Gonzalo Oliveros Navarro: El retorno

Nuevamente veo en las redes venezolanos dos artículos de la Constitución venezolana de 1999 que tenían años sin aparecer, casi seis. Me refiero al 333 y al 350.

Esos que sirvieron de justificación –válida por demás- a las conductas que en el pasado la oposición venezolana desplegó para enfrentar al señor Maduro, surgen nuevamente en el escenario y ello no es casual.

Estamos ad portas de un evento electoral, interno el primero y nacional el segundo. Con vista a ello, los actores políticos que adversan el accionar de la actual administración venezolana deben desplegar sus argumentos para concitar a su alrededor la intención de voto y así en efecto lo están haciendo, de a poco, pero lo hacen.

La justificación normativa de conductas políticas es tan respetable como lo es que, quienes en algún momento estuvimos de acuerdo con su utilización, descubriéremos que las normas jurídicas ni las decisiones basadas en ellas, pueden justificar decisiones como la abstención del 2018 y, porque no decirlo, una nueva abstención este 2024 próximo.

Cuando menos desde octubre de 2017, las fuerzas de oposición venezolana sabían que en abril del 2018 el gobierno realizaría elecciones presidenciales; a pesar de ello, valiéndose por una parte de la violación de la ley –porque la elección la convocó la constituyente de la época- mas el argumento incierto de la extemporaneidad de la realización de la elección, a pesar que la legislación vigente, ayer y hoy, no establece oportunidad alguna para su celebración, sirviendo como únicas limitantes el inicio del período presidencial o el parlamentario, sumado a la circunstancia que algunos actores políticos adujeron que, visto que no tenían candidato por las medidas gubernamentales y no apoyarían al de Acción Democrática porque ello implicaría un retorno al pasado, se adoptó activa y pasivamente, la decisión de abstenerse de participar en la presidencial del 2018 y henos aquí, cinco años después, repitiendo argumentos jurídicos para enfrentar la situación que nos ocupa.

Quizás a diferencia de lo que ocurrió hace un lustro, ya algunos partidos que acataron –pasivamente- la decisión de no participar en la pasada contienda presidencial, han señalado, realmente sin admitirlo, que no repetirán el error en la próxima elección nacional y participaran, lo que implica que no se sumarán a quienes pongan por delante motivos jurídicos para abstenerse de hacerlo o planteen una política abstencionista, sin nombrarla.

Ello, nadie lo dude, plantea un nuevo problema o escollo, la división.

Si dos compañeros de ruta adoptan vías diferentes y descoordinadas para enfrentar al adversario, la victoria de este está tendrá grandes posibilidades de hacerse efectiva y ello por varias circunstancias: la primera que quienes gobiernan, a pesar de sus diferencias internas, van unidos pues saben lo que les implica perder el poder y mucho menos de manera desordenada; a esa situación que implica el voto duro –que lo tiene- de los gobernantes, se suma el hecho que el padrón electoral no solo no se ha incrementado porque el ente comicial no hace lo necesario para que ese derecho se ejerza, sino que adicionalmente, el gobierno no tiene interés ninguno en darle voz a quienes fuera del país se encuentran pues no correrán el riesgo que, buena parte de ellos, les pase una factura por el accionar que originó su salida del país.

Es bajo esas condiciones que avanza el tiempo y estamos ya a menos de 17 meses de que se inicie el nuevo período presidencial y a la vista solo observamos posiciones principistas, las mas de las veces contradictorias, entre quienes adversan la actual administración venezolana, que esperemos no se hagan más férreas en cada bando si, como consecuencia de la elección de los rectores del Consejo Nacional Electoral próximos a designar por los parlamentarios que resultaron electos en la discutida elección del 2020, se designa en el seno de ese órgano, a algunas personas que una gente decente no invitaría a su casa y como consecuencia de ello, se plantea, ahora si, formalmente, la abstención en la participación en el evento electoral.

Admito que para mí la abstención es un tema de especial interés, no solo por razones personales, pues en algún momento –erróneamente- la compartí y adicionalmente estudié sus efectos en la elección presidencial para optar a la maestría en ciencia política que concluí satisfactoriamente, sino porque los resultados de ella, a partir del 2005 cuando dicha práctica se adoptó como estrategia de lucha, han resultado ilusorios y de ello damos fe, la totalidad de quienes tenemos el gentilicio venezolano y hemos resultado afectados por la misma tanto interna como fuera de los límites del país.

Repetir como argumento para enfrentar la situación venezolana, unos que han fracasado antes, a pesar de que las condiciones subjetivas y objetivas del país, no han variado y si lo hicieron, no fue para bien, es un error. Así lo creo.

@barraplural

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