22 de noviembre de 2024 7:38 AM

Carlos Raúl Hernández: Davos y el ratón que juega con los gatos

“No tendrás nada y serás feliz”. Klaus Schwab

Todos los años, desde 1971, se reúne el Foro Económico Mundial en Davos, que adoptó este nombre a partir de 1987, una especie de feria que congrega las más importantes personalidades de la política y las finanzas globales. Su fundador, el suizo Klaus Schwab, teórico, fundador y organizador, escribió un libro, Covid-19. El gran reseteo, que convierte en “un proyecto de sociedad” lo que era una aterradora distopía en Un mundo feliz de Huxley. Cómo Mao, aspira humildemente resetear, recomenzar la civilización y modificar la naturaleza humana, en una de las más peligrosas tentativas totalitarias conocidas, porque la adelantan burócratas encorbatados y no sudorosos revolucionarios. Todo será alquilado, casas, electrodomésticos, ropa, computadora, teléfonos. Nos moveremos en taxis eléctricos y consideran un objetivo principal erradicar el auto propio. Desde la aldea en la que Thomas Mann ambienta la Montaña Mágica, dirigen la ONU y la Unión Europea, con cara seria de enterrador hacia el mundo feliz. Schwab ha participado en acontecimientos trascendentales, para bien y para mal y la historia reciente revela la adecuación entre las decisiones en las que predominan las resoluciones de Davos. \

En los pasillos se promovió la economía de mercado para la transformación mundial de los 80s y el fin del apartheid en Suráfrica, surgió la idea de un tratado de libre comercio entre EE. UU, México y Canadá. Se evitó una guerra entre Turquía y Grecia y Xi Jinping se declaró en 2017 líder del liberalismo mundial, con todas las letras. Como en cualquier simposio, pleno, convención o congreso político o económico, las decisiones no se toman en las escuálidas sesiones, sino en bares y restaurantes contiguos, por personas que ni siquiera asisten a aquellas. En las salas se escuchan cosas tan divertidas como que “la pesca es un ecocidio” y probablemente el año que viene pase a genocidio. Una de sus manías corporativas es el fundamentalismo ambiental, la cacería de la “huella de carbono” perdida (y seguramente la del Yeti), y eso que llaman “desarrollo sustentable”, negocio pingüe porque retoñó la industria “free” con miles de miles de millones en ventas. Pero sus miembros y asistentes, entre ellos Greta, denuncian la huella de carbono que produce un automóvil, pero embotellan el aeropuerto cercano de Altenrhein, con 1110 aviones privados (2023). Tales vuelos equivalen al dióxido de carbono que produciría el parque automotor de Nicaragua durante un mes rodando tres horas diarias.

Durante el Foro no se puede comer carne cocida en los restaurantes, solo un vomitivo llamado “carne artificial” y sobre la cruda natural, aunque no en kipe ni steak tartar, da oportunidad a otra industria: las damas escort de la más alta sofisticación-para furia feminazi contra la explotación machista- que promedian 27 años de edad con salarios que bordean mil dólares la hora. Es un hiper acontecimiento de alta política y no un debate universitario, cosa que no entendió Milei y desperdició la tribuna al hablar como un ideólogo, no un estadista en las duras circunstancias de Argentina, que tendría que desbloquear resistencias, ganar simpatías y recursos para su proyecto. Lejos de eso agredió a los asistentes, entre ellos al FMI, el BM, la UE, a los que acusó de “socialistas” y abonó la animadversión contra su fanés y descangallado plan. Hizo contraproducente una gran oportunidad y olvidó la enseñanza de una vedette sureña a la que criticaron su promiscuidad sexual y comentó que lo hacía porque “se conoce gente”. El otro latinoamericano, Petro, asesorado seguramente por alguna Miss Colombia, dijo que “Venezuela y Guyana deben dejar el petróleo bajo tierra y habría que subsidiarlos para eso”. Otra Miss Colombia pasó a la historia porque interrogada sobre quién era Confucio, respondió que “el creador de la confusión”. 

