Cilia Flores es la primera Dama de Venezuela pero en los hechos no lo parece. No hay rostros de ella ocupándose de la infancia, de las embarazadas o las obras sociales como por tradición suelen hacer las esposas de los Presidentes y Jefes de Estado. Ella solo cuida a su propia familia.
Por LUDMILA VINOGRADOFF / EL CLARÍN ARGENTINA
La «primera combatiente», como la suele llamar su marido Nicolás Maduro, ha enriquecido a su voluminosa familia a la que se sumaron una legión de parientes, funcionarios y testaferros leales e incondicionales. A todos los ha colocado en diferentes cargos claves de la administración pública mientras el país se hunde en la ruina y la miseria.
Entre 2006 y 2011, cuando Flores era presidenta de la Asamblea Nacional, se le llegó a contabilizar unos 47 familiares suyos en la nómina del Parlamento.
Su sentido matriarcal la llevó a instalar una fortaleza privada con 14 casas para sus tres hijos Walter, Yosval y Yosser Gavidia Flores. También, para sus descendientes, parientes y guardaespaldas. La calle Tacarigua de Cumbres de Curumo, una urbanización de clase media al sureste de Caracas y aledaña a Fuerte Tiuna, donde tiene la residencia presidencial, fue cerrada para tener mayor seguridad y privacidad; señala la investigación del portal digital Armando Info. Las casas habrían costado entre 800 mil y 1,5 millones de dólares cada una.
Su círculo intimo y familiar, marcado por un pacto secreto de silencio y lealtad, se ha multiplicado por cinco veces y se ha extendido tanto dentro como fuera de Venezuela. Para así cuidar la riqueza que ha logrado acumular a lo largo de los 22 años que lleva el chavismo-madurismo en el poder.
Nadie se atreve a dar un estimado de la magnitud de su fortuna personal. Pero, todos suponen que debe ser colosal, dada la corte de familiares que la rodean y los 800 mil millones de dólares que se han despilfarrado durante la era chavista, según Transparencia Venezuela.
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