Si no recuerdo mal hace ya un buen tiempo hubo un proyecto de hacer un diálogo en México, entre el gobierno y la considerada oposición verdadera. ¿Quién podría oponerse de entrada? Además, también estaban en algún lado del negocio los pacientes noruegos que les ha dado, a veces con éxito, por la noble tarea de enfriar el mundo, ponerlo a tono con su condición climática.
La transacción parecía clara. El gobierno haría unas elecciones tan limpias, como su indecencia se lo permite. En contrapartida se pediría a los gringos que levante las sanciones. Y, muy importante, la oposición si es que resultara vencedora, buscaría las mejores mañas “transicionales” para que la banda pudiese disfrutar de sus suculentas fortunas a pesar de sus innúmeros delitos, de haber destruido un país. En último caso, alguna furtiva fuga a algún refugio amigo, que los hay, salvo Rusia por los drones de Zelenski.
Pero allí apareció María Corina, una gentil dama que, en verdad, después de ya una lejana afición a las invasiones, había permanecido allí, solitaria, desdibujada, varias décadas dedicadas a distanciarse de la oposición dominante, de sus aciertos, sus repetidos fracasos y por último sus larguísimas ausencias. Pero siempre se dedicó a decir NO y no mucho más. Hasta que mucha gente, que por demás también estaba inmóvil, aun en su extrema pobreza, coincidió con el permanente NO de esa dama tan conocida y tan invisible. Y la dictadura, que en verdad nunca se vio corriendo por los caminos verdes, la inhabilitó alarmado antes de que siguiera creciendo, a la manera nicaragüense.
Ya los segundos y terceros en las encuestas, que no generaban ni demasiado frío ni calor, estaban inhabilitados, por ende, el cuarto sería alguno más chiquito para poder pegarle en las elecciones, y así sucesivamente si fuese menester. Para completar el cuadro, de las elecciones “puras y limpias” Jorge Rodríguez, verdaderamente enfurecido, casi le nombró hasta sus distinguidas madres a los que podrían ser un serio obstáculo para sus triquiñuelas electorales, una comisión de expertos de la Unión Europea… y aquí no vuelven. Ya en las últimas elecciones en que hubo su supervisión, vieron horrores, léalo en sus informes.
Es seguro que, si primarias hubiesen, ¿quién se atreve a asegurarlo?, María Corina va a multiplicar enormemente sus apoyos y sus poderes para castigar la inhabilitación. Es lo que me inclina a pensar que no las habrá, el jurista Escarrá inventará cualquier disparate “académico” para que no las haya.
Pero si las hubiese, ¿qué se les ocurre que hagamos en las elecciones reales? Por ejemplo, que María Corina y otros inhabilitados se conjuren en vender a los que van quedando, el cuarto, el quinto, el de un solo décimo. Puede ser. Porque al parecer de lo que se trata es de que quede uno con tan poca energía que un Maduro muy deteriorado pueda ganar, y la gente se vaya a casa con sus proyectos de mejorar su patrimonio o la inmensa mayoría de buscar la manera de que los hijos no se les mueran de hambre. Y no se olvide otra arma gubernamental, que son los candidatos disfrazados de oposición y que algunos votillos le sustraerán al candidato sobreviviente. Difícil tarea y no recordemos las discordias de la oposición misma, al parecer solo atenuadas.
Claro, se puede producir, a pesar de todo, una súbita explosión electoral, y hasta de otra naturaleza. Que el pueblo llano sobre todo no apague su noble desprecio a los tiranos que acabaron con sus vidas. Que el fuego que se prendió sea difícil de apagar.
Pero mejor no hacer brujería politológica y adivinar el futuro por cercano que esté, que casi nunca da en el clavo.
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