Alejandro Angulo Fontiveros: El beso fatal

Se ha formado un escándalo enorme por el irrespetuoso beso en la boca que le propinó el español Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), a Jenni Hermoso, jugadora de la femenina selección española, en la celebración por haber triunfado en el Mundial de fútbol respectivo. Las mujeres, como todas las personas, tienen derecho a ser respetadas y esto reviste mayor importancia en el ámbito sexual. Me explico: Si a un hombre le hace lo mismo una mujer e incluso desconocida y de repente le estampa un beso en la boca, él se disgustará menos o nada y acaso hasta le guste; pero sería muy raro que ese hombre se enfureciera o protestara por eso y que él u otros formaran un escándalo al respecto. Mas en el caso de las damas, reitero, es muy distinto y con holgura de justas razones.

En ese episodio hay aspectos que, a mí al menos, me resultan curiosos: El ardoroso Rubiales, se le abalanzó a la escultural Hermoso y, cual un mico, se le colgó al momento de recibir los trofeos las estupendas jugadoras de la selección campeona mundial. Esto se prueba con los vídeos habidos y hasta el periódico español Sport informó que “Un nuevo vídeo muestra que Rubiales levantó a Jenni Hermoso, y no al revés”, como ha pretendido hacer ver Rubiales. Y agregó: Un nuevo vídeo, grabado desde la grada del estadio Australia de Sídney durante la entrega de trofeos a la selección española tras la final del mundial femenino, desmonta la tesis de Luis Rubiales de que fue Jenni Hermoso quien lo levantó a él, y no al revés, durante el encuentro entre ambos en el pódium”.

Hasta la Federación Española de Fútbol puso la cómica (como se dice en coloquial venezolano cuando hay algo ridículo o se quiere montar una especie de sainete) cuando quiso distorsionar la realidad y aquel antes citado periódico español la desmintió: “El vídeo pone en cuestión la secuencia de fotos con la que la Federación Española trató de probar que fue Hermoso quien levantó a Rubiales, justo antes de que el dirigente deportivo le diera un beso en los labios. Esa fue la versión también de Rubiales en su polémica comparecencia durante la asamblea de la RFEF”.

En todas las latitudes y longitudes lo habitual es que si unilateralmente alguien decide montársele a otra persona de modo tan insólito, ésta (la persona “cabalgada”) se lo impida o trate de hacerlo o al menos se disguste y al momento reclame tal proceder aunque (no parece que fuera el caso) provenga de un “amigo”; pero no reaccionó así Hermoso aunque, a decir verdad, hubiera tenido que ser algo brusco que hasta pudiera tirar al suelo al presidente de la Federación Española de Fútbol. Probablemente por esta última y significativa circunstancia (temor reverencial), Hermoso se abstuvo de rechazarlo de un empujón y hasta en una foto se ve que, cuando Rubiales se le guindó, ella lo tenía semiabrazado. Lo que sí es una verdad apodíctica es que la inmensa mayoría de las personas, en todo el mundo, si física o corporalmente son tratadas a la fuerza reaccionan de igual forma y al menos para defenderse o contrarrestar la fuerza que se les aplica. Y que es muy raro el quedarse quieto en ese trance…

En el capítulo del beso en sí, ya era más difícil para la hermosa Hermoso el haber reaccionado en esa forma por lo sorprendente e improviso del hecho, en verdad inaudito y que la debe haber disgustado. Encima, el enfebrecido Rubiales le atenazó la cabeza con ambas manos y diríase que casi a la fuerza le estampó el infeliz e inevitable beso, con lo cual Rubiales actuó rematadamente mal. Pero si el beso en sí pudiera ––con algún esfuerzo–– juzgarse inevitable, sí, al menos, ella inmediatamente después hubiera podido apartar a Rubiales con las manos. Por lo demás (y aunque pudiera ser exagerado el juzgar a Rubiales incurso en abuso o al menos en términos de continuidad), es una pésima conducta el que cualquier persona abuse de un cargo que implique autoridad y posición de dominio, para tratar mal a los subalternos e influidos en su mayoría por aquella generalizada y no muy digna aprensión hacia la figura del jefe: Hay que respetar a los jefes; pero no tenerles miedo.

Lo que sí está muy claro es que Rubiales es un patán y lo demostró no sólo con esa muy abusiva acción hacia la Hermoso, sino también con el muy grotesco y ridículo hecho de haberse llevado la mano a la bragueta y tocado sus testículos ––al haber el clamoroso triunfo del magnífico equipo femenino de fútbol– – para con ese gesto tan vil e indigno pretender demostrar (vana ilusión) que él sí es muy macho y como si también hubiera jugado con esa selección española.

