25 de noviembre de 2024 10:30 AM

Conozca las 7 razones para leer las obras de Gabriel García Márquez

El 6 de marzo de hace 94 años, en la localidad colombiana de Aracataca, en Magdalena, nació un hombre cuya identidad sería la cara misma de la literatura latinoamericana, que se convirtió en una suerte de estrella de rock con una novela, Cien años de soledad, y ganó el premio Nobel en 1982.

Por el Espectador de Caracas con información de Noticias al Día y a la Hora

Gabriel García Márquez fue el timón del boom latinoamericano, ese que llevaron al mundo de su mano el peruano Mario Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes, que impulsaron así la lectura de algunos de sus mayores, como el uruguayo Juan Carlos Onetti.

Desde aquel 1927 García Márquez hizo una carrera asombrosa en el periodismo, la literatura y el cine, que no terminó con su muerte el 17 de abril de 2014 en CDMX, la ciudad que había adoptado, porque su obra inmensa se sigue leyendo con emoción y con asombro. Entre otras razones, por estas siete:

1) Se ríe del spoiler alert: Crónica de una muerte anunciada

“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”, dice la primera línea de esta novela de 1981. ¿¡Mata al tipo en la primera línea!? Y aun así, es imposible soltar esta obra corta, que parece fundir los bordes de la realidad y la ficción para contar la historia del malogrado hijo de un inmigrante árabe al que los gemelos Vicario quieren hacer pagar la deshonra de su hermana Ángela. Como una novela negra armada a partir de azares que se encadenan de maneras tan increíbles como inevitables, el asesinato de Nasar se reconstruye hacia atrás en el tiempo, y en ese camino, sembrado de humor y retratos memorables, deja una duda que rondará en la mente de cualquiera interesado en cuestiones humanas básicas como la muerte y la fatalidad.

Una muestra:

Mi padre, que había oído todo desde la cama, apareció en piyama en el comedor y le preguntó alarmado para dónde iba.

—A prevenir a mi comadre Plácida —contestó ella—. No es justo que todo el mundo sepa que le van a matar el hijo, y que ella sea la única que no lo sabe.

—Tenernos tantos vínculos con ella como con los Vicario —dijo mi padre.

—Hay que estar siempre de parte del muerto —dijo ella.

2) Trae romance: El amor en los tiempos del cólera

García Márquez escribió esta obra tres años después de haber ganado el Nobel, y si bien el amor no resultó un tema novedoso en su libro, tuvo para él, y se siente al leerlo, un sentido especial: se inspira en las dificultades de la historia de amor de sus padres. El tema de la oposición de su abuelo materno al matrimonio desarrolla el fondo de las epidemias de cólera en el Caribe colombiano, cuya construcción colonial y sus ríos son casi personajes como el pobre telegrafista que se enamora de Fermina, quien lo corresponde durante tres años pero se casa con el médico Juvenal Urbino. Mientras se arroja a los brazos de numerosas mujeres —como el padre del autor, también llamado Gabriel—, el enamorado Florentino intenta convertirse en un hombre importante para recuperar a aquella de la cual siguió enamorado, en secreto, durante 50 años, con un sentimiento que es mitad su obsesión y mitad el aire que necesita para vivir.

Una muestra:

No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero a la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la medianoche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el vals de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el vals terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás.

3) Se mete con la política: El general en su laberinto

García Márquez dedicó este libro a otro escritor, Álvaro Mutis, en gratitud por haberlo incitado a imaginar los últimos días de Simón Bolívar, uno de los mayores líderes de la independencia de América del Sur, y reconstruir su viaje por río hasta la costa del Caribe colombiano para intentar exiliarse en Europa. Bolívar es un héroe pero también un hombre enfermo, al que la desazón ronda tanto como la muerte. Para contar la travesía iniciada el 8 de mayo de 1830, con una sensación de fracaso por no haber podido unificar los países independizados, minado por los excesos y las traiciones, Bolívar mira las aguas del Magdalena y recuerda. Esas memorias se nutrieron de una investigación histórica de dos años, según contó García Márquez en el epílogo del este homenaje conmovedor al libertador.

