El extremismo es la tendencia a adoptar ideas o posiciones extremas. En el Diccionario de uso del español se indica que dicha expresión se aplica a un nombre de cualidad o estado para referirse al grado máximo de ellos; en otras palabras, lo más radical o extremo de cualquier cosa. Mucho antes Aristóteles señaló que los “extremos” son límites. Hasta aquí pues la parte conceptual del asunto.
Lo que realmente nos interesa tratar en nuestra columna de hoy es, en primer término, la actitud irresponsable que a nivel global tienen importantes figuras públicas y personas del común al difundir noticias falsas con objetivos políticos, para la autopromoción o, simplemente, llamar la atención con propósitos asociados a actividades de su interés.
Una de las consecuencias de tales conductas ha sido la incredulidad de un número nada despreciable de personas acerca del COVID19 y las posibles derivaciones extremas producto del contagio. Pero eso no es todo: las personas bien intencionadas también divulgan por ignorancia contenidos dudosos; ello, lamentablemente, puede tener desenlaces mortales. Debemos pues ser cautos y cuidadosos al tratar un asunto donde puede ponerse en juego la vida o la muerte de un ser humano.
Pero si el extremismo pandémico puede ser una calamidad, no menos dañinas pueden ser las resultas del extremismo opositor venezolano. No deja de sorprender que ante la inminencia de alcanzarse un acuerdo (avalado por Estados Unidos y la Comunidad Europea) para dar inicio a las conversaciones entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición democrática, importantes figuras contrarias al régimen se empeñen en torpedear los relevantes tratos que necesariamente deben estar dirigidos a la conclusión de un convenio para retornar a las prácticas democráticas.
Para los opositores extremistas de Venezuela la salida que pudo concretar Nelson Mandela con Frederik Willem de Klerk en Suráfrica no es posible en nuestro país. Pareciera no faltarle razón a Ramón Muchacho cuando señaló en La Ceiba del pasado 12 de agosto que “… hay un sector de la oposición que jamás participará en proceso electoral alguno que convoque Maduro, ni siquiera si se lograran condiciones mínimas (…) sus militantes no son pocos, y algunos de ellos se consideran los únicos y verdaderos opositores químicamente puros”.
Es de esperar, en beneficio del país y los venezolanos, que ese sector nada despreciable de la oposición -que además cuenta con figuras políticas de gran valía- reflexione seriamente su postura en caso de que en esta nueva negociación salga el anhelado humo blanco.