Por lo demás, ese soez y repugnante gesto del zafio súbdito Rubiales ––en España no hay ciudadanos sino súbditos–– tuvo el agravante de ser hecho al lado de una dama que resultó ser la reina Letizia. Ese muy vulgar gesto es usado en España para dragonear de ser bien valientes y con una hombría a toda prueba: “Facta, non verba”, es lapidaria y sabia sentencia latina (“Hechos y no palabras”) que bien podría hoy ser modificada para emplearla en relación con este energúmeno español: Hechos y no gestos (y menos indecentes u obscenos). El periódico español El Desmarque, informó el 21 de agosto de los cursantes lo siguiente:

“Y en mitad de la euforia y no siendo consciente de la figura que es, Rubiales se llevó su mano derecha a su entrepierna, agarrando sus testículos en un claro gesto de representar los ‘huevos’ que habían tenido las jugadoras de la selección española. Un gesto que además se produjo con la reina Letizia y con la infanta Sofía justo a su lado”.

Encima de la bajeza de hacer un gesto de esa índole o de tan mala calaña, con ello cometió Rubiales la estupidez de usar una imagen absurda para con los testículos simbolizar una condición de macho que no pueden tener las mujeres, por serlo y por la simplicísima razón de que ellas no tienen esas glándulas… Valientes sí pueden ser las mujeres y muchas lo son en efecto, sin necesidad de tenerlas: inmenso e indefectible valor tienen para traer hijos a la vida, cuidarlos y educarlos para cursarla con dignidad.

Hay que respetar en grado sumo a las damas por, en primer término, el hecho de ser mujer y por toda la suprema nobleza que ello representa por conceptos de toda índole. Hasta Schopenhauer dedicó a las mujeres una reflexión que mucho las enaltece. Y lo del “hasta” es porque antes atribuyó a las mujeres una inteligencia inferior a la de los hombres porque ––al decir de Schopenhauer–– su desarrollo intelectual es hasta los catorce años y por eso piensan como adolescentes. Aquella reflexión fue la de atribuir o reconocer a las mujeres la sublime atención que dan a todos, en dos momentos cruciales como el del nacimiento y la muerte.

Cuanto al muy mentado beso del fogoso Rubiales ––impetuoso en todos los terrenos porque a gritos repitió por seis veces “¡no dimitiré!”, como se lo exigía con furia la pacata sociedad española hasta que fue defenestrado–– puede concluirse en que fue un evidente irrespeto y en que también hubo exageración generalizada, al extremo de formarse una telenovela picaresca por capítulos. En idéntico sentido ––y en relación con el famoso beso y el tan grande como prolongado escándalo habido en España e incluso en otros países, aunque con tono menor–– opinó el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa: “Hay cosas tan menores que ocupan la atención de las personas… Perdemos tanto tiempo en el día a día con cosas menores de importancia, insignificantes. Hay cuestiones más graves, como la guerra”.

El sainete armado en España y la consiguiente polémica, se ha llevado por delante la consecución del título mundial de la selección femenina española y la arquera Catalina Coll, una de las figuras de la final, se refirió al tema y dijo sentirse decepcionada porque la gente haya dejado este hecho histórico en un segundo plano:

“Por lo que estoy decepcionada es que ahora todo el mundo que te para por la calle te habla de esto y no te dice: ‘Enhorabuena por el Mundial’”, dijo la arquera española en una entrevista con BBC. (…) Coll hizo énfasis en la decisión que tomaron las jugadoras de no volver a la Selección hasta que Rubiales se vaya de su cargo y reiteró el respaldo que todas le están brindando a su compañera Hermoso: ‘Nos pusimos en contacto todas. Creo que todas teníamos el mismo pensamiento de que lo que había pasado no podía seguir. Al final, le pasó a una compañera a la que queremos mucho y decidimos que íbamos a ir con ella a muerte, decidiese lo que decidiese. Y eso es lo que hicimos, ir con ella a muerte. Y esta fue nuestra decisión y esta decisión es hasta el final’”.

¿Quid iuris? (¿Qué dirá el Derecho?). Lo primero por clarificar es que por tal irrespeto hubo una indiscutible injuria u ofender el honor, la reputación o el decoro de una persona aunque esté sola y más grave aún si es en público o frente a otras personas. El decoro incluye el respeto que se le debe a una persona por su dignidad y, en el caso comentado, por su dignidad de mujer o en su decoro en la manera de comportarse. Es muy propio de la conducta femenina el dar una gran importancia al decoro, lo cual las adorna y honra en modo superlativo. El indiscutible trato injurioso del febril y desenfrenado Rubiales al besuquear a la Hermoso sin su consentimiento, se agravó por ser en público.