Una muestra:

Su reacción no fue de rabia ni de desengaño, sino de asombro, pues él mismo había sugerido al congreso el nombre de don Joaquín Mosquera, seguro de que no aceptaría. Se sumergió en una cavilación profunda, y no volvió a hablar hasta la merienda. “¿Ni un solo voto por mí?”, preguntó. Ni uno solo. Sin embargo, la delegación oficial que lo visitó más tarde, compuesta por diputados adictos, le explicó que sus partidarios se habían puesto de acuerdo para que la votación fuera unánime, de modo que él no apareciera como perdedor en una contienda reñida. Él estaba tan contrariado que no pareció apreciar la sutileza de aquella maniobra galante. Pensaba, en cambio, que habría sido más digno de su gloria que le aceptaran la renuncia desde que la presentó por primera vez.

“En resumidas cuentas”, suspiró, “los demagogos han vuelto a ganar, y por partida doble”.

4) Es un estilista: El otoño del patriarca

Un libro de un puñado de párrafos, que en su interior tiene unos pocos puntos. Eso mismo: un ejercicio literario que, inesperadamente, conquista al lector con el relato de las intimidades del poder en la máxima soledad en la que vive un anciano dictador ficticio. Publicado en 1975, el libro es casi una oda al tirano latinoamericano, contada por distintas voces que se van entrelazando en un mecanismo tan perfecto que no le sobra una pieza, o una palabra. Los buitres que aparecen al comienzo de la novela volverán, como otros temas sobre el inútil afán de retener el poder. En un trono hecho de podredumbre García Márquez va acomodando pedacitos de un dictador anónimo, en un ambiente casi onírico donde no faltan vacas que deambulan sobre las alfombras del palacio tan ajenas a la autoridad como la joven y bella Manuela Sánchez o el poeta Rubén Darío.

Aunque él ignoraba estos rumores era consciente de que algo estaba a punto de ocurrir en su vida, interrumpía las lentas partidas de dominó para preguntarle al general Rodrigo de Aguilar cómo siguen las vainas, compadre, todo bajo control mi general, la patria estaba en calma, acechaba señales de premonición en las piras funerarias de las plastas de boñiga de vaca que ardían en los corredores y en los pozos de aguas antiguas sin encontrar ninguna respuesta a su ansiedad, visitaba a su madre Bendición Alvarado en la mansión de los suburbios cuando aflojaba el calor, se sentaban a tomar el fresco de la tarde debajo de los tamarindos, ella en su mecedor de madre, decrépita pero con el alma entera, echándoles puñados de maíz a las gallinas y a los pavorreales que picoteaban en el patio, y él en la poltrona de mimbre pintada de blanco, abanicándose con el sombrero, persiguiendo con una mirada de hambre vieja a las mulatas grandes que le llevaban las aguas frescas de fruta de colores para la sed del calor mi general, pensando madre mía Bendición Alvarado si supieras que ya no puedo con el mundo, que quisiera largarme para no sé dónde, madre, lejos de tanto entuerto (…)

5) Cuenta las realidad como una historia alucinante: Noticia de un secuestro

“Maruja Pachón y su esposo, Alberto Villamizar, me propusieron en octubre de 1993 que escribiera un libro con las experiencias de ella durante su secuestro de seis meses, y las arduas diligencias en que él se empeñó hasta que logró liberarla”, presentó el colombiano su libro de 1996. Pero el hecho, en realidad, fue parte del secuestro de 10 personas “muy bien escogidas, y ejecutado por una misma empresa con una misma y única finalidad”, advirtió, y se lanzó a un libro periodístico —el único que escribió como tal— que brilla entre su obra. Los secuestrados son, sin excepción, familiares de políticos y periodistas notables; los secuestradores, nada menos que el grupo Los Extraditables de Pablo Escobar, cuyo eslógan era “Preferimos una tumba en Colombia a una celda en los Estados Unidos”. La intención del operativo fue presionar al presidente colombiano César Gaviria para que desistiera de detenciones con fines de extradición y hasta obtener un indulto.

