En la primera jornada de la cumbre de líderes del G20 hubo hoy un aumento de la presión de la mayoría de países miembros contra Rusia por su invasión de Ucrania, pero también gestos de concordia por todas las partes que marcan un cambio frente a los desplantes de los últimos meses.
Rusia estuvo representada en la cumbre por el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, debido a que el presidente Vladímir Putin eludió el encuentro presumiblemente para evitar una imagen de aislamiento total en este foro y ser la diana de un aluvión de críticas.
Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido o Japón fueron algunos de los países más contundentes en contra de Moscú en sus intervenciones en la primera sesión de la cumbre, acusándole de emplear los alimentos y la energía como arma de guerra o de atentar contra la estabilidad económica global, e instándole a poner fin al conflicto.
Todos ellos han promovido una declaración conjunta que se espera que sea aprobada el miércoles, y en la que la mayor parte del club de los Veinte condenará con firmeza la invasión rusa de Ucrania y denunciará sus devastadoras consecuencias a nivel humano y también económico.
Lavrov, quien estuvo sentado esta primera jornada de sesiones entre los cancilleres de México y Brasil, Marcelo Ebrard y Carlos França, escuchó todas estas intervenciones sin levantarse de su asiento, al contrario de lo que sucedió en la reunión de titulares de Exteriores del G20 del pasado julio, en el mismo escenario de hoy.
El ministro ruso de Exteriores incluso permaneció en su puesto durante la intervención telemática del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien afirmó que sus tropas «no permitirán a Rusia que se tome un respiro» para comenzar «un nuevo episodio de terror y desestabilización».
Lavrov, por su parte, acusó a Occidente de «librar una guerra híbrida contra Rusia», culpó al neocolonialismo de los problemas económicos que afronta el mundo y acusó a Kiev de no ser realista en sus condiciones para retomar las conversaciones de paz.
Desde Moscú, el Kremlin señaló que el discurso de Zelenski en el G20 «confirma absolutamente» que Kiev no quiere negociar la paz por su rechazo a firmar un alto al fuego a semejanza de «Minsk 1» y «Minsk 2», alcanzados en 2014 y 2015, respectivamente, para poner fin a los combates en el este de Ucrania.
En este contexto de tirantez y discrepancias por la guerra, la presidencia indonesia de turno del G20 ha hecho encomiables esfuerzos por la conciliación de todos los participantes y sacar adelante un acuerdo de mínimos que permita «salvar» la cumbre, según coinciden en señalar distintas fuentes diplomáticas.
Los anfitriones incluso pidieron a los asistentes que evitaran gestos como el levantarse durante las sesiones, según dijo a EFE Michael Vatikiotis, analista del Centro para el Diálogo Humanitario.
El mismo experto destacó que hasta ahora el ambiente en la cumbre del G20 muestra una mejora significativa con respecto a lo visto en citas previas del grupo en lo que va de año o en otros foros internacionales, gracias al trabajo de los indonesios y al tono cordial establecido el lunes en la bilateral entre los líderes de China y Estados Unidos, Xi Jinping y Joe Biden.
Pese a ello, por el momento el encuentro en Bali ha transcurrido sin que los presentes posaran juntos en una foto de familia, aunque fuentes diplomáticas señalaron que aún no se ha decidido si de la cita saldrá o no una imagen con todos los participantes hombro a hombro.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, admitió hoy que la opción de boicotear la foto de familia se había puesto sobre la mesa para escenificar el rechazo a la guerra iniciada por Rusia.
«Nos gustaría coordinarnos con nuestros colegas, sobre todo del G7, sobre las cuestiones relacionadas con este tema», dijo el político belga en una rueda de prensa antes del inicio de la cumbre.
No obstante, añadió que «cree en la diplomacia» y que le «gustaría no hacer la vida aún más difícil» a la presidencia indonesia «en una de las cumbres más difíciles que ha habido» del grupo de los 20. EFE
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