El tema no tiene nada de original, al menos en la dinámica política a cierto plazo; yo mismo lo he tratado varias veces. Pero no importa, su falta de originalidad. En cambio, su pertinencia es lo importante.
El complejo de Adán es proclamar y pretender desenvolverse como si la historia, digamos que de una nación, estuviera empezando desde cero. Y todo lo precedente no fuera más que basura. De allí la noción de la abolición de la historia, que preocupaba tanto a Manuel Caballero.
El complejo de Adán puede surgir por ignorancia y también por mala fe. O por una combinación siniestra de ambas cosas. El discurso o la «narrativa» oficial, en el siglo XXI venezolano, tiene en el complejo de Adán a una de sus premisas fundamentales.
La víctima aparente es el historial democrático o la República Civil. Vituperada hasta la saciedad. Pero la víctima real es el conjunto de la nación, cuya conciencia histórica está desfigurada de manera atroz.
El complejo de Adán no es exclusivo de la masiva propaganda de la hegemonía despótica y depredadora. También lo manifiesta un sector amplio del espectro opositor, con lo cual se refuerza el continuismo del poder establecido.
Venezuela necesita cambios profundos, que superen la destrucción connatural de la hegemonía, y que no repitan los errores de la trayectoria democrática, sino que se sustenten en sus logros, en los valores de la cultura democrática.
Todo ello es incompatible con el llamado complejo de Adán.