22 de noviembre de 2024 7:48 AM

Eddy Reyes Torres: Volvieron los conciertos a Venezuela

Los venezolanos somos amantes de la música. En verdad eso no es ninguna novedad. Pero sí lo fue el hecho de que, en buena parte de la gestión de gobierno del conductor de Miraflores, la visita y presentación de las más grandes figuras artísticas del mundo, especialmente las latinoamericanas, se detuvieron de manera brusca. El proceso de destrucción económica en el país y el grado de pobreza ha sido tal que el dinero no alcanzaba para satisfacer tal tipo de placeres. Dicho en criollo, la masa no estaba para bollo. Y no era para menos: en una escala de cien, nuestra economía se contrajo a veinte. Bastó una recuperación de sólo cinco puntos para que el consumo se activase un poco; junto con ello vino cierta mejora en el sector gastronómico y también en el de los eventos musicales. Obviamente, no es un cambio para festejar, pero “algo es algo”.

@EddyReyesT / El Nacional

Debo confesar que, hasta hace pocos días, creí que la mayor parte de la concurrencia a estos conciertos era gente vinculada a la revolución bonita. La realidad se colocó frente a mí gracias a lo acontecido en la reciente presentación de Wisin y Yandel, en el Poliedro de Caracas. Con gran intensidad, allí fue abucheado el Potro Álvarez, figura emblemática de la empobrecida revolución que hoy lleva las riendas del país. “Fuera chavista enchufado”, fue la menos azarosa de las expresiones que le endilgaron a Álvarez en una noche tan bonita como esa. Obviamente, no se trató de un acontecimiento que justificara celebración alguna, pero no dudo que los opositores que allí estuvieron presentes se sintieron complacidos con la inesperada reacción.

No menos desacostumbrado fue el aquelarre que se armó a la salida, producto, en buena parte, de problemas con la señal telefónica; eso impidió que muchos asistentes se comunicaran con taxistas, amigos o familiares que los llevasen de regreso a sus hogares. Estoy seguro de que muchas de las personas afectadas encontraron el consuelo en aquello de que “nadie me quita lo bailado”.

Lo anterior pone de manifiesto que aún falta mucho que andar para que la economía venezolana y la sociedad en general alcancen cierto grado de normalidad. Los últimos números en el campo macroeconómico demuestran que el punto de destino está muy distante. Además, la devaluación más reciente del bolívar evidencia que el camino es aún culebrero. Lo cierto es que sin un mercado competitivo y abierto no es posible la prosperidad. En un contexto como ese, es inevitable que crezca la pobreza y se extreme el autoritarismo ante los mayores peligros que derivan de la anarquía, y el desbordamiento social. Frente a tan cruda realidad, la pregunta es ineludible: ¿qué camino se debe seguir?

Sin un cambio de rumbo vamos directo al despeñadero. La revolución podrá seguir corriendo la arruga, pero su suerte adversa es inevitable. No olvidemos el refranero: no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

Ojalá que los conciertos no paren. El ser humano también se vivifica con la música. Necesitaremos a muchos venezolanos con la fuerza y el ánimo suficiente para el inevitable proceso de recomposición del país.

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