Es indispensable el adaptarse a las reglas de conducta de las grandes ciudades y, en particular, el respeto es la norma por antonomasia para poder llevar una ideal vida de relación social o en el trato humano. Cortesía y buen modo. Hay que adaptarse a las normas de comportamiento social porque, de no ser así, habría una conducta más propia de salvajes que de seres humanos civilizados o con un mínimum de educación. Es absolutamente necesario el respetar a los demás, porque de lo contrario se afectaría su dignidad, que es bujía y orientación de las actividades personales en general. Este sentimiento de dignidad anima y reconforta a quien lo alberga, es decir, sirve al unísono de estímulo y defensa en relación con las vicisitudes de todo género que deba sortear la persona. Y éste es el concepto del honor, en su acepción subjetiva. (En su acepción objetiva es la reputación). Como es natural y siendo tan importante la sensación de la propia dignidad u honor, e influyendo éste de modo tan decisivo en la actitud de todos (o por tenerlo o por no tenerlo, en mayor o menor medida), se comprende cómo afecta la lesión del honor a quien se precie y esté orgulloso de poseerlo.

En realidad de verdad, es grave el atentar contra las “prendas del alma” como las llamó Shakespeare. Tánto, que opinó Carrara ––el “Sumo maestro de Pisa” y el “Príncipe de los penalistas italianos”–– que debían ser estos delitos contra el honor más severamente castigados que los hurtos pequeños; y téngase en cuenta que también opinaba este sabio pisano que “el ladrón es el delincuente más incorregible”. Y con todo eso creyó conveniente castigar con más dureza los delitos contra el honor y la reputación. Las expresiones o comportamientos ofensivos conforman el delito de injuria. Con lo cual quiero decir que no es una conducta simplemente zumbona, que deba mover a risa y a nada más. No es así. Es una conducta antisocial y los Estados de todo el mundo la castiga. El derecho al honor es uno de esos derechos humanos llamados por la doctrina “derechos naturales”. El derecho al honor, incluso, podría considerarse como el principal por estar consubstanciado con el alma humana y por responder a un sentimiento tan hondo. Hay quienes prefieren la muerte a la deshonra. No existe una palabra en castellano, según el ilustre Arturo Uslar Pietri, que resuma o explique tan bien este sentimiento, como la palabra griega “Eleuthería”:

“El Partenón es una ruina desnuda de casi todo lo que tenía, menos del espíritu que encarnaba. Vinieron los tiempos malos, que lo fueron deshaciendo. Vinieron los turcos con su depósito de pólvora, y los bizantinos con su iglesia, y ese personaje póstumo que se llamaba Lord Elgin y que cargó con todas las esculturas para el Museo Británico de Londres. (…) La verdad es que así como está, y más que nunca, éste no es un templo que habla de los dioses, sino de los hombres. De lo más puro y noble que hay en el hombre, que es precisamente el concepto de su propia dignidad de hombre. Los hombres que hicieron aquello lo hicieron pensando en que revelaban la propia nobleza de su condición al hacer aquello, y en que invitaban a las innumerables generaciones futuras a esforzarse en ser dignas de hacer aquello, que expresaba, en la nobleza y perfección de sus proporciones, mejor que ninguna palabra, los ideales a los que habían consagrado sus vidas.

A ese ideal ellos designaban con la palabra griega “Eleuthería”. Que no era propiamente un ideal político ni una aspiración social, sino una manera, la más profunda y completa, de ser hombre, de sentir la dignidad de ser hombre y de sentirla a la vez y admirarla en los demás. En nuestras lenguas modernas, por nuestro mal, no hay ninguna palabra que traduzca exactamente lo que significaba “Eleuthería” para un contemporáneo de Platón.

Pero al rato de contemplar mudamente, en el sol de la tarde y contra el cielo azul, la silueta del Partenón, a uno le parece que comienza a entenderla y que no hay ninguna palabra más hermosa”.

Empero, en la timorata España, donde la gente se escandaliza con exageración y muchísimo más por lo que tenga, o se le atribuya, aunque sea un ligero tinte u oriente sexual, se le ha enjuiciado a Rubiales ¡¡por el delito de acoso sexual!! Esto es una evidente y patética desmesura, lo cual es muy de extrañar en un país con notables abogados criminalistas, principiando por Su Eminencia Científica Luis Jiménez de Asúa. El criminalizar así a esa conducta de Rubiales, constituye sin duda un exceso de severidad porque no hubo en absoluto ningún acoso sexual.

