¿Qué tienen en común el spaghetti western y películas sofisticadas y sublimes como La Misión o Cinema Paradiso? ¿Por un puñado de dólares y Antes de la revolución? ¿Una pistola para Ringo y La batalla de Argel? ¿Érase una vez el Oeste y Sacco y Vanzetti? ¿La jaula de las locas y La clase obrera va al paraíso? ¿Dos granujas en el Oeste y Bastardos sin gloria? ¿Qué tienen en común directores de cine tan diversos como, Sergio Leone, Elio Petri, Henri Verneuil, Bernardo Bertolucci, Gillo Pontecorvo, Pier Paolo Pasolini, Liliana Cavani, Roman Polanski, Roland Joffé, Giuseppe Tornatore, Brian De Palma, QuentinTarantino? La música de un genio al alcance de todos los oídos: Ennio Morricone.
(Viene de salir al público, Ennio: el Maestro, una suerte de entrevista, documental, retrato, que realiza el director de cine Giuseppe Tornatore sobre el gran compositor italiano, Ennio Morricone tantas veces preterido y finalmente reconocido por su versátil genialidad y prolífica carrera musical y artística. Es un agrado en tiempos tan disparatados… no se la pierda).
Todas y todos -bueno casi, casi- hemos tarareado una de sus melodías, hemos dicho “ese tema es de, de, ya va… lo tengo en la punta del oído”. Fue un prolífico compositor de bandas sonoras y director de orquesta, y como todo artista con una obra copiosa tuvo altibajos que sus mejores composiciones nos hacen olvidar. Su padre fue trompetista de fanfarria militar y acompañante de cantantes en orquestas de boîte de aire gringo y jolgorio italiano. (Tu voi far l’americano, americano, americano). El hijo seguiría con la trompeta familiar, pero tomaría clases de composición y dirección en el conservatorio lo que le permitiría, una vez graduado, tener la base para también componer piezas sinfónicas, y música experimental de avanzada.
Morricone padeció, quizás como ningún otro músico contemporáneo, los prejuicios de eso que llaman la “alta cultura”, de quienes escuchaban sus composiciones como soundtrack y alzaban una ceja -como María Félix- en señal de desagrado y censura. Eso que los anglosajones denominan los highbrow culturales no podían aceptar que un compositor “serio” se dedicara a musicalizar películas y además tuviese un éxito arrollador con las audiencias en buena parte del planeta. ¡Qué frivolidad, exclamaban los esnobs en sus salones y ágapes! Y mire que cretinos los hay de izquierda y derecha.
Los Premios Oscar de Hollywood lo tomarían en cuenta, pero le serían esquivos, por años fue desdeñado frente a otros compositores, algunos menores, nominándolo seis veces en la categoría de Mejor Banda Sonora sin ganar, luego vendría un Oscar honorífico, y ya al final de su carrera obtendría un Oscar por la banda sonora de The hateful eight de Tarantino. Años de años hurtándole el reconocimiento debido a quien vendió setenta millones de discos con sus composiciones.
Seguiremos escuchando a Ennio Morricone y el aullido de chacal en El Bueno, El Malo y El Feo nos llevará la mano a la cartuchera derecha para desenfundar frente al espejo con la velocidad de Clint. Tararará…
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