La historia a veces presenta situaciones similares entre pueblos diferentes.
En nuestro país, tras dos décadas de fracasos, se está dando en el seno de lo que llaman “oposición” un fenómeno similar al que por el siglo XVI escindió al cristianismo que desde el siglo III fue la religión oficial del Imperio Romano.
Ojo: no quiero significar que los rateros que se han enriquecido administrando en mala hora CITGO, o el gobierno nacional, tengan el significado histórico o el valor moral que tuvo Martín Lutero cuando azuzado por los electores alemanes, pero con las razones expuestas en sus tesis, dividió al catolicismo hasta el día de hoy y van cinco siglos.
Pero lo interesante del símil es que en la oposición se está dando un cisma que divide por un lado a los charlatanes y por otros la gente común, harta de tanta mentira y descaro.
Este cisma deja desnudos a los 36 candidatos a presidente que se autodenominan “opositores”, como si eso fuese una filosofía, incapaces de presentar un programa que frene el deterioro, impida al país deslizarse a una guerra civil y ponga orden en las calles.
Advierto que los charlatanes y sinvergüenzas tienen sus “cheerleaders” que los aúpan. Son supuestos “influencers” a los que nadie atiende quienes mercenariamente les hacen loas.
Es una situación de rechazo similar a la vivida cuando Lutero dividió al cristianismo y los pueblos del norte europeo se negaron a pagar impuestos que terminaban alimentando los derroches y delitos de obispos y cortesanos del papado.
Los reclamos de Lutero señalaban lo poco cristiano que fue permitir todo desmán a quien comprase al Papa indulgencias.
El símil viene de que así como los obispos vendedores de indulgencias tuvieron quien los defendiese, salvo excepciones cada uno de los 36 candidatos que se autodenominan “opositores” tienen un influenciador a sueldo encargado de silenciar robos, incongruencias y piraterías, acudiendo al mantra que es legitimar al sujeto de marras como “opositor”.
Situación similar a la que protestaba Lutero cuando reclamó que pederastas, bígamos y asesinos tuvieran el cielo seguro por haber pagado una indulgencia.
La Iglesia después de Lutero comenzó a enmendar, pero era tarde. En cambio estos candidatos de primarias jamás enmendarán. Creen que sus “cheerleaders” los salvarán.