El periódico español El Independiente, informó el 22 de agosto de 2023: “España | Tribunales. El momento más delicado de Rubiales: su beso podría ser un delito de agresión sexual con la ley del ‘solo sí es sí’. El precedente de la exparlamentaria andaluza Teresa Rodríguez marca el camino (…)”. (Por Irene Dorta).

¿Qué constituye el delito de acoso sexual? El proponer a una persona actos o caricias sexuales con el proponente o con un tercero, así como el procurar algún tipo de acercamiento sexual, cuando tales conductas no son provocadas, en el ámbito de una continuada relación laboral, docente o de prestación de servicios; y cuando, con ese comportamiento, causare a la víctima una situación objetiva y gravemente intimidatoria, humillante u hostil. Hay circunstancias agravantes si el culpable del acoso sexual hubiere cometido la acción en público o frente a otras personas.

En mi criterio es palmario que no hubo el delito de acoso sexual ni mucho menos el de ¡¡violación!!, como también se ha señalado por alguno en España con muy poca o ninguna fortuna o aceptación. En primer término no habría entre Rubiales y Hermoso una relación laboral o, al menos, no una clara o propiamente dicha relación laboral y menos continuada. ¿Podrá afirmarse en estricto sentido y con seriedad que el patrono de Hermoso era Rubiales? No. Y mucho menos que hubo entre ellos una relación docente o de prestación de servicios. Tampoco se puede aseverar que la conducta de Rubiales causó a la víctima “una situación objetiva y gravemente intimidatoria, humillante u hostil”.

La verdad es que al parecer Hermoso se tomó el episodio del beso en chanza y así esta información del antes citado periódico español El Desmarque el 21 de agosto de 2023: “Una situación que la futbolista se ha tomado con humor, pese a que ‘no le gustó nada’” (resaltado mío). Esto lo confirma el periódico español As (“Actualizado a 29 de agosto de 2023”) así: “El vídeo de las jugadoras en el autobús después del beso de Rubiales a Jenni Hermoso. Alvise Pérez ha publicado estas imágenes del interior del autobús de la Selección española femenina sobre la escena entre la jugadora y el granadino. La cuenta de YouTube de Alvise Pérez ha publicado en la tarde de este martes un vídeo de la celebración de las jugadoras de la Selección dentro del autobús pocas horas después de ganar el Mundial. En el mismo hay referencias al beso en la boca que Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), dio a Jenni Hermoso donde se escuchan gritos de “beso, beso” o “presi, presi”(resaltado mío).

Es impensable que si el famoso beso hubiera en verdad traumatizado o al menos afectado a Hermoso, sí habría tenido lugar el auténtico “divertimento” y bullicioso jolgorio en ese bus de las futbolistas españolas, en presencia de Hermoso y en cantos cuyo estribillo era “beso, beso”, “presi, presi”, tal como puede verse y comprobarse en el vídeo en referencia. Tal hubiera sido una verdadera afrenta a Hermoso, por muy obvias razones. Pero no hubo ninguna vejación y potísima prueba es que Hermoso también disfrutó y hasta participó en aquella muy entusiasta y apoteósica celebración.

Toda esta tragicomedia hace oportuno el citar (con acento crítico) algunas sentencias del Tribunal Supremo español: “Un beso en los labios es en algunos contextos una forma normalizada de exteriorizar afectos sin tintes eróticos”. En realidad de verdad es muy extraño ese criterio pues la más alta lógica fuerza a pensar exactamente en lo contrario. El creer que un beso en la boca no tenga “tintes eróticos”, es ejercitar estériles logomaquias y caer en un mundo irreal o de la fantasía. No sé si en España sea “normal” el besar la boca por causa del más puro afecto materno, paterno, filial, fraterno y amistoso; pero no lo creo en absoluto porque los españoles, por lo común, no son tan ingenuos ni mucho menos. Porque hay que ser muy cándido para poder creer en tales aseveraciones, que más parecen misterios religiosos por ser de suyo y del todo incomprensibles.

En este mismo tema de sentencias o afirmaciones inaccesibles a la razón lógica, está esta otra sentencia del Supremo español: “Por ese motivo, por ejemplo, en la sentencia 490/2015 el Tribunal Supremo absolvió a un acusado que besó a su nieta en la boca, pues esa relación abuelo-nieta, junto al desarrollo de los hechos, hacía pensar más en una manifestación de afecto que en un acto erótico. Por tanto, ante un beso en la boca habrá que analizar el caso concreto y atender a tres circunstancias: si ese beso en concreto tenía un carácter sexual o por el contrario se quedaba en una mera manifestación de afecto; si fue o no consentido por las dos partes; y si el autor conoció y consintió tanto el carácter sexual de su acción como la ausencia de consentimiento del otro”.

