22 de noviembre de 2024 4:11 AM

Alirio Pérez Lo Presti: El vecino terco

Creo que mi vecino es ingenuo, o es posible que se haga el tonto (…) puede ser. Explicaba el otro día que, si el edificio se incendia, él no correría peligro por cuanto vive en el piso más elevado y las llamas tardarían en alcanzarlo, lo cual les daría tiempo a los bomberos de sofocar cualquier amenaza. Afirma que las personas que le rodean le tienen sin cuidado y enfatiza en que sus guerras personales e intereses no son compartidos. Eso dice.

Probablemente mi vecino es solo una persona incapaz de relacionar ideas y en su pensamiento concreto no puede entender que, si el edificio se quema, precisamente va a ser él, viviendo en lo más alto, quien probablemente más se va a afectar, pero él pareciera no entenderlo y en lo particular no me interesa convencerlo de que la posibilidad de terminar achicharrado está presente, independientemente de su desinterés por el tema.

Tiene ideas que se pueden resaltar, como que no le interesa participar en asuntos de la comunidad, que su isla de individualismo debe ser respetada y otras posturas que, si bien puede uno no compartir, sin duda tendrá nuestro respeto en el sentido de que, si no estorba a los demás, puede quedarse con su manera de pensar. Así como mi vecino señala que lo de él es vivir en una isla, no puedo dejar de extrapolar su manera de cavilar a tanta gente aparentemente juiciosa que conozco que piensa de manera similar a mi vecino.

“¿Qué me importa que en otros países no se respete la libertad de las personas si no vivo en esos países? ¿Qué me importa que se mueran las especies en peligro de extinción si igual yo me voy a morir y no lo voy a ver? ¿Qué importancia puede tener para mí que haya guerras en el mundo si mi país está en paz?” Ese tipo de cosas dice mi vecino si uno se lo encuentra en el ascensor o estacionando su auto al lado del mío por las tardes. Yo simplemente le doy los buenos días y las buenas tardes y trato de no polemizar con mi vecino. Bueno, eso trato.

Pero de tanto escuchar sus babosadas, no pude sino sentir una gran compasión por su ignorancia, que a mi parecer lo salva de otro tipo de potenciales penurias. Para decirlo de otra manera, mi vecino cree que vive en una burbuja de la cual se puede mantener aislado de cuanto le rodea, lo cual es falso y bien merece unas líneas.

Estamos totalmente interconectados entre quienes vivimos en el planeta tierra y desconocerlo es un atrevimiento propio de gente sosa. Si el equilibrio del cual formamos parte, en una infinita red de interconexiones se altera, nuestra vida también se altera. Basta con que la balanza de las moderaciones propias de las interacciones humanas se modifique un poco para que nuestras vidas cambien. Lo vemos en los desastres naturales, en los grandes desplazamientos de masas humanas, en los desajustes económicos de un lugar, que terminan por alterarlo todo y un sinfín de ejemplos que nos permiten entender de manera más o menos clara que somos parte de un sistema y que al modificar cualquier elemento de ese conjunto, los propios elementos que integran el sistema van a cambiar. Pero mi vecino no ve eso con claridad y se refugia en un falso individualismo, que lo distancia de la realidad cotidiana, en donde las cosas que van modificando una parte del gran pastel de la existencia terminan por modificar la torta completa.

Tal vez mi vecino no sea una mala persona, solo pienso que trata de defenderse como puede para no asustarse de la inmensidad de cuanto nos rodea y apuesta por la comodidad de una ignorancia que le da sosiego y le evita malos ratos.

Pensar puede ser doloroso para muchas personas. Otros, por el contrario, sentimos que cuando pensamos y logramos tener una percepción más general de los asuntos, las cosas se nos aclaran y se nos facilita el proceso de seguir el mejor de los caminos posibles. Pero qué le vamos a hacer cuando es una máxima que a fin de cuentas cada loco va de la mano con su tema precisamente porque está loco. El potencial abrazo a lo juicioso, para bien o para mal, termina por expandir las fronteras de aquello que podemos percibir y sin darnos cuenta, vamos creando una conciencia personal en relación con los asuntos que vamos percibiendo. La posibilidad de ver más allá de nuestras narices y hacer un metaanálisis en relación con la percepción de lo aparente es el gran desafío de lo humano y quizá la gran diferencia entre ser sensible y no serlo ante lo que nos circunda. No creo que una venda en los ojos sirva para llevar una vida más feliz. Por el contrario, siempre he pensado que la ignorancia es una manifestación de lo peor de las cosas malas que tenemos los seres humanos. Es de las peores cosas, porque al ser ignorantes, nos volvemos insensibles frente al sufrimiento y el dolor y ese mecanicismo extremo es una manera de ser vacío e infeliz. Bueno, eso creo. De todas maneras, y pensando que comienza el año, solo de manera preventiva, me compré un nuevo par de extintores de incendios. Es bueno prevenir y, en conclusión, uno nunca termina de conocer a los vecinos.

Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano.
alirioperezlopresti@gmail.com
@perezlopresti

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