Antonio Guterres, secretario general de ONU, hizo una intervención apocalíptica en Davos, para reafirmar el recurrente “ahora o nunca” del talibanismo ambiental. Es incómodo que alguien de tanta figuración repita el burlesque de las “terribles consecuencias del calentamiento”, sin pudor de que ya los propulsores “científicos” cambiaron la letra y sacaron del sombrero de copa el ahora “cambio climático”, cajón de sastre, obra maestra de la piratería, donde cabe todo, frío y calor, terremotos, huracanes, volcanes, ataques de acné y hasta las apendicitis, una verdadera tracaleria argumental. El cambio climático es independiente del hombre, existe millones de años antes que surgiera la vida y hoy es un negocio, pero atribuirlo a la acción humana es grotesco. En los países nórdicos viven el rigor de temperaturas -43 c. En Finlandia se revientan las tuberías y se paralizan autos y ferrocarriles. En Noruega los alces se convierten en estatuas congeladas hiperrealistas. En Canadá las temperaturas bajan a -30c. En EE. UU, Nebraska registra -30c, las Rocosas y el Medio Oeste -34. Dallas – 15 c, Oklahoma -21c, Dakota Sur, Rapid City -24c. Al contrario, en Perú, el Desierto del Pacífico se ha tornado en poco tiempo zona verde apta para pastoreo, pero ONU debe mantener la superchería climática para que los funcionarios den de comer a la familia. Insiste en las mojigaterías sobre los combustibles fósiles para estimular las cuestionables energías alternativas, pero por lo menos abandonaron la fábula del agujero de ozono

La ONU se obsoletizó política, moral, y técnicamente en el mundo actual. Durante la bipolaridad, en la que dos grandes potencias regían el planeta y a nadie podía ocurrírsele salir de ese molde, el Consejo de Seguridad operaba a la perfección porque, como demostró la crisis de los cohetes en octubre de 1963, era solo un trámite para formalizar decisiones tomadas en pasillo entre EE. UU y la Unión Soviética. También funcionó a la caída del bloque soviético, durante los 30 años que el mundo tuvo una sola autoridad. Ahora en medio de una bipolaridad compleja, no es capaz de funcionar porque carece de equilibrio. Según Phillipe Lazzarini, su alto ejecutivo, ONU tiene trece mil funcionarios en Gaza (33 por km2, 3 por manzana) perfectamente enterados de que en ese pequeño territorio de 366kms2 había 500 kms de túneles, un poco menos que el Metro de Shanghái, el más grande del mundo. No puede ser arbitro ni mediador quien demuestra una parcialidad tan manifiesta a favor de un genocidio contra personas inermes. Es muy difícil no evaluar a esos funcionarios de ONU como aliados de la masacre y eso es una banderilla en el Foro de Davos.

Hay dos aspectos especiales sobre los que Guterres habla a nombre de determinados grupos de poder. Rechaza la autonomía que la Inteligencia Artificial ofrece para romper monopolios de saberes arcanos de la burocracia. Hay toda una rama de estudios sobre este pánico a la democratización de la cultura. Relata Umberto Eco que los sacerdotes sumerios se alebrestaron por la invención del alfabeto que permitía aprender a leer, su patrimonio exclusivo. La Iglesia llamó “máquina del diablo” al invento de Gutenberg que se estremecía estrepitosamente, chorreando aceite y tinta. Los neogóticos del siglo XIX, William Morris, John Ruskin, Viollet-le-Duc (primer reconstructor de Notre Dame) odiaban las ediciones industriales porque terminaban con los libros de papel biblia y tapas de cuero repujado. Luego Marcuse, Adorno y Horkheimer satanizaron la radio y la televisión. Ahora la reacción reaccionaria es contra la IA. En algún libro llame este prurito antitecnológico “síndrome de Frankenstein”. Ursula Von der Leyen presidente de la Comisión Europea planteó el punto crucial: la “lucha contra la desinformación”. Si no hubiéramos experimentado como durante la guerra de Ucrania convirtieron los más respetables medios europeos en folletos de propaganda, podría sonar. “Desinformación” será todo lo que revele el desastre de la Agenda 2030, al guerrerismo de la Europa desvencijada, ratón que juega con dos gatos, China y Rusia. 

@CarlosRaulHer

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