A finales de la década de los noventa, cuando la URSS llega a su fin, su PIB era de apenas una décima parte del de Estados Unidos, una brecha que desde aquel entonces solo ha seguido ampliándose. Así, desde la Segunda Guerra Mundial hasta lo que va del siglo XXI la amenaza rusa nunca ha sido económica, su fuente de poder es militar y geográfica. Además de tener influencia importante en una zona de paso obligado entre Asia y Europa, su poderío militar y la disposición a usarlo es lo que realmente convierte a Rusia en un jugador capaz de desestabilizar el frágil equilibrio mundial. A esto se debe agregar que su principal punto débil, la economía, ha encontrado en China un gran aliado, capaz de compensar sus deficiencias en esta materia a cambio de ayudar al gigante asiático en su lucha por la hegemonía mundial.
@lombardidiego / El Nacional
En el panorama anterior, el cual ha ido acompañado de un incremento del comercio bilateral entre Rusia y China, se ha ido decantando por una mayor dependencia del primero hacia el segundo. Para el año 2018, China era responsable de 15,5% del total del comercio internacional de Rusia, mientras que este último representaba 0,8% del comercio internacional de los chinos. Esta mayor dependencia de la economía rusa hacia la china puede servir de ventaja circunstancial para poder seguir avanzando con sus pretensiones en Ucrania, y en general en todo el frente oriental de la Unión Europea. Sin embargo, la UE sigue siendo en conjunto la principal fuente de ingresos de Rusia, lo que obliga a cierta precaución.
Otra de las características de la economía rusa es su alta dependencia en la exportación de materias primas, las cuales para el año 2019 representaban 39% de sus exportaciones, seguido por un 21% de bienes intermedios. Por el contrario, el principal rubro de sus importaciones es el de bienes de capital, y es ahí donde China ha desempeñado un papel fundamental. Esta situación genera una relación complicada entre Rusia y Europa, pues ambos dependen en gran medida uno del otro, pero mientras el primero puede ir aflojando los lazos con el viejo continente e irse acercando a China, los segundos pueden tener mayor dificultad en sustituir a Rusia dentro de su esquema económico.
Es justamente en esta última parte en la que se han iniciado esfuerzos para disminuir la dependencia de Europa con respecto a Rusia, particularmente desde el punto de vista energético. Sin embargo, frente a iniciativas como estas se abre la interrogante sobre su carácter coyuntural o estructural. En principio todo parece indicar que por la lógica geopolítica debería ser lo segundo, pero esto no necesariamente es también lo que más le conviene a Europa desde el punto de vista económico, menos con la experiencia reciente del precio de la electricidad llegando a récords históricos. Así pues, parece evidente que Rusia ya tiene más avanzada su estrategia de desacople de la Unión Europea, lo que la coloca en ventaja.
Independientemente de lo que termine ocurriendo en Ucrania, esta ha servido de excusa a Rusia para agitar el tablero internacional y favorecerse con ello, al igual que a sus aliados circunstanciales. Así, Rusia, que conoce sus limitaciones, ha sabido esperar el momento en el que sus demandas puedan recibir el mayor eco posible. China continúa con su estrategia de “poder suave”, fundamentalmente a través de su músculo financiero, aprovechando la retirada parcial de Estados Unidos de varias zonas claves y los conflictos internos que se le han ido acumulando a los estadounidenses. Quizás Turquía estaba esperando una situación similar para mover sus piezas.
En todo este contexto América Latina parece ver el juego desde las gradas, inmersa en sus propios problemas. Pero esa lejanía es ilusoria, hay al menos dos efectos directos en la región producto de los últimos movimientos en la arena mundial. Uno de ellos es el reacomodo económico, el que lamentablemente la región no aprovechará porque no ha logrado fortalecer sus capacidades en la generación de valor económico. El segundo es de posicionamiento con respecto a Estados Unidos y China, siendo el segundo un aliado cómodo para muchos líderes autoritarios de la región es probable que la política exterior de varios países sea bastante ambigua debilitando su relación con Norteamérica.