La verdad ––y lo digo con todo respeto–– es que parece mentira que en la España tan avanzada en la ciencia penal y con excelentes criminalistas, se puedan afirmar semejantes abracadabras y nada menos que por magistrados del Tribunal Supremo. Porque con esas sentencias ya se está fuera del mundo perceptible pues más sería un mundo misterioso y de la metafísica. El Derecho Penal debe interpretarse con estricta lógica jurídica, sobre hechos reales y no sobre alucinaciones y absurdos.

Sé que hay algunos pocos padres y madres que, del modo más afectuoso e inocente, a veces besan en la boca a sus nenes o niños pequeños; pero esto es una temeridad. Freud es considerado el Padre y el más grande de la Psiquiatría y junto con Einstein el sabio más prominente del siglo XX, porque descubrió el mundo del subconsciente y la inmensa importancia del impulso e instinto sexual o Eros comprendido en el instinto de vida, opuesto al instinto de muerte o tánatos. A Freud le aconsejaron disimular la enorme importancia que le asignó a lo sexual ––para atenuar la pacata e indignada reacción social contra él–– y cambiar el nombre de “instinto sexual”; pero el rechazó el consejo y sentenció: “Quien comienza cediendo en las palabras, termina cediendo en el fondo”…

En suma: delictuoso lo de Rubiales, mas sólo circunscrito al delito de injuria contra la futbolista Hermoso y no en modo alguno al acoso sexual ni al de violación mucho menos. Llama sobremanera la atención el gran escándalo habido en España, no cónsono con lo acaecido.

Tal preocupación y escándalo consiguiente sí debería haberlo en relación con la criminalidad en el fútbol mundial, que también allá en España causa graves lesiones a los jugadores por la violencia ilegítima e impune a ojos vistas. En España, en enero de 1987, murió el arquero José Gallardo, del equipo Málaga de segunda división, tras un paro cardíaco sufrido después de permanecer nueve días en coma, estado al cual entró al chocar el brasilero Moraes, jugador éste del Celta. Después del choque fue llevado a un hospital de Vigo, donde le apreciaron una triple fisura del parietal izquierdo y, con posterioridad, sufrió una hemorragia cerebral.

Las patadas forman parte de las más claras y peligrosas irregularidades que, cuando intencionales, son delictuosas. Tampoco los puñetazos, que son de los actos más obviamente dolosos. En verdad, ni con muchas ganas se les puede hallar justificación alguna. En el fútbol no hay ninguna acción o circunstancia que deba incluir un golpe de esa naturaleza. Incluso, el tocar el balón con las manos es castigado como “falta” y ejecútase un tiro contra la arquería contraria o sobre el campo rival. El mismo nombre de balompié o “football” indica a las claras que se juega con los pies y no con las manos, cuyo uso, reitero, incluso está penalizado a excepción de cuando sea permitido, como al guardameta, o a los demás al “sacar” desde las laterales líneas de cal. Y con mayor razón no está permitido el lanzarle puñetazos a los jugadores contrarios. En el fútbol muchas violencias ilegales son disimuladas con el artificio de que fueron violencias esenciales, que no repugnan a la naturaleza del fútbol y que, por ende, están permitidas, como por ejemplo puntapiés y otros impactos al cuerpo del oponente y que supuestamente iban dirigidos al balón. Pero ¿un pescozón? Aquí sí es verdad que no es dable ninguna excusa, por los anteriores razonamientos. Que también son aplicables a otros deportes de contacto físico violento, con prescindencia, naturalmente, del boxeo, UFC y similares, por obvias razones.

Hay que exaltar el verdadero deporte o competición limpia o “fair play”, sin violencias delictuosas, e invocar el derecho de los futbolistas a no ser lesionados y aun matados (el venezolano Arango estuvo a punto de morir en España por una criminal y grave lesión causada por un delincuente del fútbol en alevosa acción del todo ilegal). Ha de exigirse al deporte y al fútbol el respetar tal derecho y el derecho del pueblo a la educación al través de paradigmas éticos. El fútbol desviado de su esencial oriente noble es un evidente y directo factor criminógeno, e indirecto por medio de tan maligno cuan ultrapresenciado ejemplo de conducta delictuosa, que habrá de repercutir sobre todo en niños y jóvenes. La violencia ilegítima de la competición futbolística se contagia a la muchedumbre, cuya violencia ha causado calamidades de todo tipo y hasta tragedias.

aaf.yorga@gmail.com

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