“Quienes nunca cambian de opinión, nunca cambian nada”, W. Churchill
Otra semana beligerante transcurre con el autoritarismo manoteando sobre el estado constitucional e imponiendo desde la institucionalidad secuestrada una voluntad perniciosamente totalitaria.
Paralelamente, una oposición débil por la desunión y la falta desde luego de las articulaciones necesarias para significar realmente en el orden de lo que pudiera potencialmente representar. Otro episodio para aprender destaca entonces lo innegable; sobre todo, después de Barinas. Juntos seríamos poderosos, tal vez, invencibles.
Empero, la racionalidad se pierde por los sesgos de distinta naturaleza que la comprometen. La ambición desmedida y la sobreestimación de algunos factores en juego, conducen a la abstención, o peor aún, al encono, la inquina y la amargura que enerva y compromete el pensamiento.
Pensar en la espera de tres años más para que mejoren, tal vez, las oportunidades de los aspirantes que engreídos se presienten ungidos de tal o cual cualidad, es probablemente una percepción perniciosa, en cuanto a la responsabilidad del conductor. Mucha gente está sufriendo y después es para ingentes contingentes paupérrimos, míseros más bien, una práctica, además de un adverbio, demasiado gravosa.
Venezuela no debería esperar; no puede hacerlo, so pena de arriesgar lo poco que le queda, la vida misma como nación y su integridad como sujeto político territorial. El Estado está en continuo jaque por el ilícito y, sus dignatarios lo dejan hacer, al ilícito, o se asocian y entretanto, la somalización opera y se endurecen las deletéreas tendencias. La violencia, la irregularidad, la antisociedad, ocupa los espacios de la autoridad.
El cáncer de la antipolítica horada en el cuerpo ciudadano y como un ariete perverso, se encaja en su ejercicio de resiliencia y activismo militante que debería inspirar su conducta. No hay conciencia de ciudadanía ni arraigo hacia el país.
El escepticismo se combina con el resentimiento para convertir en blanco a todo y a todos. Las redes sociales contaminan la comunicación y empapan de sus venenos el espectro político impidiendo la necesaria empatía. Cuanta razón tuvo Umberto Eco.
El liderazgo falta a su cita histórica, codicioso, confuso, errático, medroso, ensimismado. La nación segmentada y desvencijada languidece y, el despotismo desalmado prevalece. La cruda realidad es lo que tenemos, y nada más porque no hay ilusión ni porvenir a la vista. Ni pensamos en un futuro ni soñamos con él tampoco como para intentar crearlo.
La crisis se universaliza, se extiende, nos sitia. La disfuncionalidad es omnipresente. No hay escenario que permita la verosimilitud que nutra la esperanza ni la sostenga. El daño antropológico que nos borra y nos inocula el desaliento y la falta de bríos, como una metástasis en curso, nos devora impajaritablemente.
¡Es tiempo de reaccionar! Nos hemos mantenido en posiciones falsamente distantes. A veces lucen irreconciliables, pero, el pueblo gime y los que se reclaman sus guías le deben una respuesta y como antes dijimos, más temprano que tarde.
Lo que acontece con el referéndum revocatorio y su aborto criminal podría también pasarle en 2024 a la elección presidencial. La institucionalidad inficionada de ideologismo y rehén de la satrapía, bien puede y allá en 2024 repito, con más sensible interés, mediatizar los comicios de alguna forma como lo ha venido haciendo, por cierto.
¿Qué hacer? Solo queda diseñar y fraguar una estrategia unitaria que de alguna forma permita sortear al demonio y como pasó en Barinas, vencerlo con contundente convicción y para ello, es menester movernos de las posturas y radicalismo que solo nos han dividido y antagonizado.
Trataré de ser preciso; el régimen nos ve y nos trata como enemigos. Nosotros a nosotros mismos nos tratamos de la misma manera. Destrozamos a quien o quienes osen plantear una idea o un proceso y ni siquiera lo retamos con otra propuesta, sino que intentamos refutarlo y agregamos vilipendios e insultos, denuestos y descalificaciones y si reclamamos el irrespeto, algún imbécil nos arrostra que nos victimamos por debilidad en nuestra argumentación.
