Unión Europea, rota por el bestia de Trump y dañado casi de inmediato, por hechos gruesos como los submarinos franceses o el gas ruso para Alemania, la culpa compartida de Afganistán. etc. Como se verá es asunto muy serio el que destapa López.

Por último, los innumerables choques en las postulaciones de candidatos para noviembre. Se han voceado cosas poco amables y algunos problemas parecen sin solución: más de un candidato, supuestas imposiciones burocráticas e inoperantes, rebeliones enardecidas, desconocimiento de decisiones concertadas…Un par de encuestas de Datanálisis –ya sé, las encuestas son encuestas- en Lara y Carabobo son espeluznantes. Las cosas no pintan bien, al menos con el imaginario de que el pueblo tanto tiempo masacrado correría a vengarse de sus verdugos y a recuperar su dignidad.

Total que este artículo lo escribí con más soltura y rapidez por la expresividad opositora. Con más pesadumbre también.

El Nacional

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