Una muestra:

Actuaron con tanto acuerdo y rapidez, que Maruja y Beatriz no alcanzaron a recordar sino retazos dispersos de los dos minutos escasos que duró el asalto. Cinco hombres rodearon el automóvil y se ocuparon de los tres al mismo tiempo con un rigor profesional. El sexto permaneció, vigilando la calle con la metralleta en ristre. Maruja reconoció su presagio.

—Arranque, Ángel —le gritó al chofer—. Súbase por los andenes, como sea, pero arranque.

Ángel estaba petrificado, aunque de todos modos con el taxi delante y el Mercedes detrás carecía de espacio para salir. Temiendo que los hombres empezarían a disparar, Maruja se abrazó a su cartera como a un salvavidas, se escondió tras el asiento del chofer, y le gritó a Beatriz:

—Bótese al suelo.

—Ni de vainas —murmuró Beatriz—. En el suelo nos matan.

6) Te atrapa en una realidad artificial: Cien años de soledad

Y, sí. Hay que mencionar su libro más famoso, que ha vendido más de 50 millones de ejemplares y se ha traducido a 40 idiomas. ¿Sexo? Tiene. ¿Violencia? También. ¿Tragedia, intriga, destino? Todo ¿Riñas familiares? Naturalmente: sigue a siete generaciones de los Buendía en Macondo. Esta novela, el mascarón de proa del realismo mágico, es tan desbordada que ha sido comparada con el libro del Génesis de la Biblia, pero según el propio García Márquez le debe más a William Faulkner y a la propia historia de Aracataca, su pueblo natal. “La vida misma es la mayor fuente de inspiración y los sueños son sólo una parte muy pequeña de ese torrente que es la vida”, dijo en una entrevista para The Paris Review. “Veo los sueños como parte de la vida en general, pero la realidad es mucho más rica”. Un culebrón de alta literatura, tan entretenido como electrizante, que se ha convertido en una de las referencias de la narrativa universal.

“Pobre la tatarabuelita” dijo Amaranta Úrsula, “se nos murió de vieja”.

Úrsula se sobresaltó. “¡Estoy viva!” dijo.

“Ya ves” dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa, “ni siquiera respira”.

“¡Estoy hablando!” gritó Úrsula.

“Ni siquiera habla.” dijo Aureliano. “Se murió como un grillito”.

Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. “Dios mío”, exclamó en voz baja. “De modo que esto es la muerte”. Inició una oración interminable, atropellada, profunda, que se prolongó por más de dos días, y que el martes había degenerado en un revoltijo de súplicas a Dios y de consejos prácticos para que las hormigas coloradas no tumbaran la casa, para que nunca dejaran apagar la lámpara frente al daguerrotipo de Remedios, y para que cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco.

7) Su experiencia fue tan intensa como su ficción: Vivir para contarla

En 2002 García Márquez comenzó a publicar sus memorias anunciadas varias veces durante años, con este volumen de relatos autobiográficos. “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, advirtió al comienzo a los que pensaran en hacerle reclamos sobre inexactitudes. Centrado en su infancia y su juventud, esta obra sobre la experiencia y la escritura, pero también sobre la familia y el periodismo, las mujeres y el alcohol, la naturaleza y la historia, la amistad y la muerte, va desde el 6 de marzo de 1927, el aniversario por el cual se lo recuerda hoy, y la mitad exacta del siglo XX, y se cierra con su propuesta de matrimonio a Mercedes Barcha.

Una muestra:

La verdad sin adornos era que me faltaban ya la voluntad, la vocación, el orden, la plata, y la ortografía para embarcarse en una carrera académica. Mejor dicho: los años volaban y no tenía ni la mínima idea de lo que iba a hacer de mi vida, pues había de pasar todavía mucho tiempo antes de darme cuenta de que aun ese estado de derrota era propicio, porque no hay nada de este mundo ni del otro que no sea útil para un escritor.

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