22 de noviembre de 2024 3:08 AM

Domingo A. Rangel: Tenista malcriado

La detención en Melbourne, del tenista Novak Djokovic, número uno de la actualidad, es otra prueba del grado de estupidez que signa nuestros tiempos.

También es muestra de que se puede ser un gran profesional en determinado deporte o arte y a la vez ser un necio redomado.
Añado que viendo las opiniones que se leen en las redes… pareciera que las reglas de la democracia o incluso de las reglas que soportan la civilización ya no tienen importancia.

El caso y simplifico porque puede ser que muchos no se hayan enterado, ya que el tenis, comparado con el beisbol, el fútbol y hasta el aerobics, carece de inmensas fanaticadas que desde la televisión siguen a sus héroes.

Bien, según la prensa Novak Djokovic, como toda estrella del deporte, llegó con fanfarria a defender su título de campeón del Abierto de Australia y, por no estar vacunado contra el covid-19, le fue impedida la entrada a ese país.

Según se lee el problema se origina en que Novak pensaba que por haberse contagiado previamente, según las reglas que regían hasta hace poco en Australia, no tenía que estar vacunado. Pero eso cambió.

Sin embargo el tenista insistió en ingresar sin ser vacunado a pesar de que su visa con excepciones deportivas había sido revocada y, como a todo el mundo, lo metieron en un hotel a pasar la cuarentena. Allí reventó el carnaval de necedades.

Frente al hotel, que seguramente no es malo pero posiblemente es majunche si se le compara con el nivel a que acostumbran pernoctar los grandes tenistas profesionales, la bobería congregó los cuatro gatos de origen serbio que viven en Melbourne, quienes pedían la inmediata “libertad”.

La madre del tenista señaló que a su hijito le estaban “violando los derechos humanos” y la conyugue dijo en rueda de prensa que “la única ley válida en las fronteras es el amor”. No discriminó la dama si se refería al amor conyugal o al del pedófilo frente a su víctima.

La única voz sensata es la de una ministra australiana que dijo “si no quiere estar en el hotel –donde cumple la cuarentena- es libre de irse de Australia.

Finalmente alguien defiende la soberanía de los estados que garantiza no solo los derechos humanos, sino la civilización.

A ver si cuando se retire le permiten en otra frontera un berrinche de tal magnitud.

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