Earle Herrera: Excitantes primarias abiertas

Venezuela era una fiesta, como aquella París de Hemingway. El mundo no podía entender a ese gentío que madrugó para hacer largas colas hasta la siguiente madrugada. Propios y extraños fueron convocados por el Partido Socialista Unido de Venezuela para escoger las candidaturas de los propios, aunque también votaran los extraños. Un verdadero exceso de democracia, que ni en la Grecia que puso la cuna de esa forma de gobierno. Ni Grecia ni Suiza. Ya lo confesó en frase memorable un viejo adeco: “no somos suizos” Pero de estos chavistas se puede esperar cualquier “suizada”.  

No solo hacen una elección cada temporada de béisbol, sino que a la siguiente le agregan una audacia nueva, una hipérbole renovada. Eso les viene de Chávez, quien hasta aceptó que le hicieran un referendo y, cuando el “mundo civilizado” creía que correría el destino del pobre Chacumbele, volteó la tortilla y convirtió lo revocatorio en aprobatorio. También inspiró una Constitución con cinco formas de referéndum y un riesgoso modelo llamado “democracia participativa y protagónica”, algo que a ningún político sensato se le ocurre. Al hombre le gustaba caminar por el filo de la navaja democrática y sus seguidores van por el mismo camino, retando al diablo. Por cierto, a este lo enfrentan sacando cruces en pleno golpe de Estado.  

Ahora se lanzaron al abismo de las rocas del Taigeto en medio de un bloqueo, agravado por una pandemia, precedido por intentos de magnicidios con drones y C4. Nadie podía creerlo. Y lo peor, abrieron sus primarias tocando dianas al despuntar el día y las cerraron bailando tambores y música cañonera, al coro de “somos alegría, somos mayoría”. Por eso la noche era excitante y no triste ni estrellada como la que conmovió a Neruda, el poeta enamorado al que la nostalgia lo hizo suspirar: “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. 

No, poeta, estos eran los mismos chavistas, metiendo a votar en sus explayadas primarias a la oposición que hizo del desprecio un método y del odio “un sueño de la razón” que ni Goya imaginó. El baile democrático lo pusieron más de 3.500.000 almas. ¿Qué partido de América puede hacerlo? Esta realidad explica que, al día siguiente, medios, redes y poder mundial se quedaran como los mariachis de José Alfredo Jiménez: callados.

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