Los zafios que gobiernan y los cubanos que los dirigen, cual mamelucos, disfrutan entonces de una ventaja notable porque nos desperdiciamos en las escaramuzas internas y los dejamos depredar a placer. Y en esa coordenada estamos o están los que se ocupan dizque de la cosa pública entre lamentos y resollando odios y frustraciones o desde el confort del sofá que los asienta frente al teclado, pero, lejos, lejísimos de la calle donde otros continúan exponiéndose, a los desmanes que al régimen se le ocurriere.
Si queremos llegar a algún destino distinto al pandemónium en que vegetamos, hay que cambiar el plan; el de todos y el propio y cotejar no solo el beneficio propio sino el colectivo porque están íntimamente relacionados.
Siempre recuerdo a François de Chateaubriand y sus “memorias de ultratumba” que antes he citado pero que vale la pena evocar una vez más: “Se pretende hoy, que los sistemas están agotados, que en política damos vuelta en torno a nosotros mismos, que los caracteres se desdibujan y los espíritus están cansados… que no hay nada que hacer, nada que encontrar, que ningún camino se abre, que el espacio está cerrado… Sin duda, cuando se permanece en el mismo lugar, es el mismo círculo de horizonte que gravita sobre la tierra, pero, avancen, atrévanse a desgarrar el velo que los cubre y miren, si no tienen miedo y no prefieren cerrar los ojos».
Recientemente, la señora María Corina Machado salió de sus hieráticos muros para proponer un mecanismo de selección para escoger el portavoz de la oposición y según entendí, un líder que condujera el país opositor.
Sin embargo, ella es quién más intensamente ha rechazado participar en procesos electorales, con un CNE como ese que interrumpió el referéndum revocatorio esta semana, aunque fuerza decir que los rectores Picón y Márquez han obrado con apego a la Constitución y la ley, pero, no así el resto. Sus razones tienen la dama y sus amigos de Vente, pero, es un movimiento a no desestimar. Es una propuesta que se debe considerar.
Juan Guaidó, de su lado, propuso la realización de primarias para escoger el candidato presidencial y dar un paso en la dirección de definir una estrategia capaz de ofrecer al país unos parámetros necesarios para la superación de esta suerte de imbroglio imputado por cada uno a los demás y que nos ha hecho extraviarnos y perder el camino, el norte de la unidad.
Otros reconocidos coterráneos quieren echar a andar un proceso de profunda transformación del Estado, insistiendo en una auténtica Asamblea Nacional Constituyente, y la Conferencia Episcopal se suma a una demanda similar, aupando una reconstrucción de la nación a la que siente espiritualmente, entre otras penurias más, empobrecida.
Nada puede lograrse mientras no superemos la barricada que la demagogia, la vileza, el populismo militarista e ideologizado y la felonía de propios y extraños ha colocado en nuestro sendero existencial. Como diría Toynbee, ese es nuestro “tour de forcé” para prevalecer o para desaparecer como somos y fuimos. Consensuados es posible pero dificilísimo para cada uno y por separado.
Es imperativo asumir la realidad de la incapacidad que evidenciamos segregados, soliviantados, dispersos para domeñar el trance, ya demasiado penoso y largo que hemos vivido.
Hay que hacer política de nuevo. Identificar la conflictividad y disponer su abordaje consensuado, colocar el bienestar de nuestra gente por encima de cualquier otro apetito y, procurar hacer posible nuestra redención como pueblo.
Nos dedicaremos entonces a tejer ciudadanía; la araña soberana debe trabajar hilando para atrapar y no dejar pasar las oportunidades y ello, especialmente en momentos en que la humanidad misma pareciera jugar a ratos la ruleta rusa. Como otras veces; debemos cambiar nuestro mundo porque la otra opción es perecer.
Ya dijo Bolívar: ”El que abandona todo por ser útil a su patria, no pierde nada y gana cuanto le consagra”. Y pueden llamarme patriótico y romántico, no me molestará.